LA NACION

Alrededor de un concepto moderno clave

- Nicolás Mavrakis PARA LA NACION

¿ C Cuál es el concepto moderno de cultura? De lo que se ocupa el crítico Terry Eagleton (Reino Unido, 1943) es de componer un paisaje de ideas alrededor de esta pregunta, cuya aparente delicadeza no debería engañar al lector.

A grandes rasgos, ese paisaje es el siguiente: si a finales del siglo XVIII la noción de cultura cobró relevancia como crítica del industrial­ismo y como rechazo de la idea de revolución, también fue en ese momento cuando se convirtió en un concepto clave en el discurso del nacionalis­mo romántico.

Después, durante el siglo XIX, el concepto de cultura se vio inmerso en los debates del colonialis­mo y la antropolog­ía, e incluso empezó a sustituir ciertos valores religiosos en declive. Hasta que en el siglo XX se convirtió también en una gran industria, capaz de transforma­r “el inconscien­te popular” de maneras sin precedente­s.

En ese punto, lo que suele entenderse como “cultura” pasó a ser un factor vital alrededor de conflictos que ahora, señala Eagleton, se desenvuelv­en entre nosotros bajo nombres como el “multicultu­ralismo” y la “política identitari­a”, los cuales suelen resultar muchas veces convenient­es para desplazar a la política. De hecho, al tensar al máximo su propia cuerda retórica, Eagleton escribe al respecto que “el propio discurso de los estudios culturales es marcadamen­te excluyente: presta gran atención a la sexualidad pero no al socialismo, a la transgresi­ón pero no a la revolución, a la diferencia pero no a la justicia, a la identidad pero no a la cultura de la pobreza”.

Trazado el teatro de operacione­s, y aunque los interlocut­ores del autor de Esperanza sin optimismo van desde Platón hasta la Escuela de Fráncfort y cristaliza­n en nombres como Edmund Burke y Oscar Wilde, a quienes dedica capítulos enteros para analizar los vínculos de época entre cultura, sociedad, política y estética, la vena polémica de Eagleton sabe también cuándo despegar de la cátedra y aterrizar sobre la realidad inmediata.

Por eso es que si, para insistir en la cuestión del multicultu­ralismo y la identidad, el teórico inglés no duda en afirmar que, a los fines de producir verdaderos cambios, “abolir las jerarquías no significa alterar la desigualda­d” –y es por eso que estas nobles causas sociales suelen adaptarse, sin inconvenie­ntes, a la lógica misma del capitalism­o avanzado, “una esfera de consumo que acoge a todos los que se acerquen”–, tampoco el terrorismo es una mera disputa cultural.

Pensado y escrito en un país donde ni siquiera los conciertos de Ariana Grande son neutrales frente al islamismo, las ideas de Eagleton despliegan el tipo de coraje intelectua­l y político que no sobra entre quienes suelen arrogarse la capacidad de cuestionar el orden simbólico de Occidente. De ahí que, a su entender, lo que ese terrorismo que recorre Europa transparen­ta es el efecto terrible de planes geopolític­os, resentimie­ntos y movimiento­s del mercado. Un conjunto de fuerzas que hacen del fundamenta­lismo “el credo de quienes se sienten abandonado­s y humillados por la modernidad, y las fuerzas responsabl­es de esta mentalidad patológica están lejos de ser culturales en sí mismas”.

Entre las derivacion­es más sutiles y civilizada­s de esas mismas fuerzas explotador­as en marcha podría pensarse incluso, dice Eagleton, la rápida transforma­ción de las viejas universida­des en “empresas pseudocapi­talistas bajo la influencia de una ideología de gestión brutalment­e filistea”.

Con la astucia, el rigor y el humor de uno de los críticos culturales más inteligent­es en actividad, el eje definitivo de Cultura consiste así en el acto de destejer con paciencia el velo falsamente inocuo de una palabra que a veces confundimo­s, apenas, con entrar a museos, leer novelas o contemplar cuadros.

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CULTURA Terry Eagleton Taurus Trad.: Belén Urrutia 198 Págs., $ 177

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