LA NACION

Trotamundo­s

Surgido en Instituto y ahora jugador libre, el delantero de 27 años pasó del temor por irse al exterior a jugar en los cinco continente­s

- Carlos Delfino

El cordobés Diego Nadaya, que tenía temor de ir al exterior, superó todos los cálculos: jugó en los cinco continente­s

Diego Nadaya nació un 15 de septiembre, el mismo día en que Marco Polo, el célebre mercader y viajero veneciano, pero 735 años después, en 1989. Se podría decir que el espíritu de aquel explorador para el comercio se reencarnó en el cuerpo de este futbolista cordobés, que ha jugado en cinco continente­s y casi 20 países desde que el entrenador Fernando Teté Quiroz lo ascendió a la primera de Instituto, en 2006. A los 27 años, el delantero ha dado la vuelta al mundo en botines.

Si bien en la Argentina estuvo en cinco clubes (además de La Gloria, pasó por Platense, San Martín –San Juan–, Almirante Brown e Independie­nte Rivadavia), sólo en el exterior ha jugado en primera. “Siempre me inquietó irme afuera, pero no es algo que soñara cuando jugaba de chico en el barrio, a veces hasta descalzo, ni en la liga infantil, en la que estuve desde los cinco años hasta los once. Estoy agradecido al fútbol por haberme dado la posibilida­d de viajar tanto, de comprar mi casa, de crecer como persona. Y se lo debo a mis padres, Armando y Graciela, que sin que les sobrara mucho se desvivían para que yo pudiera jugar y comiera siempre sano”, recuerda Nadaya, tras una larga tarde de entrenamie­nto en su Córdoba natal junto con otros jugadores libres.

“Sólo Dios y mi representa­nte saben mi destino. Por ahí nosotros terrring minamos de hablar y me avisan que tengo que viajar mañana”, se confiesa ante la nacion. Piensa ejemplos de lugares remotos y debe esforzarse para mencionarl­os. Estuvo en Grecia, India, Argelia y en la República de Vanuatu, una isla de Oceanía. Se entiende, entonces, que no le surja primero un país de mayor tradición futbolísti­ca.

¡Y pensar que todo nació con una negativa! “En 2011 me llamaron para ir a jugar a Universida­d de San Martín de Porres, en Perú, y enseguida dije rotundamen­te que no. Estaba asustado. Nunca había vivido fuera del país. Pero busqué en Google el lugar, me encantó la zona y a las dos horas dije que sí, y armé las valijas. Era muy chico y ya había sido difícil estar en Buenos Aires, que estaba más cerca de la familia”, revela. Pasó de la B Nacional a disputar la Copa Libertador­es. A continuaci­ón cruzó la frontera y se fue a Olmedo, de Ecuador. “Fueron experienci­as parecidas, en lugares geniales y con un trato fantástico. Me dejaron los mejores recuerdos. Se jugaba más pausado que acá, pero con jugadores de muy buena técnica”.

Sus únicas vivencias en el exterior hasta entonces habían sido un puñado de vacaciones y una gira por Asia y Canadá con el Sub 20, que a las órdenes de Sergio Batista se preparaba para el Sudamerica­no Venezuela 2009. “Lloré mucho cuando quedé fuera de la lista porque estaba muy ilusionado. Fue una etapa increíble, en especial porque algunas veces nos tocaba ser spaEn de la selección mayor, frente a Messi, Riquelme, Agüero, Mascherano, todos monstruos que tienen mucha humildad. De todas maneras, no nos dejaban llegar al arco”, sostiene, sonriente, con la tonada y la gracia cordobesa intactas.

Salir de América se convirtió luego en un desafío futbolísti­co y cultural. Intercalan­do con sus participac­iones en los torneos argentinos, aterrizó en FC Constantin­e, de Argelia, con una reprimenda en el primer día en suelo africano. “Terminamos de entrenarno­s y cuando fui al vestuario, me desnudé y me metí en las duchas. Cuando empecé a mirar alrededor, todos estaban bañándose en ropa interior. Después de los retos que me comí entendí que allá no está permitido. De hecho, algunos hasta llegan con la ropa típica”, comparte la primera anécdota. “Tuve que aprender inglés a la fuerza. Se hacía difícil. Estuve tres meses y había que acostumbra­rse a muchas cosas: el idioma, las comidas, el calor muy húmedo... Pero fue divertido. Los hinchas se sacaban fotos conmigo como si fuera Messi y los compañeros del club me llamaban «Kun», porque decían que tenía el estilo de Agüero”. Al estadio pueden ir solamente hombres”.

En Olympiakos Volou, de Grecia, Nadaya aterrizó para la segunda mitad del torneo de la segunda categoría. “Ya había pasado lo peor de la crisis en el país. Perdimos la final por el ascenso y me quedó un sabor amargo. Querían que me quedara, pero extrañaba, necesitaba volver. ese momento, al no ascender, deportivam­ente me servía ir a Almirante Brown. Cada tanto hay que volver a la Argentina; si no a uno le pierden el rastro acá”, cuenta el cordobés, a quien las menores distancias entre ciudades europeas le permitiero­n conocer múltiples destinos.

Y así como Marco Polo se movía con caballos, camellos y elefantes en tiempos en los que no existía el avión, los animales apareciero­n en la rutina de Nadaya cuando estuvo en Mumbai City, de India, en el estreno de la Superliga de ese país. Fue el primer argentino en jugarla, en 2014. “Del hotel al estadio podíamos tardar 15 minutos o dos horas. Lo primero que tenía que empacar para ir era la paciencia. Uno va a cruzar la calle y se topa con vacas, cabras o elefantes que duermen ahí, a los que todos respetan y que inciden en el tráfico. A ninguno que maneja se le ocurre no frenar. El 90% de los chicos que lleva una remera de algún jugador de fútbol tiene la de Messi. El torneo es corto, de unos cinco meses, y ellos tienen buena técnica, pero son desordenad­os tácticamen­te”, repasa Diego, cuya imagen fue una de las cinco ploteadas en micros de la ciudad en la publicidad del club.

Pudo ir a Chipre, pero el paso reciente resultó Amicale FC, de Vanuatu, “una isla de estilo caribeño, cercana a Australia y Nueva Zelanda, con gente muy cálida. Es el país más alegre del mundo”, describe, entusiasta. Con una liga de 10 equipos, el campeón se clasifica para la Champions League de Oceanía, cuyo vencedor juega el Mundial de Clubes. “En las semifinale­s perdimos contra Auckland City, que ganó el torneo y viajó a Japón”, recuerda. En Vanuatu estuvo hasta diciembre y no dudaría en volver. “No existe eso de renegar con las barras ni que no paguen el sueldo. Es más, durante un partido, cuando alguno se come un caño, pifia o falla un gol imposible, las dos hinchadas se ríen al mismo tiempo”, relata.

Mientras tanto, él espera. Paciencia ya tiene, porque la incorporó como trotamundo­s del fútbol.

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Facebook diego nadaya oficial En india, una selfie con los hinchas de Mumbai City; Nadaya fue el primer argentino en la superliga en ese país

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