Se necesita gente como Barandiarán
E xactamente una década atrás, Mario Barandiarán formaba parte de un grupo que estaba a muy pocos días de empezar a gestar uno de los episodios más gloriosos del seleccionado argentino. Pero Barandiarán tiene otros méritos además de haber integrado el staff de aquellos maravillosos Pumas de Bronce en la Copa del Mundo de 2007: ha sido el hombre que más participó desde la conducción en el desarrollo del juego y en la capacitación y el coaching de centenares de entrenadores de Buenos Aires de todas las divisiones. Una tarea que arrancó en la URBA en 1998 y que culminó abruptamente hace unos días, cuando la dirigencia optó por ponerle fin a 19 años de relación laboral y, sobre todo, a un camino docente ampliamente reconocido y valorado por infinidad de cultores de los clubes.
“Puede sonar raro que justo me vaya cuando el presidente de la URBA es un hombre de mi club (Patricio Roan, de La Plata Rugby Club), pero gracias a él pude irme en buenos términos. Los problemas en realidad vienen desde hace unos tres años, especialmente en la segunda presidencia de (Luis) Gradín. Por un lado, la URBA se alineó en todo con la UAR y yo siempre fui un defensor de que la URBA fuese una unión de clubes. Por el otro, choqué mucho con Gusi Cohen (actual vicepresidente), y también hubo gente que decía que la estructura no sostenía dos sueltos altos, el del Tano (por Marcelo Loffreda) y el mío, cuando en realidad él se ocupaba de los seleccionados y yo del desarrollo”, cuenta Barandiarán, quien la semana próxima viajará a España, donde fue contratado para ser el manager general del Valladolid Rugby Asociación Club (VRAC).
Barandiarán, quien fue jugador y entrenador de todas las divisiones de La Plata RC (“Canario hasta la médula”, reza su cuenta de Twitter @mariorugby ), también se ocupó del área de Desarrollo en la UAR durante los primeros años del nuevo milenio. Desde allí llegó a los Pumas en 2004 para colaborar en el staff que comandaba Loffreda. Y luego de la Copa del Mundo de 2007 siguió un año más junto a Santiago Phelan.
De aquella gesta, que fue el kick-off para los bruscos cambios que se manifiestan hoy en el rugby argentino con el ingreso al profesionalismo, Barandiarán recuerda que un año antes tuvo certeras señales de lo que iba a ocurrir dentro de la cancha: “En 2006 –relata– fuimos con el Tano y Banana (Daniel Baetti) a hacer una mini–concentración en Suiza. Ahí tuvimos varios entrenamientos perfectos, sin que se cayera nunca la pelota; los jugadores estaban cien puntos, afiladísimos”. No las tuvo, claro, de lo que podía pasar afuera: “Eso sólo lo vio un loco como Agustín (por Pichot). A nadie se le podía ocurrir en ese momento que después podíamos llegar a jugar todos los años con Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica; únicamente a él”.
Barandiarán cumplió 59 años el pasado 11 de agosto. “Me voy a un lindo desafío, porque la gente del VRAC es maravillosa, y a un país hermoso, pero lo cierto es que no está bueno a esta edad hacer la valija e irte a otro lado. Y tengo un sabor amargo por cómo me tuve que ir de la URBA”, revela. Y agrega: “Extrañaré a mi familia, al club y a mi nieta de 5 años, pero me quedo con todo lo que gané en este tiempo, como haber armado un muy lindo grupo de trabajo y que mucha gente me reconozca lo hecho”. Esto último es fácilmente comprobable: decenas de personas manifestaron su lamento porque Barandiarán no esté más dentro de la órbita del rugby argentino. Justo cuando más se necesita de gente como él.