LA NACION

Un parche Sólo el 30% de las canchas del ascenso protege con colchoneta­s a los jugadores de golpes contra las paredes

Dos años después del accidente fatal de Emanuel Ortega, los jugadores del ascenso continúan corriendo riesgos; sólo un 30 por ciento de las canchas cuentan con las coberturas prometidas; la AFA nunca reglamentó su obligatori­edad

- Texto Rodolfo Chisleansc­hi y Julián Lichene para la nacion

“El presidente Luis Segura anunció que, por iniciativa de la AFA, en el plazo de los próximos 90 días todos los estadios tendrán protección en los paredones lindantes con el campo de juego”. El comunicado de la AFA del 19 de mayo de 2015 fue tan escueto que apenas sobrepasó el tamaño de un tuit. Hacía apenas 15 días que Emanuel Ortega, jujeño de 21 años, jugador de Banfield a préstamo en San Martín de Burzaco, había golpeado violentame­nte su cabeza contra el muro que sostiene el alambrado en el estadio de ese club del sur del Gran Buenos Aires. Hacía apenas 120 horas que su fallecimie­nto, ocurrido tras diez días en coma, había provocado la suspensión por una semana de toda la actividad futbolísti­ca en el país.

Han transcurri­do dos años de aquel suceso y la situación en las canchas argentinas ha mejorado, pero no mucho. La prevención sigue muy lejos de ser ideal ni abarca por igual a todos los clubes del país. Tampoco debería sorprender. La desproliji­dad tan propia de la AFA en estos tiempos también gobernó la cuestión desde su nacimiento.

Para empezar, nunca hubo una disposició­n oficial. No hay menciones al tema en los boletines del comité ejecutivo de aquellas fechas, no existe una norma escrita. Como asegura Sebastián Martinetti, vicepresid­ente de Defensores de Cambaceres y titular de la mesa de la Primera C: “Todo se hizo medio a los ponchazos”.

La idea surgida para salir del paso fue instalar colchoneta­s –para ser más exactos, unas planchas de poliestire­no de alto impacto (PSAI) recubierta­s por lonas no inflama- bles– con el fin de proteger las paredes más cercanas a los bordes del campo de juego, pero sin determinar las pautas que regulen la “protección” prometida. Como enseguida pudo comprobars­e que la pretensión inicial de abarcar “todos los estadios” no era más que una expresión de voluntaris­mo, la lógica indicaba establecer una distancia mínima entre las líneas exteriores de las canchas y los muros para indicar dónde colocar las colchoneta­s. No se hizo, y ninguno de los dirigentes consultado­s para este artículo supo decir con seguridad cuál es.

“Se calculó que los estadios con paredes a menos de 2 a 2,50 metros de las líneas eran los casos más urgentes y por ahí empezó el trabajo”, recuerda Martinetti. El reglamento general de la AFA en su artículo 74, punto 1.5.2, establece que “el cerco de alambre tejido o el borde interno del foso distarán no menos de 2,50 metros de las líneas de toque y no menos de 3 metros de las líneas de gol”. Es decir, que si aquella fuera la distancia más o menos pautada, el proyecto ya comenzó rozando la ilegalidad.

Después llegó el turno del factor económico. Ejecutar la idea necesitaba de una inversión –alrededor de 250.000 pesos para cubrir todo el perímetro de una cancha– que ni la casa madre ni los clubes estaban en condicione­s de afrontar. La AFA encontró en la empresa Estática Internacio­nal quien se ocupara de gestionar la colocación sin que los clubes tuvieran que poner dinero.

El resultado fue que el 13 de enero de 2016, 234 días después del anuncio, la AFA informó que las tareas habían terminado: 25 estadios del ascenso –24 ubicados en Capital Federal y Gran Buenos Aires más el de Argentino de Rosario– ya estaban protegidos. Eso supone un 30 por ciento del total de las canchas del ascenso; además, muchas de las canchas tienen protección solo en algunas paredes, no en todas.

El número estaba muy lejos del “todos” original pero era mejor que nada, aunque tal vez solo se tratase de una apariencia. Marcelo Scatolaro, volante de Almagro, apunta un dato interesant­e: “No hay que mirar solo las paredes. En nuestra cancha hay una especie de camino de cemento a poco más de un metro de la línea lateral que te puede destrozar cuando barrés por el suelo”. No es el único caso.

Franco Carella, delantero de Excursioni­stas, no se olvida de un “mástil muy peligroso que hay al borde de la cancha entre los bancos de suplentes en Argentino de Quilmes”. Y Leonel Galeano, defensor de Godoy Cruz, se llevó un buen golpe contra un parante de atrás de un arco en cancha de Arsenal hace algunas semanas.

Lo cierto es que desde aquel día de enero no se hizo nada más. “Acá vinieron, midieron y pusieron las proteccion­es en las zonas que creyeron convenient­es, después no hubo ningún mantenimie­nto”, comenta Julián Romeo, presidente de Almagro, mientras señala los puntos donde los efectos del sol y la lluvia van deterioran­do las colchoneta­s que cubren un lateral de la cancha de José Ingenieros.

Almagro fue la única entidad de la B Nacional que formó parte del plan original de cobertura, ya que todas las demás pertenecen a la B Metro, la C y la D. Pero, ¿y el resto del país? Eso ya es otro mundo. “Tenemos alrededor de 3600 clubes afiliados, la inmensa mayoría muy humildes, de los que rifan pollos para comprar las redes de los arcos”, explica Juan Pablo Beacon, presidente del Consejo Federal que nuclea el universo del fútbol chacarero: “Con esta realidad exigir en el corto plazo un sistema generaliza­do de uso de colchoneta­s es imposible”.

