Icardi cierra el círculo: la revancha del nº 9 olvidado
Hace 4 años jugó los minutos finales de un clásico con Uruguay que ya nadie recuerda; hoy vuelve al Centenario como una pieza clave
MONTEVIDEO.– Ahora, en el departamento del barrio de San Siro, a dos cuadras del estadio Giuseppe Meazza, la vida es color… de rosa. Antes había soldaditos y dinosaurios por todos lados, bajo el reinado de Valentino, Constantino y Benedicto. Pero llegó Francesca, y luego Isabella. “Las pelotas y los autitos están en un rincón. Ya hay tres mujeres en casa…, hacen lo que quieren...”, bromea Mauro Icardi. El hombre que confiesa sólo temerle a la muerte está más feliz que nunca. No se le escapa rencor, pero disfruta la hora de la reivindicación. Apenas falta un punto de sutura para cerrar la herida. Estaba obsesionado con la selección. No se resignaba a aceptar un paso decorativo de nueve minutos en un olvidado partido de hace cuatro años contra Uruguay, en el Centenario. Sí, Uruguay y en el Centenario, para que la reaparición sea casi cinematográfica. –¿Nunca te arrepentiste de decirle ‘no’ a Italia? –Yo no me arrepiento de nada. Ni en mi vida futbolística ni personal. Yo soy bien argentino y siempre quise jugar para mi país.
La respuesta se la dio el mismo Icardi a el año pasado, cuando la nacion su postergación disparaba mil conjeturas. La paciencia y la convicción tejían su esperanzadora alianza. Icardi soñaba cada día con volver. Recuerda con detalles la primera vez que se vistió de futbolista de selección. Estaba en La Masía de Barcelona cuando recibió el llamado para jugar tres amistosos con el Sub 17 que dirigía José Luis Brown. Era diciembre de 2008. El primer rival fue… Uruguay, claro. No podía ser otro. Igualaron 0 a 0 en la cancha de Arsenal, e Icardi compartió la cancha con Erik Lamela, Ezequiel Cirigliano, Sergio Araujo, Leandro González Pirez y el Keko Villalva, entre otros. Antes de Navidad viajaron al Sur para cruzarse dos veces con Chile: empate en Río Gallegos y victoria en Punta Arenas.
Después, llegó la primera interrupción con la vida albiceleste. Pasaron casi cuatro años, hasta que Marcelo Trobbiani se acordó de él. Volvió, ahora con el Sub 20. El 14 de agosto de 2012 la Argentina perdió un amistoso con Alemania por 6 a 1, en Offenbach. ¿Compañeros? Kranevitter, Alan Ruiz, Leandro Magallán, Iturbe… Después de la paliza se fueron a España y una semana más tarde alzaron el torneo de L’Alcudia, con victoria en la final ante España. Icardi, con la camiseta Nº 20, fue distinguido como el goleador del certamen. ¿Ahora sí el camino quedaría allanado? No.
A principios de 2013 Icardi figuraba en los planes de Trobbiani para jugar el Sudamericano Sub 20 en Mendoza y San Juan. Estuvo algunos días en Ezeiza, hasta que Sampdoria lo hizo regresar. Icardi se enfrentó con el dueño, el manager deportivo y con el entrenador, pero la decisión estaba tomada. No paraba de crecer y atrapar la atención del calcio. En enero de ese 2013 le hizo dos goles a Juventus y cuatro a Pescara, en febrero lo sufrió Roma, en marzo Parma, en mayo nuevamente Juventus… En julio lo compró Inter por 13 millones de euros. Cesare Prandelli, entonces DT de Italia, y toda la Federazione orquestaban el ‘operativo tenazas’ para que Icardi fuese azzurro. Ya le había dicho que no al Sub 19 y también rechazaría a la mayor.
Había que blindar a ese delantero de 20 años que Cesare Prandelli no dejaba de perseguir. Sólo había que encontrar la ocasión. Y la AFA encontró la hendija. Dos días antes de anunciar la nómina se desgarró en el bíceps femoral derecho un tal… Lionel Messi. Obediente, Alejandro Sabella lo llamó a Icardi porque se lo impuso Julio Grondona. Así, el 30 de septiembre de 2013 el delantero rosarino figuró por primera vez en una convocatoria de la selección, que se preparaba para jugar las dos últimas fechas de las eliminatorias, ante Perú y Uruguay, rumbo a la Copa de Brasil. Icardi estuvo una semana en Buenos Aires. Fue al banco contra Perú, en el Monumental, y reemplazó a Augusto Fernández cuando faltaban 9 minutos para el final en el Centenario. Después, nunca más jugó, entre un reguero de rumores.
