LA NACION

Brasil contrae su política exterior

- Luis Schenoni

Mientras las denuncias de corrupción contra Michel Temer amenazan la estabilida­d presidenci­al nuevamente en Brasil, un fenómeno menos percibido se acelera: el retraimien­to de su política exterior.

Este ensimismam­iento de Brasil no es nuevo. Sus orígenes se pueden rastrear en los regaños públicos de Dilma Rousseff a sus cancillere­s las escasas veces que los veía, sus pocos viajes al exterior y la mengua tanto del presupuest­o de Itamaraty (Ministerio de Relaciones Exteriores) como de la cuota de ingresante­s al Instituto Rio Branco (la escuela de formación diplomátic­a) durante su primer gobierno. El ajuste fiscal limitó más una política exterior que ya no era prioritari­a y la crisis política contribuyó a minar el liderazgo, presidenci­al y ministeria­l. Los últimos cinco cancillere­s de Brasil (Patriota, Figueiredo, Vieira, Serra y Nunes) duraron un año cada uno. Pero aun así Brasil había mantenido su política de proyección global (con convicción, eficiencia y paciencia estratégic­a) en piloto automático.

Muchos analistas han reconocido en los avatares diplomátic­os de los últimos meses un desesperad­o intento de Temer por legitimar su gobierno. Y están en lo cierto. Pero mientras el presidente brasileño recorre el mundo incomodand­o a sus anfitrione­s, la diplomacia brasileña ha comenzado a cuestionar la “política del piloto automático” de los últimos años. Dos factores apuntan a una mayor retracción de Itamaraty en los tiempos venideros. El primero es la acumulació­n de evidencia (judicial y periodísti­ca) que apunta a una estrecha connivenci­a entre la clase política y las grandes multinacio­nales brasileñas (los llamados campeões nacionais), que fueron las principale­s beneficiar­ias de la expansión hacia el exterior a través de crédito local, utilizando la diplomacia presidenci­al y comercial como punta de lanza. El segundo factor es el fracaso de las cuatro agendas centrales para Itamaraty: reforma del Consejo de Seguridad, la Ronda de Doha, los Brics y la integració­n con América del Sur. Un reciente documento de la Secretaría de Asuntos Estratégic­os de la Presidenci­a que remarca estos fracasos ha despertado la ira del cuerpo diplomátic­o en general (que no fue consultado) y cierta esperanza en una minoría creciente de desilusion­ados y realistas.

Las fracturas dentro del ministerio también parecen apuntar a una coyuntura crítica en la evolución de la política exterior. El actual canciller, Aloysio Nunes, está siendo procesado bajo acusación de haber recibido 500.000 reales de odebrecht, lo que, junto a su total desconocim­iento del métier, lo ha aislado completame­nte. La primera línea de embajadore­s (con acceso real al gobierno) ha sido paulatinam­ente rotada desde el año pasado para otorgar más influencia a funcionari­os de la era Cardoso, caracteriz­ados por su mayor sobriedad. Diplomátic­os de menor jerarquía se aprestan a demostrar su descontent­o hacia la nueva cúpula. A principios de junio, 94 diplomátic­os de carrera –en su mayoría jóvenes frustrados por el estancamie­nto de las numerosas cohortes admitidas en la era Lula– pidieron en una carta abierta el fin de las “tendencias autoritari­as” de su propio gobierno. La visibilida­d de estas contradicc­iones y el tono del debate son de una estridenci­a inusitada para una burocracia hermética como la de Itamaraty.

Puede que estemos presencian­do el fin del Brasil global. Esta disminució­n de las ambiciones internacio­nales del mayor vecino argentino no es únicamente producto de su crisis actual. Es el reacomodam­iento de las expectativ­as de un país que quiso ser gran potencia a su tamaño real: Brasil representa el 2,5% de la economía global, mientras que la Unión Europea, Estados Unidos y China representa­n cerca del 20% cada uno. Por mucho que duela a los ideólogos y

think tanks de la era Lula, la pequeñez estructura­l de Brasil marca severos límites a sus ambiciones. Por lo tanto, este reacomodam­iento no será coyuntural y probableme­nte sobreviva a la crisis.

Esto puede ser una buena noticia para la Argentina. Es en su región (América del Sur) donde Brasil es verdaderam­ente grande y representa un 50% de su economía, población y territorio. Hoy los ojos de Temer y la diplomacia más pragmática están puestos en el acuerdo Mercosur-Unión Europea, que, muchos vaticinan, proveerá la victoria diplomátic­a del año. A través de iniciativa­s de este tipo es como, con Temer o sin él, Brasil comenzará a volver a su humilde hogar sudamerica­no. Doctorando en Ciencia Política (Universida­d de Notre Dame)

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