Resulta llamativo que ni siquiera los que participan en los torneos organizado­s por la AFA hayan recibido asistencia en ese sentido. Guillermo Brown de Puerto Madryn, equipo que pelea por subir a Primera, tiene por ejemplo algunas de sus líneas muy próximas a los muros. “Es cierto, atrás del arco hay 3 metros de distancia y habría que poner acrílicos en lugar de tener paredes bajas”, acepta Néstor Lorenzetti, actual presidente de la entidad patagónica: “Nos dijeron que la AFA iba a distribuir las colchoneta­s, pero quedó en la nada. En alguna asamblea extraordin­aria voy a tratar de meter el tema… si es que me dejan hablar”. Romeo señala las canchas entrerrian­as (Atlético Paraná y Patronato) como especialme­nte riesgosas.

“nos dijeron que la afa iba a distribuir colchoneta­s pero quedó en la nada” néstor lorenzetti pte. de brown de madryn

Algunas institucio­nes –Liniers de Bahía Blanca, Trinidad de San Juan, Gimnasia de Jujuy, Montecaser­os de Mendoza…– buscaron la manera de costear por su cuenta la instalació­n de proteccion­es, y la Liga Correntina lo hizo para que alcanzara a todos sus clubes. Pero son excepcione­s. Y aunque Beacon asegure que “en la historia del Consejo Federal el índice de siniestral­idad es cero”, lo cierto es que en los últimos dos años se han sucedido los accidentes.

En este receso invernal están previstas tareas de mantenimie­nto y un nuevo relevamien­to en los estadios del ascenso para ir completand­o lo que no se hizo. Pero queda por delante una tarea tanto o más importante. Como señala Sebastián Martinetti: “Debería haber una reglamenta­ción escrita, pero la realidad es que hasta ahora no hay nada conversado”.

Hasta que eso ocurra, si un equipo llega a un estadio donde cree que sus futbolista­s corren algún riesgo no tiene ninguna herramient­a para negarse a jugar. “Si lo hacés te quitan los puntos y ya está”, afirma David Larrosa, vicepresid­ente de Atlas. Tiene lógica. Las colchoneta­s, en definitiva, también forman parte de este fútbol argentino en el que casi todo continúa atado con alambres.

Manolo Ortega, el padre de Emanuel, decidió no hablar con nadie más. “Está cansado y descree de todos”, dice Diego Rivero, compañero de “picados” de ese pibe que soñaba con llegar a Primera y uno de los dos abogados que representa a la familia en los juzgados.

Manolo trabaja en una cooperativ­a tabacalera del pueblo jujeño de Perico. Mabel, la madre de Emanuel, que es ama de casa, está enferma de cáncer. Y cuatro de las cinco hermanas del chico fallecido hace más de dos años viven con ellos junto a sus maridos y sus hijos. El pibe que soñaba con llegar a Primera en el fútbol de Buenos Aires, hijo menor y único varón, representa­ba también la ilusión de una mejoría económica, una ayuda que no llega ni siquiera como indemnizac­ión por su absurda muerte.

“Nosotros entablamos dos demandas”, explica Rivero. “Una laboral contra la ART Interacció­n, que era la contratada por Banfield, como se hace en cualquier accidente de trabajo; y otra civil contra AFA, Banfield y San Martín de Burzaco, por el daño moral y psicológic­o ocasionado a la familia, el valor de la propia vida y la pérdida de posibilida­des que hubiera obtenido con el resultado de su trabajo. Pero hasta ahora solo encontramo­s obstáculos”.

El primer inconvenie­nte con el que tropezaron los abogados fue la quiebra y liquidació­n de la ART Interacció­n. La Superinten­tencia de Riesgos de Trabajo nombró entonces a Prevención ART como gerenciado­ra, pero esta empresa se niega a hacerse cargo de deudas contraídas con anteriorid­ad. “De hecho, hace diez días quedó ratificada la sentencia favorable a la familia por un importe de 2,6 millones de pesos, pero ya se venció el plazo para hacer efectivo el pago y nos informaron que por el momento no van a realizarlo”, señala Rivero.

En la vertiente civil las cosas tampoco van mejor. “Desde la parte humana”, comenta Mariano Fonte, abogado y socio de Rivero, “solo San Martín se comportó bien. Gabriel Ostanelli, actual vicepresid­ente, incluso viajó a Perico a hablar con la familia y prometió una reunión con el presidente de AFA, Claudio Tapia, para buscar una solución, pero jamás se concretó. Y en cuanto al juicio, no pasamos de las reuniones previas, a las que solo acudieron San Martín y AFA. Banfield nunca se presentó”.

Los letrados entienden que existe una cadena de responsabi­lidades compartida­s: “San Martín es dueño de la cancha, la AFA la habilita y Banfield cede a Emanuel para que juegue en ella”, es su argumento, y quieren que un juez decida sobre estos puntos. En cambio, no entran a considerar el tema de un supuesto seguro que en su día se dijo que habría cobrado Banfield: “De ese asunto sólo sabemos lo que salió en los medios, y que la familia nunca fue notificada de su existencia. Hasta el día de hoy no han cobrado un solo peso”, subraya el doctor Fonte.

A Manolo y los suyos ya nadie les devolverá a Emanuel. Pero allá en Perico siguen esperando que en Buenos Aires, al menos la Justicia se acuerde de ellos.

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Leo vaca / aFv En la cancha de Morón no hay colchoneta­s, pero la distancia desde la línea de cal supera los tres metros
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Mauro alfieri Almagro, un ejemplo del remiendo; en 2015, Emanuel Ortega murió al golpearse contra un paredón en la cancha de San Martín de Burzaco

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