En el aula no se milita
Hay una preocupación legítima de la sociedad en torno a un hecho, la desaparición de una persona. Su nombre es Santiago Mal do nado. Cada ciudadano tiene el derecho de expresar esa inquietud de la forma que le resulte más afín. También los chicos y los adolescentes.
El silencio reflexivo es una opción válida. La manifestación libre y pública de esa preocupación, otra.
Pero ayer la mezquindad de la corporación gremial docente arruinó una oportunidad pedagógica única para la construcción de ciudadanía: que chicos ávidos por conocer mejor el caso Maldonado pudieran llevar espontáneamente –y subrayo el “espontáneamente”– el tema a sus aulas y allí sus docentes pudieran acompañarlos en el estudio preciso de ese episodio de la actualidad que depara cuestiones centrales de la vida en democracia.
¿Tiene que entrar el tema “Santiago Maldonado” en el aula? Sobre eso surgen algunas cuestiones. Primero, que es completamente válido que el presente se cuele en el aula, pero con una salvedad central: siempre que sea de la mano de preocupaciones genuinas de los alumnos, claramente en el caso de los chicos de nivel medio.
Por eso es totalmente cuestionable que una corporación, en este caso el gremio docente, quiera imponer una perspectiva a todo el sistema educativo y además, tergiversando datos. La Justicia todavía está investigando un hecho que sigue siendo poco claro a pesar de las certezas de Ctera.
Segundo, la escuela tiene un problema: la falta de sentido para muchos de los chicos que asisten a ella. Que por momentos encuentren un tema de interés personalísimo y lo lleven al aula y confíen en un adulto para entenderlo es una oportunidad de una riqueza difícil de encontrar. Por eso es de enorme gravedad dañar esa mecánica delicada con guías doctrinarias que tergiversan la fluidez de los intereses, las visiones y las identidades adolescentes.
La Ctera y los docentes que se unieron a su campaña infligieron esa herida. En el aula no se milita. No se manipula a la adolescencia. Se la respeta. Se construyen herramientas para pensar. Se educa.
Tercero, los consensos acerca de los contenidos enseñados en el aula le llevan años de construcción a una sociedad. Por eso el presente debería ingresar a la escuela con cuentagotas y sin los filtros de poderes de turno o corporaciones con peso propio.
Cuarto, con tres guías de adoctrinamiento, la principal confederación sindical docente borró de un plumazo la tan mentada autonomía por la que lucha la docencia. Los docentes deberían prestar especial atención a lo sucedido: sus representantes gremiales creyeron necesario darles una guía doctrinaria única y excluyente en la peor tradición controladora del trabajo docente. Algo que el Estado hace décadas que no se anima a plantear.
Quinto, que ante lo sucedido con el caso Maldonado en la gestión macrista no se trata de compensar los sesgos ideológicos llevando al espacio escolar los otros casos de desapariciones sucedidos en gobiernos de otro signo político. No se trata de inventar una teoría de los dos demonios para cada tema dentro del aula.
Un docente puede enriquecer el caso estudiando el nacimiento del Estado argentino y sus dilemas; el uso legítimo de la violencia por parte del Estado y sus límites; la igualdad ante la ley. Y la precisión historiográfica.
En cambio, el sindicalismo docente puso la escuela como un bastión de un campo de batalla. Llevó la grieta empobrecedora al ámbito escolar. El gremio de los docentes, que debería estar preocupado por la reconstrucción de una escuela pública donde puedan convivir sanamente perspectivas diversas, volvió a levantar muros donde cada uno es el enemigo del otro.
Finalmente, hay que subrayar que el problema no es sólo Ctera. La escuela debería quedar más allá de los intereses de corporaciones empresariales y sindicales y también de partidos políticos y credos. En la escuela, todos los ciudadanos son iguales; todas sus perspectivas, las que caen dentro del círculo de empatía de los valores democráticos y humanistas, valen lo mismo y ninguna hegemoniza la verdad.
Cada vez que el interés de un grupo acapara el monopolio discursivo dentro de la escuela, la escuela pública se marchita. Muere un poco. Eso sucedió en estos días.