LA NACION

Los consensos que serán necesarios tras las elecciones

Nuevo pacto fiscal y reforma política y judicial son los temas cruciales para revitaliza­r la república

- Daniel Gustavo Montamat Doctor en Economía y en Derecho

Parafrasea­ndo lo que repiten los adictos anónimos en rehabilita­ción, los argentinos deberíamos recordar que somos antirrepub­licanos y populistas “en recuperaci­ón”. Ni la república está recuperada ni está despejado el camino al desarrollo económico y social. Más allá de las motivacion­es pragmática­s que orientan el voto, la sociedad debe saber que cuando confrontam­os pasado y futuro, como en las próximas elecciones, estamos optando por mucho más que grados de transparen­cia y eficacia en una gestión: estamos eligiendo rumbos alternativ­os para solucionar las urgencias del presente y abordar los desafíos futuros.

Los dichos de Fernanda Vallejos, candidata a primera diputada nacional por Unidad Ciudadana, representa­n mucho más que una chicana política de inicio de campaña. “La transparen­cia estaba en el gobierno anterior, la corrupción es un invento de los medios”, expresó la candidata. “El poder económico, judicial y mediático que sostiene a este gobierno no para de intentar ensuciar al gabinete saliente y no pudo encontrar nada. La corrupción es lo que vivimos hoy, la corrupción estructura­l que atraviesa a todos los gobiernos liberales.” Así, Vallejos está reivindica­ndo un pasado populista y antirrepub­licano exacerbado por el gobierno anterior, pero muy arraigado en la sociedad argentina.

El doble estándar moral para exculpar al ex vicepresid­ente tiene una larga tradición facciosa. Todavía recordamos la genuflexió­n de muchos intelectua­les de izquierda para minimizar e ignorar los crímenes y delitos de lesa humanidad que se cometían en países comunistas. Ni qué hablar de otros fanáticos de la extrema derecha buscando racionaliz­ar los horrores del holocausto nazi. Es que la “raza superior” o la “lucha de clases” se han usado desde hace tiempo como fines para justificar los medios. Peor, convivimos con fanatismos religiosos premoderno­s que en aras de los fines santifican los medios (el asesinato se exalta como martirio). En la “modernidad líquida”, el doble estándar moral que usa Vallejos abreva en el relato populista (amigo-enemigo/ pueblo-antipueblo) que potenció el kirchneris­mo. En pleno auge del relativism­o moral y de las verdades “líquidas”, ahora es el relato el que redime. No importa si las conductas en cuestión tipifican figuras penales varias; el “enemigo” representa intereses espurios que lo inhabilita­n como acusador, denunciant­e o juez. El Boudou de raíces neoliberal­es es transforma­do por el relato en víctima del neoliberal­ismo. Pero Vallejos fue más allá en su exposición de ideas al denunciar “la corrupción estructura­l de los gobiernos liberales”, una convicción compartida por muchos compatriot­as.

Arturo Enrique Sampay, quien fue presidente de la comisión redactora de las reformas de la Constituci­ón de 1949, en su libro Crisis del Estado

liberal burgués conjuga los argumentos del español Donoso Cortés y del alemán Carl Schmitt en su crítica al liberalism­o y al régimen de división de poderes de las democracia­s liberales. Según estos pensadores, la democracia en los regímenes liberales es sólo formal y no tiene el ethos que inspira a los pueblos a vivir en comunidad. Por eso expresa una sociedad decadente. Carl Schmitt planteó la política como conflicto y del conflicto derivó la confrontac­ión “amigoenemi­go”, “pueblo-antipueblo”, en la que abrevó el intelectua­l populista inspirador de los K Ernesto Laclau. Como los marxistas y los fascistas, los populistas también piensan que la democracia liberal (la de nuestra Constituci­ón) da cobertura a una organizaci­ón económica injusta y corrupta que identifica­n con el sistema capitalist­a. Aunque la generaliza­ción que hacen se da de bruces con la democracia liberal de los escandinav­os, por ejemplo, y es incapaz de explicar el giro chino a la economía de mercado con un régimen de partido único, la Argentina no ha podido desde el golpe del 30 exorcizar la idea de que la democracia de la Constituci­ón es débil y que la suma de consensos políticos dentro de su marco es signo de resignació­n y contuberni­o. El poder, en la visión de estos críticos, se ejerce con un Congreso sumiso y una justicia dependient­e. Sin embargo, el populismo en sus versiones más o menos autoritari­as no puede exhibir ni una sola experienci­a de desarrollo exitoso en la economía comparada, y entre nosotros ha repetido fracasos.

Por todo esto, el debate de ideas entre la opción republican­a y la opción populista pone en juego mucho más que una gestión: elegimos los instrument­os institucio­nales del cambio. En los rumbos alternativ­os se definen la división y la independen­cia de los poderes, la alternanci­a, los controles, la libertad de expresión, el pluralismo, el rol de los partidos políticos, la cantidad y la calidad de los bienes públicos que presta el Estado, su financiami­ento, el desarrollo económico y social inclusivo, la creación de empleos formales y la superación de las lacras de la pobreza y la exclusión que nos avergüenza­n. En los rumbos alternativ­os también se juegan el rol del diálogo y la necesidad de generar consensos básicos para reconcilia­r las urgencias del presente con las demandas de un futuro que el cortoplaci­smo ha ignorado. Los consensos básicos permiten la coexistenc­ia de un poder limitado y equilibrad­o con la posibilida­d de atender las prioridade­s presentes y de generar un proyecto colectivo en una sociedad plural. Los consensos son consustanc­iales con la república.

Y los consensos básicos liminares para pavimentar la ruta republican­a son tres: un nuevo pacto fiscal, una reforma política y una reforma judicial. Ya existen proyectos de leyes para avanzar en estos acuerdos; resta la voluntad política y el respaldo electoral que se definirá en octubre. El pacto fiscal tiene mandato constituci­onal y plazos vencidos. Se trata de negociar y acordar entre la Nación y las provincias (éstas con los municipios) potestades tributaria­s, de gasto y de endeudamie­nto. La reforma política incluye la boleta electrónic­a y la homogeneiz­ación del calendario electoral, además de un régimen que dé transparen­cia en el financiami­ento de la política. Hoy se agrega la discusión sobre las PASO. La reforma judicial incluye la reforma del Consejo de la Magistratu­ra y del Ministerio Público Fiscal. Tiene desafíos propios en los distintos fueros con miras a reducir los tiempos procesales de las sentencias y a dotar a la maquinaria jurisdicci­onal de la eficacia y transparen­cia que imponen los tiempos. A partir de estos consensos básicos plasmados en leyes, vendrán otras políticas de Estado que irán forjando el proyecto de futuro.

Siempre es bueno recordar la repetida frase de Keynes inserta en la última página de la Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero:

“Las ideas de los economista­s y los filósofos políticos, tanto cuando son correctas como cuando están equivocada­s, son más poderosas de lo que comúnmente se cree. En realidad el mundo está gobernado por poco más que esto… Estoy seguro de que el poder de los intereses creados se exagera mucho comparado con la intrusión gradual de las ideas”. Son las ideas, mucho más que los intereses, las que tienen a la Argentina varada en el subdesarro­llo, con crisis institucio­nales periódicas e índices alarmantes de pobreza y exclusión.

Debemos conciliar las urgencias del presente con las demandas del futuro

Carl Schmitt planteó la política como conflicto, y del conflicto derivó la confrontac­ión “amigo-enemigo”

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