Cómo ser creativos y reírse en pantuflas
Rondan los 20 años. Son muchos; desbordan el auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional y están contentos. Tremendamente contentos. Porque en ese espacio magnífico –debe haber pocos lugares en Buenos Aires con el magnetismo del edificio concebido por Clorindo Testa–, entre la resonancia de libros, nombres ilustres y herencias consagradas, ellos se dieron cita el viernes pasado, orgullosos y para nada solemnes.
Son alumnos de la Universidad Nacional de las Artes (UNA) y es una gloria verlos así, en estado de alegría pura. El encuentro que se realizó el viernes fue organizado detalle a detalle por quienes actualmente cursan la cátedra Organización y Producción de Eventos, tanto como lo que se presentaba ese día: una plataforma audiovisual donde estudiantes de diversas disciplinas piensan ir subiendo sus trabajos –videoarte, films, cortometrajes de ficción, documentales– e invitar a estudiantes de otras instituciones a que también lo hagan. La flamante plataforma es un canto a las ganas de crear y la aceptación de que ni son tiempos fáciles los que corren ni es, este país, la tierra del millón de oportunidades.
Para quienes asistimos a la presentación quedó claro: el sitio web se pensó como herramienta donde bucear de manera gratuita en nuevas producciones y darse el gusto, aprovechando los amplios márgenes del digital, de hacer circular puntos de vista, búsquedas, formatos. Una apuesta al diálogo entre pares, pero también al mundo laboral; quienes la lanzaron esperan foguearse y trabajar de eso mismo que ahora realizan en el mundo protegido de las aulas.
El sustrato es serio; los modos, desenfadados. Nombre del sitio incluido: Pantufla o Plataforma Artística Nacional de Trabajos Universitarios y Fuente Laboral Argentina. Varios asistentes lucían hogareñas pantuflas en el auditorio de la Biblioteca Nacional. Hubo risas, Franco Torchia como maestro de ceremonias, docentes premiando cortos, euforia.
Ya en casa, pensé que una plataforma como la que armaron los estudiantes del UNA también puede servir para indagar en qué andan los de veintipocos, cuya marca de nacimiento es la del nuevo siglo: los más grandes entre los más chicos; los que vienen al trote, preparándose para entrar en el juego de un mundo difícil, que por derecho es de ellos, pero viene manufacturado por otros.
Y ahí me lancé, nomás: rumbo a pantufla.com.ar, a ver cuáles eran los primeros materiales subidos a la web. Encontré habilidad –cómo no– para manejar los lenguajes audiovisuales, mucho humor, pero también miradas más duras. ¿Qué dicen, en general, esos cortos? Que los que vienen marchando, inmersos en la sociabilidad de las redes, también saben reírse un poco de ellas (y de paso, construir un relato breve y fresco: el cortometraje Juan, de Julián Cortizo). Que son observadores y pueden navegar en aguas de cierto naturalismo sonriente y leve, como el de Nadia Gagna y la pequeña historia de estudiantes que cuenta en Ese maldito café con leche. Que pueden merodear la parodia y los guiños entre géneros, como ocurre en el Hamlet Starwars, de Lucas Cusit, Joaquín Estrada y Renzo Ríos. Que les gusta la ciencia ficción y seguramente conocen la serie británica Black Mirror –y si no, deberían verla, pienso, al mirar la sombría perspectiva del corto Smart People. Descubrí referencias al pasado reciente (Dora, de Paula Zotta), experimentación, juego, indagaciones logradas, otras en proceso. “Prepotencia de trabajo”: de la frase de Arlt y del futuro habló un docente durante la presentación. Porque de eso siempre se termina tratando. Y de la risa, ese gesto que un tal Nietzche alguna vez consideró la llave de cualquier saber que mereciera la pena. Gente trabajando, gente en plena búsqueda: indicios de que, a despecho de la incertidumbre, la rueda sigue girando.
Los que vienen marchando, inmersos en la sociabilidad de las redes, saben reírse un poco de ellas