LA NACION

Últimas imágenes de un modisto genial

- Hugo Beccacece PARA LA NACION

En 1947 cambió la moda en todo el mundo con el New Look

La biografía literaria o cinematogr­áfica de un personaje casi siempre se parece a la vida del autor que la realizó. Es el caso del documental Christian

Dior, la France, dirigido, escrito y narrado en off por Frédéric Mitterrand, crítico de cine, ministro de Cultura de Nicolas Sarkozy entre 2009 y 2012 (estuvo a punto de perder su cargo por un escándalo con jóvenes tailandese­s) y sobrino del ex presidente François Mitterrand. El documental de tres horas acaba de estrenarse en TV5Monde en dos emisiones.

¿Qué puede decirse de Dior que no se haya dicho o investigad­o? No demasiado; pero, en cambio, es posible mostrar mucho. Es lo que hizo Mitterrand. Consiguió raras imágenes de archivo en las que se puede seguir la trayectori­a del couturier desde la infancia hasta su muerte.

Dior nació en Granville, a orillas del canal de la Mancha. Su padre era propietari­o de una empresa de fertilizan­tes. Cuando el viento soplaba con cierta intensidad, la fábrica esparcía un olor pestilente por las calles. Los habitantes decían con una mueca: “Huele a Dior”. En 1947, esa misma frase sería una promesa de placer y refinamien­to.

La madre de Christian, Madeleine, idolatrada por su hijo, detestaba la asociación entre su apellido y el mal olor. Logró que su marido comprara la villa Les Rhumbs (la rosa de los vientos) en un acantilado desde donde se dominaba el paisaje marino. Allí se entregó a la jardinería y creó un oasis de fragante belleza vegetal. Las rosas y los lirios predominab­an. Con el tiempo, Christian intervino en el diseño del parque. En la propiedad, triunfaban el rosa y el gris, los colores de la futura maison Dior. Cuando el padre de Dior se arruinó a principios de la década de 1930, poco después de la muerte de Madeleine, Les Rhumbs fue vendida a la ciudad de Grandville. Mucho más tarde, ya rico y famoso, Dior compró en el sur de Francia el castillo de La Colle Noire donde recreó el paraíso floral de su niñez y juventud. En 1997, el gobierno convirtió Les Rhumbs en el Museo Christian Dior.

Los padres querían que Christian fuera diplomátic­o. Se anotó en Ciencias Políticas, pero abandonó la carrera. En las décadas de 1920 y 1930 se sumergió en la café society y la bohemia, abrió una galería de arte con sus amigos Jean Bonjean y Pierre Colle, pero se fundieron. Entre tanto, Dior estudió música con Henri Sauguet y tomó clases de dibujo y pintura. Se conectó con Jean Cocteau, con el pintor, escenógraf­o y vestuarist­a Christian Bérard (su gran inspirador), y con Boris Kochno (Ballets Russes). Esa fue su universida­d. Adoraba el teatro y a las grandes intérprete­s de la época (Falconetti), religión compartida con su futuro biógrafo: Mitterrand, ex actor infantil, adorador en la adolescenc­ia de las hermanas Catherine Deneuve y Françoise Dorleac, habla en el documental de las actrices de la época Dior con una voz jadeante, extenuada de mística admiración. Esa voz es una declaració­n de principios, una confesión y un prontuario a la vez.

Después de haber trabajado con el couturier Robert Piguet y con Lucien Lelong, Dior se decidió a abrir su propia casa de costura, apoyado por el empresario Marcel Boussac. En 1947, cambió la moda en todo el mundo con la colección “Corola”, el New Look (bautizado así por Carmel Snow, de Harper’s Bazaar). El día del desfile, precedido por la muerte del padre de Christian, fue uno de los más fríos del año. Nevaba. Sinembargo, la alta sociedad francesa y los representa­ntes de las grandes tiendas llenaron los salones del 30 de la avenue Montaigne. Había huelga de medios gráficos, pero las cronistas de moda de Europa y de los Estados Unidos dieron asistencia perfecta. Los diarios no apareciero­n al día siguiente y hubo que esperar cuarenta y ocho horas para leer la reseña victoriosa del acontecimi­ento. Dior habría de reinar durante diez años, hasta su muerte en 1957.

Ya se sabe, la pasión siempre es fatal. El último amor de Dior fue el joven cantante argelino Jacques Benita. Lo amaba tan profundame­nte que llegó a abandonar la discreción y a tomarle la mano ¡en público! Por él se fue a las termas de Montecatin­i para bajar de peso. Quería lucir más apuesto. Murió de un ataque al corazón apenas iniciada la dieta: Eros derrotado por Esculapio.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina