El enemigo más incómodo inicia una nueva lucha
Leopoldito, hijo pequeño del preso político más emblemático del chavismo, se despertó con la mejor sorpresa de su vida: papá había vuelto a casa. Cuando se fue, hace tres años y cinco meses, era tan chico que ni siquiera caminaba.
En su pijama del Hombre Araña se destacaba una palabra: Hero. Pero, para él, el verdadero héroe es su padre, aquél que cuando lo visitaba en ese lugar tan feo y antipático como es la cárcel le decían que estaba “trabajando por Venezuela”.
Leopoldo López, uno de los presos políticos del gobierno de Nicolás Maduro, empezó ayer una nueva lucha una vez fuera de la prisión militar de Ramo Verde. El enemigo es aún tan poderoso y maquiavélico como antes, el mismo que quiere hacerlo invisible desde su prisión domiciliaria, en circunstancias parecidas a las del alcalde Antonio Ledezma. López ya lo adelantó desde el día de su detención: el que se cansa, pierde.
Este caraqueño de 46 años protagonizó uno de los hechos políticos más relevantes e insólitos en los 18 años de antichavismo venezolano: su entrega a la Guardia Nacional arropado por una marea blanca de opositores y estudiantes. Una escena que pareciera sacada del libro de las grandes gestas contras los gobiernos que, como el chavista, tanto abusan de sus poderes.
SupulseadadirectacontraMaduro lo convirtió en el preso político más importante de la revolución y también lo llevó a erigirse en la gran referencia de buena parte de la oposición, quelosueñacomosuMandelacriollo.
López ha estado aislado la mayor parte del tiempo, pero ahora ya no estará solo. Durante su encierro, Lilian Tintori, la caraqueña “catira” (rubia), se convirtió en el cordón umbilical de su marido con el mundo. Una imagen de la Virgen de Coromoto, patrona de Venezuela, que ella le regaló, lo acompañó mientras estuvo en prisión.
Su hogar en los Palos Grandes caraqueños pasará a convertirse en uno de los cuarteles generales de la oposición. Ayer mismo recibió a sus colaboradores más estrechos. A uno de ellos le tocó diseccionar la situación política durante horas.
López mezcla en su hogar recuerdos de todo el país y una biblioteca desordenada, rebosante de libros, muchos de historia y unos cuantos de la economía que estudió en el Kenyon College, de Ohio, y en la prestigiosa Universidad de Harvard. Político, economista, de cuna de mucho dinero, pinta de “sifrino” (cheto) y una obsesión, Venezuela. Tanto, que hace años se tatuó su mapa en la pierna derecha, como para no olvidar que para gobernar un país donde la mayoría de sus presidentes han pasado por prisión, lo tiene que llevar escrito todos los días sobre la piel. Fortaleza
Su obsesión no es el guión diseñado por un asesor de campañas políticas: el dirigente opositor aburre a sus amigos explicando los afluentes y recovecos del río Orinoco y las alturas de los tepuis (mesetas) que también hicieron soñar a Joseph Conrad con la Gran Sabana. Conoce bien el país, que recorrió en varias oportunidades, la última a lo largo de 2009, para conformar la plataforma de su partido, Voluntad Popular.
Su viaje a las entrañas del país, subido en el “Ómnibus de la mejor Venezuela” (idea que Henrique Capriles copió para su campaña en 2012 con el “Ómnibus del progreso”), así lo confirma. López se lanzó a la aventura de crear un partido nuevo y moderno, donde todos sus cargos se eligieran en elecciones internas, una de sus obsesiones. Buscó y buscó durante tres años hasta conformar la base, incluso en comunidades rurales olvidadas por el chavismo.
En la cárcel militar de Ramo Verde, aseguran sus amigos, disfrutaba al jugar básquet y entrenar con vehemencia, como evidencian las pocas imágenes que se filtraron, con una musculatura más definida.
Cuentan en las oficinas del municipio caraqueño de Chacao, que López gobernó de 2000 a 2008, que se ganó a pulso el respeto de sus policías y bomberos, con quienes entrenaba. Enérgico y veloz, jamás perdía el paso. Se levantaba a correr de madrugada, nadaba y hacía bicicleta. Una fortaleza física y mental fundamental para sobrevivir en las mazmorras militares del chavismo.