Una vida más larga, el desafío de los sistemas previsionales
La gente más longeva obliga a reformular los modelos financieros que les aseguren los ingresos a los jubilados; el riesgo es caer en una política de ahorro excesivo
EEn 1965 André-François Raffray, un abogado de 47 años en el sur de Francia, hizo el negocio de su vida. Encantado por un departamento en Arles, persuadió a la viuda que vivía allí de pagarle 2500 francos (por entonces unos US$ 500) al mes hasta que muriera, a cambio de que ella se lo dejara en su testamento. Como la viuda ya tenía 90 años, parecía una apuesta segura. Treinta años más tarde Raffray estaba muerto y la viuda, Jeanne Louise Calment, seguía adelante. Cuando murió, a los 122 años, habiéndose convertido en la persona más vieja del mundo, la familia Raffray le había pagado más del doble del valor de su casa.
Subestimar cuánto tiempo vivirá alguien puede ser costoso, como han estado descubriendo los gobiernos demasiado generosos y los fondos privados de pensión endeudados. Se ven en dificultades para mantener las promesas hechas en tiempos más prósperos. Las jubilaciones estatales siguen siendo la principal fuente de ingresos para la gente de más de 65 años en toda la OCDE, pero hay grandes diferencias entre países. En Estados Unidos y Gran Bretaña las jubilaciones estatales reemplazan alrededor del 40% de los ingresos previos, pero en algunos países europeos puede ser el 80% o más. Donde representa una gran proporción del ingreso total de los jubilados, como en Italia, Portugal y Grecia, la fuerza laboral en reducción tendrá cada vez más dificultades para financiar a un grupo creciente de jubilados.
Los planes de jubilación privada, que complementan la provisión del Estado, han estado pasando de esquemas de beneficios definidos, por los que se les promete a los trabajadores un monto fijo de ingreso en su retiro, a esquemas de contribución definida, donde los trabajadores mismos corren con los riesgos. Tales planes son buenos para los empleadores, pero complicados para los individuos, que se vuelven responsables personalmente de asegurar que no se quedarán sin ahorros antes de morir. La nueva etapa de vida que ahora emerge entre el trabajo y la vejez agrega una nueva complicación. Para responder a estos cambios, el sector financiero debe ser reformado.
Primero, tiene que actualizar el rígido modelo de ciclo de vida en tres etapas en el que se basan la mayoría de sus productos. Segundo, tiene que resolver dos problemas opuestos, pero igualmente preocupantes: el ahorro insuficiente en la vida laboral y el exceso de ahorro durante el retiro. Lo primero pone presión sobre la provisión estatal, lo segundo lleva al subconsumo, al quedar dinero bajo el colchón. Tercero, se necesita de un enfoque más creativo para la variedad de activos a los que deben poder recurrir los jubilados, incluyendo sus casas, que hasta ahora han tenido escasa incidencia en la provisión para la vejez.
“En una vida de múltiples etapas, la idea de llegar a un precipicio de jubilación a los 65 años y luego vivir de un ingreso fijo es anticuada”, dice Alistair Byrne, de State Street Global Advisors, una gerenciadora de fondos. Sus clientes, muchos de los cuales piensan trabajar más allá de la edad normal de jubilación, están pidiendo más flexibilidad para tener acceso a sus ahorros a edad más temprana. También quieren ingresos seguros para la última fase de sus vidas. “No es para nada obvio que el sector tradicional de los fondos de jubilación, que aún ve la vida como un evento en tres etapas, sobrevivirá esta transición”, dice Andrew Scott, de la London Business School.
Nada en el chanchito
Mucha gente simplemente no ahorra lo suficiente. Aproximadamente un 40% de los estadounidenses llegan a la jubilación sin ahorros en las ampliamente utilizadas cuentas de jubilación como las IRA o 401(k). En Gran Bretaña, 20% de las mujeres y 12% de los hombres entre 55 y 65 años no tienen ahorros para la jubilación, según Aegon. Pero con el fin de los planes de beneficios definidos, la elevación de la edad de jubilación y la extensión constante de la expectativa de vida, la mayoría de los trabajadores de hoy tendrán que ahorrar más de lo que lo hicieron sus padres. Algunos no ganan lo suficiente como para guardar dinero, pero para muchos el problema está en sus mentes: sistemáticamente subestiman el tiempo que vivirán y sobreestiman cuánto les durará su dinero. Al trabajar más gente por cuenta propia, lograr que ahorren para la vejez se vuelve cada vez más importante.
