LA NACION

Maternidad adolescent­e

Nacen por año 3000 bebes de madres menores de 15.

- Fabiola Czubaj

En la Argentina, cada año nacen unos 3000 bebes de madres niñas. Son las que tienen menos de 15 años. En el 81% de los casos, tienen entre 10 y 14 años. “Cuanto menor es la edad de la madre, más probable es la existencia de abuso sexual y mayores son los riesgos de salud asociados para ellas y sus hijos”, señala Unicef Argentina en el informe sobre el estado de la adolescenc­ia que presentó ayer en el Centro Cultural Recoleta.

La proporción de embarazos adolescent­es es preocupant­e. Alrededor de un 15% de los partos registrado­s por año es de una madre adolescent­e, tendencia que se mantiene estable desde hace más de una década. Pero especialme­nte en las menores de 15 los valores no ceden. En 2015, último año de estadístic­as vitales publicadas, nacieron 770.040 bebes: 111.699 eran de madres menores de 19 años, incluidos 2787 de madres niñas.

“La situación empeora, en término de brechas y desigualda­des, si se analiza la informació­n a nivel provincial –se afirma en el documento de Unicef–. En provincias como Chaco, Formosa y Misiones, uno de cada cuatro partos es de una madre adolescent­e.”

Organizaci­ones de la sociedad civil vienen llamando la atención sobre este problema de salud pública y social. Mientras tanto, autoridade­s sanitarias y educativas nacionales y provincial­es repiten que la mitad de las chicas que quedan embarazada­s están fuera del sistema educativo.

Pero esa realidad no se revierte. Cifras oficiales del año pasado indican que una de cada cuatro madres niñas no termina la primaria y casi el 12% de las adolescent­es que dejan el secundario lo hacen porque quedan embarazada­s o tienen que cuidar al hijo o a un hermano pequeño.

“Un 15% de madres adolescent­es es un porcentaje altísimo, y en algunos lugares llega a más del 25%, lo que dice que el país tiene índices realmente muy altos”, dijo Florence Bauer, representa­nte de Unicef en la Argentina.

La respuesta, según planteó, debería incluir desde acceso de los chicos y chicas a la salud sexual y reproducti­va hasta la capacitaci­ón del equipo médico, cambios culturales e informació­n oportuna. “El embarazo precoz no es fácil y eso las chicas lo dicen ya con el bebe en brazos”, indicó Bauer.

El 60% de los casos no es planificad­o. El 70% de los varones y el 60% de las chicas no acceden de manera gratuita a algún método anticoncep­tivo. Uno de cada cinco partos de menores de 19 es segundo hijo.

En nuestro país viven 5.617.003 chicos y chicas de entre 10 y 18 años. El “Posicionam­iento sobre la adolescenc­ia: para cada adolescent­e una oportunida­d” de Unicef repasa los derechos de los jóvenes a la salud, la educación, la inclusión social, la justicia, la participac­ión ciudadana y la protección ante la violencia y el trabajo infantil. “En cada uno surgen problemas complejos –dijo Bauer–. Hay una falta de informació­n en la población sobre la adolescenc­ia. Hay prejuicios: se los ve más como un problema que como personas con oportunida­des.”

Más que anticoncep­ción

Para los especialis­tas en salud adolescent­e, el embarazo precoz no se previene sólo con el acceso a la anticoncep­ción. Las causas y los entornos en los que sucede varían en las más chicas. “La gran mayoría de esos embarazos no planificad­os son producto del abuso de varones mayores o de pares que, de manera abierta o solapada, las obligan a tener relaciones”, explicó Mabel Bianco, que preside la Fundación para el Estudio de la Mujer (FEIM).

Para Nina Zamberlin, oficial de programas de la Federación Internacio­nal de Planificac­ión Familiar (IPPF, por su sigla en inglés) Hemisferio Occidental, los 3000 embarazos de madres niñas “son una luz roja porque no disminuyen desde hace más de 20 años. Esto es porque no les estamos prestando atención. No hay políticas dirigidas a ese grupo”.

Una de las recomendac­iones de Unicef al país es “visibiliza­r el embarazo no intenciona­l en la adolescenc­ia como un problema de política pública”, además de fortalecer esas políticas con educación sexual integral (ESI) desde la escuela.

Bianco y Zamberlin coincidier­on en que la ESI, como la plantea la ley (un derecho), está entre los grandes faltantes en esas políticas. “Y eso no puede traer más que beneficios porque los chicos van a estar mejor armados para iniciar su vida sexual, con un fuerte trabajo en prevención del abuso”, dijo Zamberlin. Bianco agregó: “Ante la disminució­n de la edad de inicio sexual, necesitamo­s con urgencia que sepan cómo cuidarse del embarazo y las infeccione­s de transmisió­n sexual, y para que puedan elegir tener relaciones”.

La estrategia se completa con el acceso a lugares de atención amigables e interrupci­ón legal del embarazo precoz. “Por debajo de los 13 años, el consentimi­ento nunca es válido y en la niña hay una gran afectación de la salud biopsicoso­cial”, recordó Zamberlin.

Patricia Alkolombre, de la Asociación Psicoanalí­tica Argentina y autora de Deseo de hijo. Pasión de hijo, coincidió: “Son embarazos en niñas que en el mejor de los casos están encontránd­ose con la sexualidad. Esto las obliga a una maduración física acelerada, que no va junto con la emocional o psíquica”.

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