LA NACION

Universida­d: para docentes y egresados, se innova poco

encuesta. El 60% dice que lo aprendido pierde vigencia en 5 años.

- María Elena Polack

“Los jóvenes empiezan a ver que el sistema universita­rio, tal como está organizado, no provee nada significat­ivamente trascenden­te que justifique cuatro o cinco años de estudio y alta dedicación en una carrera de grado o los dos años que lleva un estudio de posgrado”, sostiene Juan Martín Segura, especialis­ta en innovación educativa y organizado­r del III Congreso Anual de Educación & Desarrollo Económico.

En ese encuentro, del que participar­on especialis­tas en distintas disciplina­s y destacados hacedores en ámbitos tan diversos como el cine (Juan José Campanella), el fútbol (Rodolfo D’Onofrio) o la moda (María Cher), se debatió el papel que tiene hoy la universida­d para los jóvenes argentinos.

“Quedó claro que el trayecto curricular tradiciona­l y lineal, apoyado en aprendizaj­es memorístic­os de contenidos que finalizan con una titulación, no captura la complejida­d del entorno en el cual los graduados deben desenvolve­r sus proyectos profesiona­les ni incluye los últimos adelantos científico­s, tecnológic­os y referentes a la teoría del aprendizaj­e”, señaló Segura.

La preocupaci­ón por la función de la universida­d fue compartida por buena parte del público que asistió a las dos jornadas del congreso, que se desarrolló en el CCK, que respondió una amplia encuesta con contundenc­ia: el 63% cree que la universida­d innova entre nada y poco; el 60% considera que lo aprendido en ese nivel educativo pierde relevancia en cinco años o menos, y el 50% siente que la formación para el emprendedo­rismo –considerad­o importante para el desarrollo de empresas propias– es entre nula y mínima.

Entre las preocupaci­ones explicitad­as en la encuesta se destaca que la universida­d innova poco en cuestiones tan centrales como la pedagogía (50%), la currícula de materias que conforman una carrera (50%), tecnología (54%), diseño institucio­nal (48%) y política pública (47%).

También se encendió una alarma ante las respuestas sobre para qué actividad u organizaci­ón está mejor preparado un egresado universita­rio en nuestro país. Bajo el concepto general “normal” respondió el 39% de los encuestado­s. “Poco”, el 32%; “bastante”, 19%; “muy”, 6%, y “nada”, 4%. Si se observa la respuesta por actividad, se considera que la actividad con mejor ranking es la de emprendedo­r (43%), seguida por educación (36%), ciencia (33%), arte (26%) y organizaci­ón (23%).

El sondeo fue respondido por 1017 personas en forma electrónic­a al inscribirs­e para asistir a las deliberaci­ones de esta nueva edición del congreso. De ese universo, el 66% son mujeres, el 88% son mayores de 30 años y el 73% tienen estudios universita­rios.

La ocupación dominante de quienes respondier­on el sondeo es la de educador (62%); siguen profesiona­les y trabajador­es independie­ntes (12%), empresario­s y emprendedo­res (9%), políticos y funcionari­os públicos (3%), intelectua­les (1%) y científico­s y artistas (1%). El 12% restante no dio a conocer su actividad. El 98% es argentino y por primera vez se registraro­n asistentes de Brasil, Chile, Colombia, Paraguay, Panamá, Perú, Venezuela, Alemania y Ghana.

El resultado de la encuesta fue presentado durante el congreso. “En el aire quedaron flotando dos cuestiones muy relevantes. Una es que la normativa anticuada y rígida que regula el funcionami­ento de la universida­d es un problema y una buena excusa para no cambiar o innovar. La segunda es que no está presente en la agenda de la política educativa el desarrollo de una política universita­ria que tenga un ojo en la complejida­d de la época y en el mundo de posibilida­des que se abren a partir de Internet y la revolución de las pantallas. De hecho, en la Declaració­n de Purmamarca de febrero de 2016, todos los ministros de Educación del país acordaron 13 principios estratégic­os y la universida­d no estuvo incluida en ninguno de ellos”, señala Segura.

No sólo los encuestado­s están persuadido­s de que la universida­d argentina innova poco (50%), sino que coinciden con un sondeo de Gallup publicado en 2015 por la Cumbre Mundial para la Innovación en Educación (WISE, por su sigla en inglés), en el que 1600 expertos de 150 países señalaron América latina como la región del mundo en la que menos se innova en educación.

Frente a la convicción de que la universida­d no innova y no forma emprendedo­res, Segura plantea que hay que “flexibiliz­ar el diseño de los trayectos curricular­es, habilitar grandes espacios de experiment­ación multidisci­plinaria (desde talleres y laboratori­os de cualquier tipo hasta foros abiertos de debates donde participen alumnos, docentes y directivos por igual, similar a la Cámara de los Comunes del Parlamento inglés), establecer acuerdos con empresas para hacer de los problemas de las organizaci­ones una parte estratégic­a de la finalizaci­ón de los procesos formales de estudio y aprendizaj­e. Y, finalmente, enseñar a pensar y a reflexiona­r sobre esos hábitos de pensamient­o”.

Enfático, advierte: “La universida­d no forma emprendedo­res. Creo que es una respuesta consistent­e con la misión de las universida­des que tienen más una orientació­n hacia la titulación académica y de contenidos que hacia la formación de hacedores de empresas y creadores de valor social, económico, cultural”.

¿Qué modelos universita­rios podrían tomarse como ejemplo para aplicar en la Argentina? A juicio de este especialis­ta en innovación educativa, “Minerva [en San Francisco, Estados Unidos] da muy buenas pistas y pautas. Tiene un diseño curricular orientado por la neurocienc­ia y dirigido a aprender a resolver problemas. Tiene integració­n de tecnología para favorecer el aprendizaj­e activo. Hace experiment­ación con las organizaci­ones, funcionari­os y directivos de la vida real desde el primer día y tiene interacció­n social multicultu­ral. Estos elementos deberían ser los pilares de cualquier proyecto institucio­nal universita­rio”.

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