Una solución es permitir un uso más flexible de los fondos de jubilación, lo que puede alentar a la gente a ahorrar más. Pero es improbable que un empujoncito baste.
“La gente necesita un empujón fuerte”, dice Myunki Cho, del centro de Investigaciones de Jubilación de Samsung, en Seúl. Algunos países, como Dinamarca y Holanda, dan ese empujón haciendo que la inscripción en planes de jubilación sea más o menos obligatoria. Sin llegar a eso, la autoinscripción, introducida recientemente en Gran Bretaña, y la autoescalada (aumentar los aportes con el paso del tiempo) también pueden ayudar.
A menudo, lo que necesita la gente es sólo tener confianza en que realmente puede gastar un poco más en sí misma. Al mismo tiempo, muchos jubilados gastan menos de lo que pueden, lo que crea otros problemas. Ronald Lee y Andrew Mason han encontrado que en la mayoría de los países ricos las personas mayores son ahorristas netos. Dado que no pueden estar seguros de cuánto vivirán ni cuál será el estado de su salud, y no tienen manera de predecir la inflación, las tasas de interés y los mercados, claramente se les impone ser cautos. Pero Chip Castille, de BlackRock, un administrador de fondos, cree que el exceso de ahorro a menudo es no intencional. “Sería una coincidencia extraordinaria que uno ahorrara exactamente lo que necesita para su retiro”, dice.
Esto va a al corazón de por qué algunos
Un estadounidense de 50 años tiene el 50% de chances de terminar en un geriátrico
Muchos mayores encontraron en Airbnb una oportunidad para tener un ingreso extra
economistas son pesimistas respecto de las sociedades que están envejeciendo. En una fase en la que la gente mayor debiera estar gastando libremente, muchos acumulan riqueza, dice David Sinclair, de Ilcuk. Cree que las mayores libertades en el manejo de los fondos jubilatorios otorgadas en Gran Bretaña en 2015 llevarán con mayor probabilidad a la frugalidad que a lanzarse a gastar.
Este ahorro excesivo accidental aumentará en un mundo de planes de contribución definida, predice Tony Webb, economista de la New School, en Nueva York. Si tiene la opción, la gente armará sus propios planes en vez de comprar anualidades que ofrecen un ingreso de por vida acordado a cambio de una suma fija. Si mueren jóvenes, el dinero será una bonanza para su herederos. De modo similar, dado que es difícil acceder a la riqueza encerrada en el valor de una casa en vida del propietario, gran parte de esto también será heredado, dice Webb. Elevar la tasa del impuesto a la herencia podría resultar, pero es igualmente importante un mejor seguro de retiro. Esta riqueza dormida, que a menudo no es invertida ni gastada, está impidiendo a muchos de los mayores más jóvenes realizar su potencial económico pleno. “A menudo la gente sólo necesita tener confianza en que hicimos bien las cuentas y que realmente pueden hacer una donación o gastar un poco más en sí misma”, dice Kai Stinchcombe, de True Link, una firma de asesoramiento financiero para jubilados.
Tenga cuidado
Según dónde viva la gente, cuánto gane y si tiene familiares dispuestos a cuidarla, uno de los mayores riesgos financieros del envejecimiento puede ser el gasto en cuidados para el fin de la vida. Un estadounidense de 50 años tiene un 50% de probabilidades de terminar en un geriátrico, estiman Michael Hurd y colegas de RAND, una organización de investigaciones en Estados Unidos. En Gran Bretaña, un estudio oficial de cuidados de largo plazo consideró que en 2011 un cuarto de las personas mayores en Gran Bretaña precisó muy pocos cuidados hacia el fin de la vida, pero un 10% enfrentaron costos superiores a las 100.000 libras.
La mayoría de los países tendrán que encontrar una mezcla de provisión pública y privada para pagar costos de cuidados a largo plazo. Un mercado de seguro que funcione bien debiera ser una parte importante de esto, pero el seguro para cuidados no ha logrado despegar mayormente. Proveedores estadounidenses que se lanzaron entusiastamente a este negocio en los ‘90 se quemaron cuando los clientes necesitaron más cuidados de lo esperado, y la experiencia los sigue marcando.
