LA NACION

llega a Comicópoli­s la dibujante de Wonder Woman

La primera mujer en dibujar a la famosa superheroí­na tiene 78 años, una legión de fanáticos y viene a Comicópoli­s; no cree en las “poses de gimnasio”

- Texto Juan Manuel Domínguez para LA NACION | Foto Jessica christian

Si Trina Robbins tuviera que definir su trabajo, diría que es “escritora y herstorian”. Lo segundo implica un juego de palabras que podríamos traducir libremente como “historiado­ra de género”, ya que juega a alterar el prefijo “his” (masculino posesivo, en inglés) contenido dentro de “historian” para recobrar la voz y las imágenes femeninas.

Robbins, de 78 años, es una más de las muchas abuelas maravilla que la historia del cómic decidió ignorar a causa del prejuicio aquel de que “las mujeres no hacen ni hicieron historieta­s”.

Justo antes de su visita al país, donde será parte de Comicópoli­s (mañana, el sábado y el domingo, en La Rural), la dibujante lo explica fuerte y claro mientras se la escucha comer granola al otro lado del teléfono: “Me han preguntado todo lo que se puede preguntar sobre las mujeres en los cómics. Y todo se reduce a esto: siempre ha habido mujeres en el cómic, desde 1896. No es algo nuevo y, que quede bien claro, no es algo raro”.

En la lista de publicacio­nes con la firma de Robbins (incluye dos libros editados este mismo año) no sólo hay hitos clave del género como It Ain’t Me, Babe, que en julio de 1970 se convirtió en el primer fanzine hecho por mujeres. En 1986, Robbins se convirtió en la primera artista que dibujó a Wonder Woman. Un dato que ella –siendo esa usina de datos que es– se encarga de desmentir de inmediato: “Fui la primera mujer que dibujó a la Mujer Maravilla en su propio cómic, una miniserie de cuatro partes llamada The Legend of Wonder Woman. Pero Ramona Frandon la dibujó antes que yo, aunque en una historia que no fue protagoniz­ada por Diana.

La mayoría de los superhéroe­s usan trajes ajustados, vuelan, pelean con villanos, los mordió tal insecto, pero ella, la Mujer Maravilla, nació en una tribu de mujeres.

Ella es un mito, y un mito feminista, desde su primera aparición: es una heroína porque su educación le permite serlo. Y porque ella elige serlo. En los cómics, su aparición representó un nuevo despertar del feminismo. La película protagoniz­ada por Gal Gadot logró ese mismo efecto. Siempre amé a Wonder Woman, y ahora el mundo también la ama.”

–¿Cómo definiría su relación con Wonder Woman, sobre todo teniendo en cuenta el fenómeno que desató su película?

–Hay demasiada energía masculina en el género. Los superhéroe­s chorrean energía masculina. Son grandotes musculosos, de barbillas enormes y pectorales a lo Hércules. A los niños pequeños eso les encanta, y a los hombres que son niños todavía, también. Las mujeres no quieren ver sólo eso. Queremos otras historias. La mirada femenina no necesita poses de gimnasio o tetas enormes; sabe que puede haber aventura sin que se pierda la sensibilid­ad. A Wonder Woman la amo mucho, siempre fue un placer escribirla. Y cuando la dibujé reproduje la que yo vi, la original de Harry G. Peter. No me interesaba la versión moderna. Pude dibujar a la que yo adoraba.

–William Moulton Marston, el creador de la Mujer Maravilla, fue una persona con ideas sobre género que eran de avanzada para su época. ¿Lo conoció?

–No, pero sí conocí a una de las esposas de Marston. Me dijo: “Ten cuidado en DC Comics, cariño”. Es cierto que Marston hizo algo distinto. Por ejemplo, la gente se sorprende cuando le digo que sólo vi dos películas de superhéroe­s en mi vida. Odio a los superhéroe­s. Pero claro que amo a Wonder Woman. Es un personaje feminista. Es fuerte y bella, y es bella porque es fuerte. Tiene compasión, y la película de Patty Jenkins lo entendió. Ella crea su identidad, y parte de esa identidad reside en ayudar a los demás. No hay un mandato. Fue educada para creer que ningún gesto de violencia debe ser ignorado.

–¿Alguna vez pudo decirle a alguno de los grandes autores del género lo que pensaba?

–En 1977, mi hija tenía siete años y fuimos a las oficinas de Marvel en Nueva York, porque una muy querida amiga, Flo Steinberg, trabajaba allí. Conocimos a Stan Lee, y fue muy amable con mi hija. Justo cuando nos íbamos, Casey me recordó que tenía una pregunta para hacerle. “¿Por qué no hay mujeres superhéroe­s?”, le preguntó. Y Stan Lee, que es muy alto, se agachó como si fuera un árbol, muy amablement­e, y sacó un ejemplar del primer número de Ms. Marvel y le dijo: “Ahora sí las hay”.

–¿Cuánto le molesta el latiguillo “las mujeres no leen cómics”?

–Fue difícil en los años 90. Los cómics eran violentame­nte sexistas, con poses antinatura­les para resaltar versiones agresivas y exageradas del cuerpo de la mujer. Te gritaban “las mujeres no leen cómics”. Siempre leímos cómics. Siempre los vamos a leer y los vamos a crear. Hoy es un gran momento para personajes con otra sensibilid­ad, con otras historias: un imbécil vanidoso que promueve el odio es presidente, ¿cómo no vas a necesitar a la Mujer Maravilla?

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