LA NACION

Matices en el paraíso

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“Claro que nos gustaría que Byron se mantuviera como antes, pero las cosas van cambiando y hay que adaptarse”, dice Chrissy Caplice, que vive hace 16 años en el pueblo y hace diez trabaja como gerente del exclusivo resort Byron at Byron, uno de los dos que hay en la zona (el otro, Elements, abrió recién hace un año frente a la playa de Belongil). “Pero la comunidad local tiene un espíritu verde fuerte y eso ha hecho que Byron no crezca de manera descontrol­ada”. El paraíso también tiene matices. Algunos medios locales han publicado artículos sobre los problemas que hoy afectan a Byron Bay, que van desde cosas simples como lo difícil que está resultando estacionar en el pueblo, hasta situacione­s mucho más complejas como el aumento de personas sin casa que han llegado hasta aquí y duermen en las calles o en las playas aledañas. “Hace 30 años que Craig McGregor (un reconocido escritor local) destacó a Byron Bay por tener lo que otros pequeños pueblos australian­os no tenían: arte, cultura y comida”, dice una guía local, Rusty’s Byron Gui de, que circula gratis en las tiendas .“Des afortunada­mente, así como el pueblo ha crecido, hemos tenido que relacionar­nos con las cosas no placentera­s de una ciudad. Nuestra infraestru­ctura está sintiendo el peso de su uso”. Sarah Millet, una inglesa que también se vino de Sydney y hace un año está a cargo de Beach Byron Bay, un taquillero restaurant­e con vista al mar, sabe que hoy el pueblo enfrenta un desafío. “La gente local nota que ha habido un cambio. Byron se ha puesto de moda, está apareciend­o en las revistas más mainstream y eso es un desafío”, dice. “En mi caso, yo venía desde Sydney y me costó acostumbra­rme a otro ritmo de vida, pero estoy feliz. Tengo un niño que está creciendo cerca del mar. Creo que vivir aquí es mejor para el alma”.

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