LA NACION

El fin de la siesta para el dólar

No hay una, sino múltiples causas para explicar que la cotización haya abandonado su letargo, aunque siga retrasada frente a la inflación

- Néstor O. Scibona PArA LA nACIon nestorscib­ona@gmail.com

Muchas razones explican que la cotización de la divisa haya salido de su letargo, aunque siga por detrás de la inflación, dice Scibona

El dólar siempre es noticia cuando sube y no cuando baja. Esta regla volvió a cumplirse en la última semana y hasta el propio presidente Mauricio Macri debió ocuparse del tema, en medio de una proliferac­ión de interpreta­ciones –casi todas válidas– sobre los motivos que llevaron la cotización hasta $ 17,50 para cerrar en retroceso ante la reaparició­n de una oferta reprimida.

La trepada sorprendió porque se extendió por nueve jornadas consecutiv­as y puso en riesgo la zona de confort que disfrutaro­n quienes se habían habituado al dólar “planchado”. Pero la suba de 9,6% desde mediados de mayo (de los cuales 3 puntos se concentrar­on sólo en julio) apenas recorta parcialmen­te el deterioro del tipo de cambio real frente a la inflación acumulada en el último año y medio.

Hay tantas causas como explicacio­nes para esta corrección en un mercado que, vale recordarlo, se mueve bajo un régimen de flotación y no con tipo de cambio fijo, como parecería surgir de algunos comentario­s. El abanico abarca desde el “efecto Temer” (Brasil) y el “ruido” político de las primeras encuestas sobre las PASo hasta la menor oferta de divisas de exportador­es de cereales y del sector público, junto con la ausencia de intervenci­ón del Banco Central que permitió el repunte de las cotizacion­es, mientras crecía la demanda minorista de dólares por el aguinaldo y para vacaciones de invierno en el exterior. También incluye la expectativ­a de una mayor inflación en julio, debido a los aumentos en los precios de los combustibl­es (6/7%); prepagas (6%), cigarrillo­s (casi 4%), expensas (10% por la paritaria de los encargados de edificios) y personal doméstico (12%). Marina Dal Poggetto, directora del Estudio Bein, estima este impacto en el 1% del IPC, sin incluir la suba estacional del rubro turismo y esparcimie­nto. En cambio, la economista señala que es prematuro evaluar si las empresas trasladará­n a precios la suba del dólar o comprimirá­n márgenes debido a la debilidad del consumo.

El economista Miguel Ángel Broda agrega a estas causas un factor externo: sostiene que la decisión de la reserva Federal de normalizar muy gradualmen­te su política monetaria (con leves subas de tasas de interés y futura reducción de tenencias de activos) se está haciendo sentir en el mercado financiero internacio­nal por tres vías. Ellas son el repunte en la tasa de los Bonos del Tesoro de los EE.UU; la depreciaci­ón de las monedas emergentes frente al dólar y la incipiente reducción, por parte de los bancos de inversión, de sus tenencias de activos riesgosos. Esto resintió los precios de los bonos argentinos y se tradujo en las últimas dos semanas en un leve repunte del riesgo país que, junto con las tasas de la Fed, elevan marginalme­nte el costo del financiami­ento externo para la Argentina.

Con estos factores en danza, todo indica que quienes se subieron a la bicicleta de las Lebac (especialme­nte aquellos sin cobertura cambiaria a futuro), se apresuraro­n a desarmar posiciones en pesos para capitaliza­r la diferencia en dólares.

Incluso, hay analistas que ya recomienda­n una nueva ronda de carry trade si el dólar se estabiliza en un nuevo piso y el BCrA eleva las tasas de interés para contrarres­tar las presiones inflaciona­rias, aunque muchas de ellas escapan de su órbita.

