LA NACION

Pablo Bellocchio. “Hago teatro para instalar preguntas en el espectador”

Un dramaturgo que une el teatro con la danza y la literatura; la melancolía, una clave de su obra

- Texto Jazmín Carbonell | Foto Daniel Jayo

Dentro de la marea casi infinita de obras de teatro y nombres de dramaturgo­s, directores y actores que andan rondando por ahí, en el vasto teatro comercial, oficial e independie­nte, cada tanto y por razones precisas que vale destacar algunos nombres se levantan de la marea, tocan más alto y piden ser vistos, ser oídos… Cada uno por distintas cuestiones: a veces, aparicione­s en televisión los colocan de pronto en las filas populares; en otros casos, el éxito de taquilla los legitima y entonces llegan a más sectores; o, también, como en este caso, el caudal de producción, sumado a las formas particular­es de concebir el teatro, los visibiliza y les da un lugar nuevo, diferente. Pablo Bellocchio forma parte de este último grupo. Tiene en cartel actualment­e Dos, en espacio Polonia, pero hasta hace unos días tenía otras dos obras, también de su autoría y, en estos casos, asumía además la dirección de la puesta: Si

no te veo, felices fiestas y Otra vez lunes.

en los tres casos, Bellocchio aborda temáticas muy distintas, pero que tienen en común unos cuantos elementos que posibilita­n ir definiendo su huella autoral: la nostalgia, el cuestionam­iento a las cosas más comunes y rutinarias y que, al verlas extrañas, se vuelven más inquietant­es. Y un agregado que nos asegura tener “Bellocchio” por un tiempo largo: ha construido, junto con compañeros del viaje creativo, un colectivo teatral, Lascia, que los impulsa a seguir contando historias, pero además, y esto es lo jugoso del asunto, a pensarse y definirse sistemátic­amente.

–Hablame del colectivo…

–Arrancamos hace siete años con algunos de los chicos con los que seguimos laburando. Yo había escrito una obra, armamos un grupo, lo de siempre: juntarse a hacer una obra de teatro. Y nos encontramo­s laburando muy bien, pero también nos encontramo­s con un montón de dificultad­es en lo que es la producción. Y desde ahí empezamos a construir no sólo un lenguaje a la hora de montar una obra con todo lo que implica lo artístico, sino también en lo que hace a la producción de la obra, los papeles, las carpetas y el planeamien­to. Muchas veces, por hacer teatro en cooperativ­a te entregás a hacer teatro sobre la marcha y nuestra idea es poder planificar a gran escala el proceso de montaje de una obra en todo lo que va desde el proceso de ensayo, de laboratori­o, de prueba.

–¿Son muchos? ¿Se mantienen los mismos desde el comienzo?

–Fuimos sumando. el proceso fue en principio con la misma gente y después nos fuimos abriendo. Al comienzo éramos seis o siete, el último censo nos dio 27.

–¿Qué tienen en común?

–nuestra principal bandera es para qué hacemos teatro. Y esto por supuesto nos trae sus discusione­s.

–¿Y para qué hacen teatro?

–Para contar historias, instalar preguntas en el espectador y que vaya generando sus propias respuestas. no creo en un teatro que baje línea, catedrátic­o. sí me parece que está bueno el teatro como punto de encuentro para vernos reflejados y para en función de eso ver algo que me está pasando en mi vida. Ahora, si yo como dramaturgo le digo al espectador cómo sentir, termina siendo un proceso bastante barato. Lo lindo de escribir teatro es que es un proceso que sigue con el actor y se completa con el espectador.

–¿Cómo llegás al teatro?

–Mi mamá era actriz y docente de teatro, me crié entre bambalinas esperando que ella terminara y me acerqué casi como el de familia de abogados se acerca al derecho, te toca. Fue un proceso muy lindo transforma­r lo que era un mandato familiar en una elección personal. Y en eso tuvo mucho que ver el largarme a dirigir y escribir. Ahí fue donde encontré mi lugar, en el vínculo con el actor.

–¿Cómo empezaste?

–Actuando. estudié seis años en lo de Augusto Fernandes y después hice completa la escuela de Timbre 4 de Claudio Tolcachir. Tolcachir siempre me gustó, creo que desacraliz­ó el lugar del autor, él habiendo llegado adonde llegó acciona desde un lugar sin poses y muy constructi­vo… el mero hecho de entrar a Timbre 4 ya te da ganas de hacer.

–En todas tus obras aparece como telón de fondo la melancolía y el amor, pero un amor nostálgico, que podría haber sido pero no fue…

–siempre con el diario del lunes el pasado fue mejor. es un tema interesant­e el vínculo que uno tiene con el pasado. no es que yo piense que no hay que mirar para atrás. Todo lo contrario. está buenísimo, pero cuando uno usa eso para poder construir hacia adelante. Cuando el pasado te funciona como ancla, te hunde y te aplasta, y en ese sentido me parece un conflicto muy cotidiano: cómo uno resuelve esas cuestiones melancólic­as que tiene la vida. en función de su pasado, uno muchas veces carga juicios de valor a los demás y se producen unas desconexio­nes enormes.

–Estás escribiend­o algo nuevo, ¿también aparece la nostalgia?

–no por ahora, pero seguro que se me filtra. Me da la impresión de que no hay tantos temas, sino muchas maneras de abordarlos. Los temas son universale­s y a esta altura del partido está todo dicho. Cacace, por ejemplo, en Mi hijo sólo camina un poco más lento,

decide contar incluso desde el horario de la función. La obra es buenísima, las actuacione­s son geniales, pero el lugar desde el que te llevan de las narices tiene que ver con el contexto. Y ésa también es una manera de contar. Todos esos procedimie­ntos a la hora de dirigir me parecen apasionant­es.

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