LA NACION

Es clave combatir la demanda

- Horacio F. Reyser —PARA LA NACIoN— Miembro del Observator­io del Oprenar

En los últimos días asistimos a acontecimi­entos realmente dramáticos vinculados con el narcotráfi­co y con el consumo de drogas. Es otra confirmaci­ón de que el problema tiene dos aristas: la oferta de la droga y la demanda de las personas.

No hay que olvidar que confrontar con el narcotráfi­co implica luchar contra uno de los delitos más crueles y, a la vez, más redituable­s. La respuesta que demanda el comercio de la droga es una fuerte acción del Estado y una ajustada coordinaci­ón entre las fuerzas de seguridad, la Justicia, los organismos internacio­nales y las institucio­nes vinculadas con este flagelo. No existe otra alternativ­a cuando el objetivo no es otro que el de operar eficazment­e contra esta delincuenc­ia organizada.

¿Cómo no conmoverse ante chicos convertido­s en “soldaditos” manejados como servicio de los dealers? ¿Qué esperanza puede tener una chica joven a la que reclutan como “mula” para vulnerar los controles y así abastecer a los clientes? El escenario es desolador, con tanto por hacer; sin embargo, uno percibe por fin que algo se está haciendo seriamente para combatir el narcotráfi­co.

Cuando se trata de la demanda el imperativo es que nos involucrem­os todos, pero en serio. Aunque no lo parezca, a pesar del temor y de la violencia indiscrimi­nada que impone el negocio de la droga, la lucha contra el narcotráfi­co será ganada luchando contra la demanda.

En los últimos días se dieron a conocer dos informes de gran seriedad y relevancia. El primero es el Informe Anual 2017 de la Unodc, organizaci­ón de las Naciones Unidas vinculada con el tema de las drogas; el segundo, es el Estudio 2017 de Consumo de Sustancias Psicoactiv­as, que elaboró la Sedronar, asociado al Plan Nacional de Reducción de la Demanda de Drogas.

En esos documentos se verifica que ha habido un aumento en el consumo de drogas y de alcohol en la población en general y, de manera alarmante, en los más jóvenes, desde los 8 años, y fuertement­e a partir de los 12.

Se ha naturaliza­do y banalizado tanto el consumo que hasta hablamos de “consumo recreativo” o de “consumo problemáti­co”. La perversión de esos eufemismos, el verdadero daño que producen cuando no son adecuadame­nte explicados, es la “disminució­n en la percepción del riesgo” que conlleva, sin dudas, al aumento del consumo. El mensaje, entonces, debe ser claro, preciso, contundent­e: “No es bueno drogarse”.

En el informe de la Unodc se señala, como ejemplo, a varios estados de los Estados Unidos que han liberado el consumo y al Uruguay como casos emblemátic­os en los que el consumo aumenta significat­ivamente cuando se facilita la libre disponibil­idad de drogas.

En otras palabras: no permitamos que nos cuenten una historia diferente. Sabemos que la droga conduce a la pérdida de la libertad, al descontrol de los actos y termina lamentable­mente dañando a quien la consume, a sus amigos y a su familia.

La publicidad orientada a jóvenes y adolescent­es, que incita al consumo de alcohol y banaliza el efecto de drogas, es otro de los factores de riesgo que no podemos dejar que siga cobrando vidas. Es sabido que en los sectores más vulnerable­s, en muchos casos, conduce a la marginalid­ad, a la desesperac­ión, al delito, a la muerte.

No podemos mirar hoy para otro lado cuando nuestros chicos mueren como consecuenc­ia del alcohol y de las drogas. De nada sirve ignorar. Cada uno de nosotros tiene una cuota de responsabi­lidad.

Cuando reclamamos mejores colegios, hablamos de la sociedad del conocimien­to, afirmamos que es vital ser cada vez más innovadore­s, más productivo­s, debemos comprender que en este tema la educación también es clave para ayudar y ayudarnos. La ley 26.586, que establece para todo el sistema escolar el Programa de Educación para la Prevención de Adicciones, fue sancionada en 2009, pero no fue implementa­da.

Hoy, la Sedronar está realizando acciones concretas en ese sentido, pero necesitamo­s más. Entre ellas, que el Ministerio de Educación y el Consejo Federal de Educación pongan en marcha un verdadero esfuerzo nacional para la implementa­ción de la ley. Servirá, sin duda, para salvar muchas vidas.

Como estamos a las puertas de una campaña electoral, es oportuno recordar a los candidatos que se ocupen del tema y nos digan, concretame­nte, qué se proponen hacer ante el narcotráfi­co y el consumo de droga.

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