Cada país tiene sus propias peculiaridades, pero hay cuatro factores comunes que ayudan a explicar el fracaso del mercado. Primero, es incierto el futuro de los servicios públicos de cuidados. Segundo, pese a, o debido a esto, mucha gente cree que no necesita seguro porque el Estado o su familia los cuidará. Tercero, el mercado está sujeto a “selección adversa”, la probabilidad de que el seguro interesará sólo a los que tienen más riesgo de necesitar cuidados. Y cuarto, los costos de los cuidados son impredecibles y podrían salirse de control en el futuro. Como resultado de ello, las aseguradoras evitan el mercado de los cuidados por completo o cobran primas exorbitantes y ponen muchas restricciones.
Como sucede con cualquier riesgo importante, los pozos de dinero tienen que ser grandes para hacer que funcionen los productos de protección. La manera más fácil de lograr esto es hacer obligatorio el seguro, como en Alemania.
Una alternativa es la auto inscripción en un esquema púbico-privado, con la posibilidad de salir del mismo, método con el que está experimentando Singapur. Como mínimo parece requerirse alguna medida de intervención estatal –tal como ofrecer un reaseguro para los riesgos más catastróficos– para que pueda establecerse el mercado. Pero quizás el mayor problema sea que las políticas oficiales se interrumpen o cambian demasiado a menudo.
Las aseguradoras podrían ayudar en no menor medida ofreciendo productos híbridos, como un seguro de vida con la opción de un anticipo, si el cliente necesita cuidados, o anualidades que paguen un ingreso más bajo de lo habitual pero pasan a una tasa más alta de lo usual, si se hacen necesarios niveles de cuidados preestablecidos. Y existe la necesidad de garantías más claras contra aumentos inesperados de las primas. Pero lo más importante es que los aseguradores tendrán que persuadir a la gente de que se inscriba mucho antes de que requieran ayuda.
De lejos la razón más común de que alguien necesite cuidados de largo plazo es que sufre de Alzheimer o alguna otra forma de demencia. Globalmente, alrededor de 74 millones de personas tienen demencia. Sin un avance médico importante, esta cifra podría aumentar a 132 millones para 2050, según el Informe Mundial de Alzheimer. Un estudio encontró que la gente que sufre de demencia representa cuatro quintos de todos los que se encuentran en geriátricos en todo el mundo.
A falta de otras opciones, para mucha gente su respaldo último es su hogar, aunque pocos propietarios lo ven así. En el mundo rico, gran parte de la riqueza de los hogares de ingresos bajos y medios está en ladrillos y cemento. Con los precios de las viviendas por las nubes en muchos países, liberar parte de ese valor podría beneficiar grandemente a los jubilados ricos en activos pero pobres en efectivo, así como a la economía en general.
La herramienta más obvia para esto es una hipoteca inversa, que permite a los propietarios cambiar parte del valor de su hogar por una suma o un ingreso constante para su jubilación. Pero no se usa ampliamente. En Estados Unidos, el año pasado se vendieron menos de 49.000 hipotecas inversas, la mayoría provistas por sólo unos diez bancos. Escándalos de ventas erróneas en los primeros tiempos ahora parecen haber sido resueltos, dice Jamie Hopkins, del American College of Financial Services , pero estas hipotecas asustan a la gente, que teme perder su hogar. Debido a la falta de competencia estos productos siguen siendo costosos. Financistas importantes podrían ayudar a expandir el mercado.
Mientras tanto, las personas mayores cuyos hijos ya han dejado el nido y con espíritu emprendedor han encontrado otra manera de aprovechar sus activos: Airbnb. La gente de más de 60 es el grupo de anfitriones en más rápido crecimiento en el sitio de hogares compartidos y reciben las calificaciones más elevadas. Casi la mitad de los anfitriones mayores en Europa dicen que el ingreso adicional los ayuda a quedarse en sus casas.
Cuanto más tiempo vive la gente, tanto más variado se vuelve su ciclo de vida. Los trabajadores tomarán licencias para cuidar niños o volver a los estudios; los jubilados buscarán nuevo empleo o iniciarán un negocio. Los proveedores financieros tienen que advertir estas necesidades cambiantes y atenderlas. Eso incluye ayudar a financiar tecnología que podría mejorar enormemente la fase final de la vida.