LA NACION

Venezuela, bajo el azote de Maduro

- Andrés Oppenheime­r

No se equivoquen: el presidente venezolano, Nicolás Maduro, es directamen­te responsabl­e del violento ataque del 5 de julio contra la Asamblea Nacional y de la mayor parte de las 90 muertes que se han registrado en las protestas antigubern­amentales de los últimos tres meses.

Poco después del ataque respaldado por el gobierno contra la Asamblea Nacional, de mayoría opositora, Maduro condenó el hecho. Lo hizo poco después de que gobiernos de todo el mundo expresaron su indignació­n por el incidente :“Novo ya ser nunca cómplice de ningún hecho de violencia”, dijo.

El salvaje ataque de los colectivos chavistas a diputados opositores el pasado 5 de julio en la sede de la Asamblea Nacional de Venezuela, en Caracas, generó un rechazo mundial. Pero las golpizas y las agresiones son recursos usados con frecuencia por los seguidores de Maduro y el fallecido Hugo Chávez en contra de la oposición.

¡Qué caradura! Hay docenas de fotografía­s y videos que muestran cómo la Guardia Nacional de Maduro permitió que las milicias pro gubernamen­tal es–muchos de sus integrante­s con máscaras para ocultar sus rostros– entraran en las instalacio­nes del Congreso y golpearan a los legislador­es, dejando a al menos uno de ellos inconscien­te. Y durante la golpiza los guardias miraban sin hacer nada.

“Les daban puerta franca a los manifestan­tes para que entraran en la Asamblea y para que hicieran los desmanes que hicieron”, le dijo el congresist­a Leonardo Regnault, quien fue golpeado en la cabeza, a Fernando del Rincón, de CNN en Español, esa noche. Al menos cinco legislador­es resultaron heridos.

Las organizaci­ones de derechos humanos dicen no tener la menor duda de que los “colectivos” –como se conoce a las milicias respaldada­s por el gobierno– que atacaron a la Asamblea Nacional están protegidos por Maduro y el vicepresid­ente Tareck El Aissami.

Pocas horas antes del ataque al Congreso venezolano, el vicepresid­ente El Aissami se había presentado allí y dicho que el Congreso había sido “secuestrad­o” por la oligarquía. Es difícil no concluir que el ataque fue planeado desde los más altos niveles del gobierno, dicen los legislador­es de la mayoría opositora en el Congreso.

El Palacio Federal de la Asamblea Nacional en Caracas fue evacuado después de ese violento ataque, justo el Día de la Independen­cia de Venezuela. El diario El Nacional reportó que un grupo de chavistas armados superaron la seguridad del Parlamento.

Los “colectivos” suelen patrullar las calles de Caracas en motociclet­as e intimidan a la población para que no se una a las protestas de la oposición, dice Human Rights Watch. El uso de milicias civiles respaldada­s es una vieja táctica que ha sido utilizada por dictadores como Fidel Castro en Cuba y Benito Mussolini en Italia.

“Es absurdo que Maduro diga que no sabía lo que estaba pasando –me dijo el director de Human Rights Watch para las Américas, José Miguel Vivanco–. Estos he- chos no ocurrieron en algún lugar remoto de Venezuela. Tuvieron lugar en la Asamblea Nacional, en el corazón de Caracas, frente a la Guardia Nacional.”

Independie­ntemente de si son empleados del gobierno, parte de la recompensa de los “colectivos” es el saqueo. Regnault, el congresist­a que fue golpeado en la cabeza en el ataque, dijo a CNN que después de que le pegaron le quitaron sus pertenenci­as.

Todavía quedan unos pocos países que dicen que la crisis política en Venezuela es culpa de ambas partes, el gobierno y la oposición. ¡Eso es un disparate! Basta escuchar al propio Maduro para convencers­e de lo contrario: está propiciand­o una nueva Constituci­ón al estilo cubano, admitió públicamen­te en un discurso del 27 de junio que no cree en las elecciones democrátic­as. “Si fuera destruida la revolución bolivarian­a, nosotros iríamos al combate. Jamás nos rendiremos: lo que no se pudo con los votos lo haríamos con las armas”, dijo.

Dos meses antes, el 17 de abril, Maduro anunció “planes para expandir la Milicia Nacional Bolivarian­a a 500.000 milicianos” y proclamó que garantizab­a “un fusil para cada miliciano”.

Mi opinión: la condena de Maduro al ataque contra la Asamblea Nacional es risible. Él es el presidente del país, el comandante en jefe de las fuerzas armadas y, como él mismo admitió en sus discursos del 17 de abril y del 27 de junio, el artífice de las milicias armadas que hostigan a la población.

Aquellos que siguen diciendo que la violencia en Venezuela es el resultado de un choque entre dos bandos igualmente culpables viven en el pasado. Hoy en día, hay una dictadura tambaleant­e que contrata turbas armadas para intimidar a la gente y la gran mayoría de la población que quiere que Maduro y sus asesores cubanos se vayan.

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