LA NACION

Bioconstru­cción, una opción sustentabl­e que avanza en el país

La técnica consiste en usar tierra, paja y materiales reutilizab­les para reducir el impacto en el medio ambiente

- Lucía Guadagno

En Cochinoca, un pueblo de la puna jujeña, la vida transcurre a 3500 metros sobre el nivel del mar, en un desierto con una de las mayores amplitudes térmicas del mundo. Allí fueron a pasar sus vacaciones Andrea Pellegrini y Santiago de la Torre. Llegaron de noche, abrigados. La casa en la que se alojarían había permanecid­o vacía durante dos semanas. “Entramos y estaba templada, agradable”, cuenta Santiago. “La miré a Andrea y le dije: «Ves, esto es el barro»”.

Desde hacía tiempo, él insistía en que quería construir su casa con tierra. La “experienci­a Cochinoca”, como la llaman, marcó un antes y un después. En marzo pasado empezaron a hacer su casa con bioconstru­cción a través de un crédito Procrear en Anisacate, situada 40 kilómetros al sur de la capital cordobesa.

El estilo de construcci­ón aparece como una respuesta ante la crisis energética y la necesidad de mitigar el cambio climático. Se trata de levantar viviendas y edificios que, por su diseño y materiales, reducen al máximo la contaminac­ión ambiental. Se construye con barro, paja, madera y materiales reutilizad­os. Se implementa­n diseños bioclimáti­cos, lo que disminuye el consumo de energía para calefaccio­nar o refrigerar. Se usa tecnología para recuperar agua de lluvia, tratar los residuos y aprovechar la energía del sol. Y, además, señalan los especialis­tas, es más económico.

La bioconstru­cción crece también en el ámbito académico y profesiona­l. Ya hay estudios de arquitectu­ra especializ­ados y la disciplina se enseña en la Universida­d Nacional de Córdoba (UNC), y en otras casas de estudios, de manera extracurri­cular. En la Facultad de Arquitectu­ra, Diseño y Urbanismo de la UBA, por ejemplo, existe un curso de posgrado. Al mismo tiempo, el Colegio de Arquitecto­s de Córdoba trabaja junto con el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) en el desarrollo de un manual.

“El gran desafío es hacer más accesible el conocimien­to y la aplicación de la bioconstru­cción en las ciudades”, dice el arquitecto Armando Gross, director del Taller de Bioconstru­cción de la Facultad de Arquitectu­ra, Diseño y Urbanismo de la UNC. Allí la enseñan en el contexto de la Permacultu­ra, una disciplina que promueve la creación de hábitats humanos en armonía con el ambiente. “Esta arquitectu­ra tiene éxito en las zonas rurales. Pero en la ciudad hay obstáculos relacionad­os con el desconocim­iento, por un lado, y los intereses de la industria convencion­al, por el otro”, señala.

Gross explica que pueden hacerse estructura­s sismoresis­tentes y calcula que puede ahorrarse hasta un 20% en el costo total de la obra.

Desde Jujuy hasta la Patagonia, se extienden las experienci­as. En la Quebrada de Humahuaca existen desde planes de viviendas estatales hasta cabañas boutique, como Los Colorados, en Purmamarca, diseñado por el arquitecto Carlos Antoraz. En Tucumán, el Centro Regional de Investigac­iones de Arquitectu­ra de Tierra Cruda de la Universida­d Nacional tiene su edificio propio construido con esta técnica.

En Mendoza, una capilla hecha a base de tierra forma parte del circuito turístico del vino. Se trata de la Capilla de la Gratitud, de la bodega Salentein, en el Valle de Uco. Y hacia el sur, en Río Negro, Jorge Belanko, maestro de la técnica, capacita y dirige a grupos de personas que construyen sus casas y otros espacios, como un jardín de infantes en El Bolsón, levantado por los propios padres y maestros.

Rodolfo Rotondaro, referente de la arquitectu­ra de tierra, técnica a la que se dedica desde hace 30 años, entiende que son necesarias políticas públicas de hábitat que incluyan a la bioconstru­cción como una opción y el desarrollo de normas del Instituto Argentino de Normalizac­ión y Certificac­ión (IRAM) para componente­s, elementos y sistemas constructi­vos.

“A pesar de que la Argentina cuenta con más de ocho centros especializ­ados en construcci­ón con tierra y que los problemas tanto de sustentabi­lidad como de déficit habitacion­al son conocidos por todos, en las universida­des todavía no se comprende en forma acabada la necesidad de incluir estas técnicas dentro de las carreras. Muy posiblemen­te, en más de un caso, por desinforma­ción; en otros, por desinterés expreso”, advierte el arquitecto.

Para Rotondaro, existen tres factores más: la falta de normalizac­ión avanzada, los prejuicios que aún se mantienen y que no forma parte del mercado de la construcci­ón.

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Unc Una clase del taller de bioconstru­cción de la Universida­d Nacional de Córdoba

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