LA NACION

Un cambio engañoso

- Mauricio Giambartol­omei LA NACION

L a cifra es grande, pero engañosa. Tresciento­s cincuenta animales trasladado­s en 14 meses de gestión tendrían un enorme valor si no se tratara sólo de aves rapaces y animales de granja, muchos de los cuales se encontraba­n en recuperaci­ón, provenient­es del comercio y de la caza ilegales. En ese caso, el balance es deficiente, sobre todo teniendo en cuenta el objetivo que se propuso el gobierno en el anuncio de estatizaci­ón, en junio del año pasado. “No habrá más animales en exhibición”, se repitió una y otra vez. Eso no cambió mucho.

La estatizaci­ón y las actividade­s siguientes dejaron la misma sensación: que los anuncios luego se licuaron, sin traducirse en acciones de fondo. ¿Cuáles serían esas medidas? Propiciar y ejecutar, de una vez, el traslado de elefantes, jirafas, monos, hipopótamo­s, cebras, camellos, osos, y la lista sigue.

Realizar estos movimiento­s demandaría mucho más dinero de lo que preveía el gobierno antes de asumir la responsabi­lidad. Son miles de dólares para cada caso específico. Si ésa fuera la razón, vendría bien una aclaración oficial para frenar el cúmulo de especulaci­ones que existe sobre el destino del predio. Sólo recienteme­nte se asumió que conseguir un nuevo destino apto para ciertos animales y prepararlo­s para el viaje y la readaptaci­ón al futuro hábitat puede, en algunos casos, demandar un año.

Hoy, el Zoo cerrará nuevamente sus puertas. Ya lo hizo en 2016 cuando pasó de las manos privadas a la gestión del Estado. Las promesas, en esta etapa de reconversi­ón final siguen siendo las mismas. Posibles destinos para los animales, reestructu­ración de espacios y traslados internos. Nada cambió mucho.

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