Volatilida­d en demasía

Por lo pronto, en el BCrA admiten que en los últimos días hubo demasiada volatilida­d en el mercado, pero se congratula­n con que la flotación evita un seguro de cambio gratuito. En cuanto a la oferta de los exportador­es de cereales, no están seguros de que se sostenga en las próximas semanas. Si bien ahora se combina un tipo de cambio nominal más alto con un repunte de los precios de la soja (de 6,6%, a 355 dólares la tonelada), la cotización internacio­nal es 17% más baja que hace un año. Y los productore­s pueden retenerla en silobolsa con plazos más largos de liquidació­n y cobertura cambiaria a futuro.

Durante la “siesta” que durmió el dólar en buena parte de 2016 y hasta abril de este año, la cotización minorista en el mercado libre se mantuvo en una franja de $ 14 a $ 15. o sea que el tipo de cambio bajó en términos reales frente a una inflación que trepó hasta 40% anual el año último y acumula alrededor de 12% en el primer semestre de 2017. no es una noticia que haya aparecido en tapa de los diarios, aunque reapareció el déficit comercial. Pero la evidencia de un dólar barato catapultó el atesoramie­nto (US$ 8250 millones en el primer cuatrimest­re, sin incluir ingresos por el blanqueo) y también los viajes de turismo y compras al exterior (US$ 3850 millones en el mismo lapso).

Para el Estudio Broda, el tipo de cambio real multilater­al (TCrM, que incluye el euro y el real brasileño) se ubicó a fin de junio 12,5% por encima del nivel de noviembre de 2015 (antes de la devaluació­n por unificació­n del mercado cambiario), pero -17.4% por debajo de marzo de 2016 y -26,5% con respecto a febrero de 2014 (devaluació­n de Kicillof). A su vez, el tipo de cambio real bilateral peso-dólar muestra un repunte de 6,6% con respecto a noviembre de 2015, que se transforma en caídas de -22,2% si se lo compara con febrero de 2016 y de -15,7% con el mismo mes de 2014. Incluso, resulta -1,8% más bajo que el de diciembre de 2001 (colapso de la convertibi­lidad).

Dal Poggetto calcula que el TCrM se ubica ahora 10% por encima de noviembre de 2015 y mejora la competitiv­idad al reducir costos internos en dólares. no obstante, repara en la disparidad de precios relativos. Según cálculos del Estudio Bein, los precios y servicios que integran la inflación núcleo muestran bajas de -8,1% en dólares entre octubre de 2015 y junio de 2017; los salarios, de -12,7% y los servicios regulados (tarifas energética­s), una suba de 68%. Pero si se toma como base diciembre de 2001 (fin de la convertibi­lidad), los precios minoristas de los bienes se ubican 19,4% por encima y los servicios no regulados 17,4%, mientras que los servicios regulados aún se encuentran -45,5% por debajo, en dólares.

Aunque el tipo de cambio flotante amortigua el impacto de shocks externos, no se trata de una flotación limpia en sentido estricto. Con alta oferta de dólares (debido al endeudamie­nto del Tesoro nacional y las provincias para financiar el déficit fiscal), el BCrA debió emitir pesos para adquirirlo­s por fuera del mercado y evitar que la cotización se desplomara. Y, como contrapart­ida, absorber el excedente de pesos (vía Lebac y pases) con tasas de interés más altas que la inflación esperada.

El economista Enrique Szewach define este mecanismo como una “pesificaci­ón artificial de corto plazo”. Si la tasa de interés de corto plazo supera a la expectativ­a de devaluació­n, hay pesificaci­ón. Si la tasa de interés es menor a la tasa de devaluació­n esperada en el mismo lapso, la oferta de dólares privados se retrae y la demanda aumenta. Szewach explica que esto genera tensiones del tipo “la tasa es alta y frena la reactivaci­ón” y “el dólar está atrasado y frena las exportacio­nes”. “El problema argentino –concluye– es que como el dólar flota contra los precios, si su precio sube muy rápido y se generan expectativ­as de devaluació­n más fuertes, ese movimiento aumenta la tasa de inflación esperada.”

Todo indica que quienes se subieron a la bicicleta de las Lebac se apresuraro­n a desarmar posiciones en pesos

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Alejandro agdamus

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