“Convocalo, no pasa nada, y si hay algún problema, lo arreglamos entre nosotros”, les dijeron los referentes a Sampaoli. Lo mismo le habían aclarado a Bauza y a Martino. La intimidad se encargaría de reescribir esta historia de presunta proscripción. La convivencia comenzó en Melbourne, hace un par de meses, en la gira de la Argentina, y cada encuentro ha sido cordial, le confían puertas adentro de la selección a la nacion. Por supuesto, todavía se están estudiando. Las principales sospechas rondaban el estilo de vida que abraza Icardi, de alta exposición, cuando la mesa chica albiceleste prefiere un perfil más discreto y silencioso. Con Messi al frente. Pero nunca hubo una condena que excluyera a Icardi. Sí, sensibilidades.
Fueron los entrenadores anteriores los que eligieron no citarlo. Sabella cumplió una orden, ya se subrayó. Martino tenía el puesto cubierto por Higuaín y Agüero y, además, le generaba un zumbido el perfil de Icardi. Él deseaba que sus jugadores sólo fuesen noticia por lo que ofrecían en una cancha. Y para Bauza el podio era Higuaín, Pratto e Icardi, mientras Agüero empezaba a salir del radar del área.
De la mano de Sampaoli volvió a la selección, pero todavía no sumó ac- ción. El desgarro que sufrió el 17 de mayo, en el final de la pasada temporada italiana, apenas le permitió ser un asistente privilegiado de la gira bautismal del nuevo entrenador por Australia y Singapur. Pero ahora sí. Casualmente, el círculo se cerrará 1416 días después. Otra vez Uruguay, otra vez por las eliminatorias y en el Centenario. Pero mientras aquellos nueve minutos apenas fueron decorativos en un equipo alternativo –con Sebastián Domínguez, Lamela, Somoza y Basanta–, ahora será el Nº 9 de la Argentina. Ni Higuaín, Agüero, Pratto o Benedetto…. Nadie. Es la hora de Icardi. Aquella noche Argentina perdió 3-2 y no le importó a nadie. Hoy necesita ganar y estarán todos pendientes.
Por primera vez compartirá el equipo con Messi. Será el inicio de una nueva era para él y para todos. “Obviamente me gustaría jugar con Leo, que es el mejor del mundo. Mirá a Suárez... tiene que correr, nada más, Leo te pone la pelota donde él quiere. Y después, un jugador que me gusta muchísimo, que lo veo como un crack descomunal, es Di María. Me gusta por su velocidad, como lleva la pelota…, parece que la tiene atada. Es un jugadorazo. ¡Y de Rosario! Bueno, es de Central..., pero se crió ahí cerquita de Sarratea, de donde soy yo, a dos o tres cuadras”, le contaba a la nacion. Esta noche los tendrá como compañeros.
¿Sarratea, dijo? Es un barrio de la zona norte rosarina, cerca de Fisherton. ‘El Sarratea’ fue su club, el baby donde con los más grandes jugaba de arquero y con los chicos de su edad era delantero. Se sentía Gabriel Batistuta en cada grito de gol. Con 8 años, la crisis de 2001 eyectó a la familia, que se abrazó a una propuesta laboral en un restaurante de Maspalomas, en las islas Canarias. Luego se encadenaron Barcelona, Génova y Milan, eslabones de una carrera a toda velocidad. Pero él quería volver a Buenos Aires, y ya no de vacaciones.
Icardi no cree que se exceda. No se siente frívolo ni exhibicionista. Ya lo dijo, no se arrepiente de nada. La suya es una visión casi comercial. “Yo a las redes sociales, Instagram y Twitter las uso como herramientas de trabajo. Las entiendo como parte de mi trabajo porque sabemos que el uso de la imagen influye en campañas publicitarias y demás. Y creo otra cosa: la gente me conoce por lo que hago adentro de una cancha nada más, entonces siento que poniendo fotos con mis hijas, con los nenes y con Wanda le muestro que afuera de la cancha soy una persona normal, como cualquier ser humano”, le contaba a la nacion.
“Me puse recontento cuando la Argentina llegó a la final del Mundial y a las finales de la Copa América..., después no se pudo dar por esas cosas que pasan en el fútbol, pero viéndolo desde afuera decía ‘cómo me gustaría estar ahí para al menos intentar dar una mano, contribuir de alguna manera...’”, contaba y parecía una plegaria. Llegó adónde quería estar. Ahora sí que va a estar expuesto, como a él le gusta.