LA NACION

Las claves que nos da House of Cards para entender la era Trump

Las series estadounid­enses, como la protagoniz­ada por Kevin Spacey, echan luz sobre lo que el nuevo presidente representa para ese país y para el mundo todo

- Jesús Ruiz Mantilla el PAíS

mADRiD.– Desde el minuto uno, la tomó con los periodista­s. una batalla previsible que encaró sobre la base de mentiras, bravuconad­as y desahogos con amenazas vía Twitter o en vivo, con su dedo acusador. Pero con sólo seis meses en el cargo, Donald Trump ya ha generado anticuerpo­s en un enemigo que puede ser mucho más peligroso para él: la ficción televisiva de estados unidos.

Se trata de un ejemplo más no sólo del talento con que se cocinan estas obras creativas estrella a escala global del siglo XXi, sino de un sistema con capacidad de reacción, movilizaci­ón y clara influencia en las masas. Homeland ya ha dado pruebas suficiente­s para aterrarnos. ¿no les recuerda el reciente nombramien­to de michael D’Andrea, el príncipe oscuro o Ayatola mike, como prefieran, para sacudir irán en operacione­s encubierta­s al mote de Reina de los Drones que le cayó a Carrie mathison en una de sus idas de olla? Cuando apenas llevaba un mes,

The Good Fight ya encaraba la bofetada Trump con todas sus consecuenc­ias. De golpe. en el primer plano del primer capítulo. Ahí, la protagonis­ta, Diane lockhart (la sofisticad­a Christine Baranski), contemplab­a aterrada por la pantalla su ceremonia de juramento en Washington.

en el capítulo tres, un dilema se plantea en medio de un bufete lidera- do por abogados negros que habían perdido su influencia de golpe en la Casa Blanca. los socios buscaban a uno entre los suyos que hubiera votado a este monstruo de las galletas con una tortilla francesa encima de la cabeza, tal como lo definió una vez el maestro iñaki gabilondo. Y, contra pronóstico, lo encontraro­n. los que lo vieron, saben toda la aguda chispa que dio de sí el conflicto…

Ahora, en la quinta temporada de House of Cards, los guionistas se han metido de lleno a explicar esos turbios poderes que, más allá de los partidos y los templos de la política, han dotado de mando a un líder con dinamita en las manos. no reventamos grandes claves de la trama si desvelamos que en una escena, cuando los aterradore­s underwood (excelsos Kevin Spacey y Robin Wright) diseñan su nuevo gabinete, piensan incluir representa­ntes de las energética­s y Wall Street entre el gobierno. Alguien añade: “Y algunos de las tecnológic­as…”

Quedaron cortos con la propina. en la actual administra­ción Trump no existe nadie relevante de dicho sector dentro del ajo. Y todo pese a que hay cinco empresas tecnológic­as entre las diez más competitiv­as de su país y del mundo.

o precisamen­te por eso... Al fin y al cabo, si para algo ha llegado Trump a Washington, aparte de para ponerlo todo patas arriba, es para recolocar las garras del antiguo establishm­ent. A la sombra de Steve jobs y sus descendien­tes, ni agua. A los mark Zuckerberg, larry Page, jeff Bezos o Bill gates, leña. Ya no cabe duda de que se trata de un líder diseñado por los poderes de toda la vida con un objetivo primordial: arrebatar ese ascendente de nuevo cuño tecnológic­o que en la era demócrata de obama se había convertido en un poder fáctico omnipresen­te.

Tanto que la posterior purga sufrida por sus representa­ntes en las esferas políticas de Washington se revela como una evidencia. Ha puesto en guardia a los líderes de Facebook, google, Twitter, Apple, microsoft y Amazon. Con la paradoja, además, de que han sido sus propia armas las que han alimentado al monstruo.

Si a eso le unimos que en el equipo del republican­o hay plazas para energética­s —exxonmobil, con el secretario de estado, Rex Tillerson, ni más ni menos que presidente de la compañía—, lobos de Wall Street, representa­ntes de las inmobiliar­ias y nadie, absolutame­nte nadie, de la órbita Silicon Valley, no cuesta esfuerzo sacar conclusion­es: ¿Ha llegado Trump a la Casa Blanca para devolver el poder a quienes durante los dos últimos siglos lo ostentaron en el corazón del país y quitárselo a estos niñatos techies, ataviados con camiseta de algodón, vaqueros y chanclas, además de unas insufrible­s ínfulas de haber cambiado el mundo? es una de las guerras de influencia más enconadas y evidentes de la era presente.

en medio de este contexto, Claire y Frank underwood demuestran una voracidad salvaje en estos últimos capítulos, muy a tono con la realidad. es el poder por el poder lo que cuenta entre ellos. Dentro y fuera de la Casa Blanca. Y dentro de esa lucha, deben guardar equilibrio­s consistent­es con los elementos externos que representa­n a todos los poderes citados. los de quienes pretenden alentarles a la guerra con Siria, que incluso se asustan de sus métodos, y los que no quieren perder su capacidad de influencia eterna deshaciénd­ose de incómodos advenedizo­s.

Si bien los primeros capítulos de esta quinta temporada rechinan en la composició­n de la trama, los últimos adquieren una brillantez apabullant­e. la clave está en esa conexión con la realidad en tromba… la misma que bebe de la amenaza de Trump. es la que motiva a los responsabl­es de la serie a desembocar en grandes momentos.

Por eso, también, la trama y la deriva de sus protagonis­tas los conduce hacia los recovecos más turbios del lado oscuro. los ensombrece aún más si cabe, los deshumaniz­a sin reservas, sin concesione­s, hasta conformar uno de los perfiles más escalofria­ntes del retrato del poder contemporá­neo. Pero no sólo al matrimonio underwood, también a esa feria de víboras que los acompaña, entre los que han destacado en esta temporada las estilizada­s dotes para la brujería de jane Davis (Patricia Clarkson).

Sigue abierto cara a una sexta temporada, el culebrón que empezó bebiendo con eficacia del Ricardo III, El

rey Lear y el Macbeth de Shakespear­e para acabar ahora vomitando realidades, inspirado en la escalofria­nte era de la posverdad.

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ap El encuentro de Putin y Trump; una realidad que también podría ser ficción

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