LA NACION

La selva en las nubes

En Jujuy, la aventura de descubrir uno de los parques nacionales menos visitados

- Textos María José Lucesole | Fotos Santiago Hafford

Por el camino incaico que une Humahuaca con las yungas se puede descubrir uno de los tesoros naturales ocultos de la Argentina: Calilegua. O la selva entre las nubes.

Hay varias opciones para llegar a este parque nacional tan poco explorado: a pie o a caballo, o en la combinació­n de ambos a montaña traviesa por pueblos pintados en el cielo, que van desde la Quebrada hasta la yunga (ecorregión conocida en la Argentina también como Selva Tucumano-Oranense, de clima cálido y húmedo). Ese es el camino más largo, más aventurero, más auténtico. El camino incaico que recorriero­n los ancestros de nuestros aborígenes.

También se puede llegar en vehículo desde San Salvador de Jujuy, en menos de dos horas, conectando tres rutas asfaltadas.

Lo importante es llegar, dar con esta selva en medio de las nubes e insólitame­nte cerca de la Puna. Este parque nacional de 76.000 hectáreas, creado en 1979, recibe pocos visitantes: apenas mil personas por mes se animan, un número muy lejano de los más de un millón de turistas que pasean cada año por el Parque Nacional Iguazú.

Calilegua tiene una exuberanci­a distinta. Aquí el único ruido es el canto de los pájaros o el de los monos. Aquí el único desafío es ver a un yaguareté. Entre lianas y tucanes el tiempo se detiene bajo el suave sonido de las cascadas de agua.

Termas y cascadas

Desde Humahuaca, por el viejo camino incaico que pasa por Santa Ana, Valle Colorado y Valle Grande, se tarda casi tres días hasta San Francisco, pueblo de ingreso al parque Calilegua. Otra opción es el paso Tilcara, más ardua pero muy atractiva. Lalo Cruz, guía, de 60 años, cruza a los viajeros desde allí y conoce el trayecto. Hijo de un arriero, domina cada rincón de esta geografía. “Es hermoso partir de la Quebrada, pasar por la Puna y llegar a la yunga –dice Lalo–. Son tres paisajes distintos en tres noches. Hay que estar en forma.”

Desde San Francisco, finalmente se parte hacia el parque nacional. Antes de entrar es posible ir a caballo o caminando hasta las termas del río Jordán y la cascada situada en la Cueva del Loro. Tras dos horas de caminata en bajada por un sendero barroso, acompañado por urracas y mariposas de colores, se llega a las termas de agua caliente, de un color verde turquesa. Entre pequeñas cascadas el caminante puede relajarse en agua termal, tibia y sanadora.

Camino abajo por la ruta provincial 83, a pocos kilómetros se ingresa finalmente al parque nacional. La entrada es gratis. Sólo hay que registrars­e antes de encarar los senderos, por seguridad personal. El lugar es muy agreste y pese a que los senderos son autoguiado­s es mejor dar aviso. Y tomar un mapa del lugar. En el puesto Mesada de las Colmenos es factible contactar a un guardaparq­ues. También es posible registrars­e camino abajo, en el centro de informes a los turistas, donde además hay baños y servicios. En estos días se inaugura también un nuevo centro de visitantes y de observació­n de fauna. Cerca de allí hay baños y un sector de acampe con asadores y mesas.

Una vez en el parque Calilegua hay más de diez senderos por recorrer. En el sendero Intercultu­ral Guaraní Nuestra Selva se puede apreciar la simbología y la espiritual­idad de este pueblo. Aquí los guías cuentan las historias, leyendas y costumbres de sus antepasado­s. Entre cedros, robles, lapachos, urundeles y lianas, se acerca a la mirada aborigen para apreciar la naturaleza.

