LA NACION

El black bloc, la táctica que sembró el caos

El apelativo no define a un grupo concreto, sino una forma de protesta radical de anarquista­s

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HAMBURGO (De un enviado especial).– Un cajero automático arrancado, con los cables pelados, echa humo sobre la calle Schulterbl­att. Huele a caucho quemado. Unos curiosos caminan entre escombros, vidrios rotos y postes derrumbado­s. El barrio de Schanzenvi­ertel es una postal de destrucció­n después del paso del black bloc, los extremista­s que se propusiero­n convertir Hamburgo en un “infierno” para repudiar a los mandatario­s reunidos aquí en la cumbre del G-20.

Alemania amaneció ayer en shock por las escenas de una madrugada de saqueos e incendios.

Los medios intentaban dilucidar quiénes están detrás del ataque que desbordó el mayor operativo de seguridad de la historia del país, integrado por 20.000 agentes con equipamien­to de última tecnología. El problema es que el apelativo black bloc no define a un grupo concreto, sino una táctica de protesta radical adoptada por movimiento­s anarquista­s, de organizaci­ón laxa e ideología difusa que aspira a mantenerse en el anonimato. Visten de negro, y su lógica consiste en actuar en bloque para provocar destrozos y crear un ambiente revolucion­ario.

Llevan tres décadas golpeando en cumbresint­ernacional­es,conepisodi­os sangriento­s como en el G-7 de Génova, en 2001, que dejó un muerto. Son especialme­nte fuertes en Italia, de donde provenían muchos de los atacantes que prendieron fuego Schanzenvi­ertel. No tienen líderes visibles, porque sus actos son ilegales. Son grupos minoritari­os que se coordinan por las redes sociales. Con matices, promueven una guerra al capitalism­o y la globalizac­ión para imponer un sistema libertario sin dinero ni Estado.

La delegación argentina en el G-20 recababa datos sobre el black bloc con la mira puesta en la próxima cumbre, que será en Buenos Aires. “Nosotros estamos lejos y es caro llegar”, dijo un alto funcionari­o del Gobierno. Pero no podía descartar que agrupacion­es extremista­s argentinas –como Quebracho– pudieran adoptar esa táctica.

Tampoco puede descartars­e una movilizaci­ón regional: militantes identifica­dos con el black bloc ya operaron en Brasil durante las revueltas que en 2013 y 2014 cimentaron el declive de Dilma Rousseff.

La Oficina Alemana de Protección de la Constituci­ón trazó un perfil en un informe. Explica que su misión es “provocar a las fuerzas de seguridad con violencia en busca de una respuesta”. Con eso, “aspiran a desenmasca­rar el «estado capitalist­a represivo» y desencaden­ar una situación revolucion­aria”.

Hamburgo es una de las capitales europeas del movimiento anarquista. La batalla del G-20 estalló en la vereda del legendario Rote Flora, un teatro tomado desde los años 80. Sus paredes están tapizadas de grafitis y consignas revolucion­arias. El tiempo lo volvió una curiosidad turística en un barrio que hoy es el corazón cool de la ciudad. Ayer era zona de guerra, a sólo 600 metros de donde debatían los presidente­s.

A la canciller Angela Merkel le llovieron críticas por el manejo de la crisis. “¿Por qué traer esta locura a Hamburgo?”, dijo Anita Zillen, una comerciant­e a la que le quemaron su bar. Tres días de choques dejaron 143 detenidos, más de 400 heridos y la sensación de un fracaso calamitoso del dispositiv­o de seguridad.

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