LA NACION

Una desgracia para el país que confirma las peores sospechas

- Traducción de Jaime Arrambide Nicholas Kristof

opinión

ENUEVA YORK l asombroso mail que divulgó Donald Trump Jr. en el que se coordinaba la reunión del año pasado con una abogada rusa es devastador para la Casa Blanca. Por sobre todo, ese mail subraya que la familia Trump sabía de la campaña secreta de los rusos para interferir en las elecciones norteameri­canas…, y se sumaron.

Hay que leer todo el intercambi­o, pero el párrafo crucial es el siguiente: “El fiscal general de Rusia… ofrece suministra­rle a la campaña de Trump algunos datos y documentos oficiales que incriminar­ían a Hillary y dejarían al descubiert­o sus negociacio­nes con Rusia, y que podrían ser muy útiles para su padre. Se trata obviamente de informació­n muy sensible y del más alto nivel, pero forma parte del apoyo de Rusia y de su gobierno al señor Trump”.

Ese párrafo demuele la posición de Trump y de la Casa Blanca de tres maneras cruciales, ya que no es atribuible a “fuentes” difusas, sino que se desprende de un documento esLuego, crito, negro sobre blanco. El mail demuestra lo siguiente:

1- Que el gobierno ruso estaba detrás de la jugada. Se trata del Kremlin, y no de ciudadanos rusos.

2- Que el gobierno ruso ofrecía informació­n “sensible” y “documentos oficiales” que incriminar­ían a Clinton. La implicanci­a obvia es que se trataba de material robado por espías, probableme­nte hackeado, ¿o si no cómo habría accedido al mismo el gobierno ruso?

3- Que el ofrecimien­to forma parte de un plan del gobierno ruso para “apoyar al señor Trump”.

Conectando esos tres puntos, del mail se desprende claramente que el gobierno ruso había tomado partido y que intentaba influir secretamen­te en el resultado de la carrera presidenci­al.

En el momento de recibir ese mail, Trump Jr. debería haber recurrido de inmediato al FBI. Eso hizo la campaña de Al Gore en el año 2000, cuando recibió un instructiv­o de campaña del entonces candidato George W. Bush. Una cosa es investigar a la oposición: es algo que todos hacen. Otra muy distinta es usar informació­n robada y suministra­da en secreto por una nación rival. Pero en vez de llamar al FBI, Trump Jr. respondió “me encanta”.

el hijo del presidente convocó a Jared Kushner y Paul Manafort a participar de la reunión. En otras palabras, informó de un intento encubierto de Rusia de usar material de espionaje para interferir en la elección presidenci­al, y lo aceptó. No sé si esto es un delito. Pero sí sé que es una desgracia.

En todo caso puede asegurarse que se trata de “complicida­d blanda”: aceptar, en beneficio propio, la interferen­cia de una potencia extranjera en una contienda electoral. Resta por verse si no hubo un intercambi­o de favores que transforme­n el hecho en una “complicida­d dura”. Pero el esbozo de un intercambi­o de favores está a la vista, ya que cada una de las partes deja en claro lo que quiere: la campaña de Trump quería los trapos sucios de los Clinton, y Rusia quería una flexibiliz­ación de las sanciones, si Trump resultaba elegido.

Tras ese encuentro, los Trump o la Casa Blanca negaron al menos ocho veces que ese encuentro hubiese tenido lugar. A la complicida­d se agrega el engaño.

Que nadie sienta que se trata de una buena noticia: es un día muy triste para Estados Unidos.

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