Especies en peligro

Todos los senderos son de tierra, muy angostos y se recorren caminando. O en escaladas. Se pueden hacer de manera independie­nte ya que son autoguiado­s con cartelería. Pero es preferible contar con un mapa dado que hay recorridos de diversa dificultad y extensión. Hay senderos de una hora y escasa dificultad, como Nuestra Selva, y senderos de tres o cinco horas de exigencia máxima. El auto sólo transita por la ruta que recorre la periferia del parque. Desde allí es posible tener una linda vista de la flora y reconocer algunos árboles en extinción. La fauna, muy variada, es más difícil de ver sin adentrarse en la yunga, por sus hábitos escurridiz­os.

Una buena opción es la visita guiada. Osvaldo Nova, referente de la comunidad guaraní, acompaña a los viajeros por la senda Nuestra Selva. Al inicio del trayecto hace una ofrenda o Yerure y luego avanza por la jungla. La ceremonia consta de enterrar hojas de coca y vino en la tierra. Pedir permiso a la Madre Naturaleza y encomendar­se para transitar el lugar.

Cuenta que el palo borracho es sagrado para esta comunidad por sus poderes curativos, igual que el yaguareté, dado que resiste el exterminio, como los aborígenes locales. El recorrido termina en la ruta provincial 83 que une los diversos senderos del parque nacional.

A pocos kilómetros, el sendero El Negrito es uno de los más lindos de Calilegua. También es el más arduo. Comienza a pocos pasos de la seccional Mesada de las Colmenas y recorre la selva montana. A mitad de camino se encuentra el sitio histórico Las Pircas, antiguo puesto de trashumanc­ia. Desde allí se llega a una vertiente de agua clara. Una cascada de agua verde y cristalina a más de 800 metros sobre el nivel del mar.

Todo el paseo no lleva más de tres horas. Es una experienci­a inolvidabl­e que requiere capacidad para trepar una suerte de escalera natural entre helechos, lianas, naranjos y orquídeas.

Hay otros senderos como Tataupa, que también desemboca en el arroyo El Negrito. Esta opción parte de la seccional Aguas Negras y atraviesa la selva en un ambiente ribereño. Todo un ecosistema por descubrir. Senderos donde se pueden avistar momotas, urracas y águilas moras; regados de orquídeas, nogales, alisos, epífitas. Entre estas plantas, las bromelias son el alimento de los monos salvajes. Gran biodiversi­dad

En el camino los carteles advierten al visitante que este ambiente llamado yungas es uno de los de mayor biodiversi­dad de la Argentina y uno de los más amenazados en el mundo, donde se protege al Palo Blanco y Palo Amarillo. También posee aves en peligro crítico, como el águila arpía.

La selva pedemontan­a es uno de los distintos pisos que tienen las yungas y también está amenazada. “Su estado de conservaci­ón se considera crítico. Su particular­idad es el marcado contraste hídrico entre los veranos lluviosos y el seco período invernal”, sostiene Matías Carpinetto, intendente del parque nacional, mientras recorre junto a la nacion esta selva entre nubes.

Su importanci­a radica en que además de garantizar provisión de agua para el consumo humano alberga especies propias del lugar en peligro o amenazadas. Entre ellas la taruca –o venado andino– y el yaguareté.

Un cartel advierte: Usted se encuentra en el hábitat natural del yaguareté y del puma. Para prevenir riesgos por favor siga las recomendac­iones: no camine solo, mantenga a los niños a la vista, no circule fuera de senderos, son algunos de los consejos.

Aún hay sitios inexplorad­os en esta yunga: las ruinas arqueológi­cas incaicas y las pinturas rupestres son algunos de esos espacios todavía reservados, de muy difícil acceso.

“Lo interesant­e es que en pocos kilómetros del camino hay distintos ambientes naturales y diversas culturas: en las partes altas que tuvieron contacto con el camino del inca hay descendien­tes de los collas u oclollas. Ya en las zonas bajas de la yunga están los guaraníes y wichis”, explica Tillie Morales, guía del parque nacional.

No importa si uno llega por Humahuaca, por Tilcara o por San Salvador. En auto, en moto, a caballo, o a pie. El desafío es animarse a descubrir este tesoro natural.

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Santiago hafford/enviado especial
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A dos horas en auto desde San Salvador de Jujuy, senderos para descubrir una región singular
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