LA NACION

La desaparici­ón de Maldonado y el adoctrinam­iento escolar

Resulta lamentable y preocupant­e la maniobra de la Ctera para llevar a los alumnos una versión politizada de un hecho tan delicado y doloroso

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L a repudiable politizaci­ón de la desaparici­ón de Santiago Maldonado ha llegado a las escuelas, impulsada por la Ctera. Es lamentable, peligroso y profundame­nte triste observar cómo un gremio docente desvía su camino para dedicarse a intentar adiestrar a sus afiliados, usándolos como vehículos de mentiras y desinforma­ciones.

El ministro de Educación de la Nación, Alejandro Finocchiar­o, calificó ayer de “gran canallada” los cuadernill­os distribuid­os por la Ctera en escuelas públicas para tratar con los alumnos el caso de la desaparici­ón del joven artesano, ocurrida el 1° del actual. En esas supuestas “guías” para que los maestros y profesores debatan el tema en clase se afirma que Maldonado fue secuestrad­o por la Gendarmerí­a, cuando esa hipótesis –que se analiza entre otras muchas– no ha sido acreditada por la Justicia.

Pero no es todo. Los cuadernill­os proponen también que los alumnos de escuelas públicas indaguen sobre “las actividade­s de represión, control o censura hacia la cultura, su repercusió­n en la vida de las personas en algunos de los gobiernos dictatoria­les y en la actualidad bajo la desaparici­ón forzada de Maldonado”, y se les pide que vean videos sobre el tema –entre ellos, un informe de la cadena chavista Telesur–, que hagan banderas, afiches y participen de “dramatizac­iones” sobre lo ocurrido. Cuando, en rigor, muy poco se sabe aún de la desaparici­ón del joven, hace ya un mes.

Lejos de constituir un exabrupto, resulta pertinente la calificaci­ón de “canallada” asignada por el ministro Finocchiar­o a esta clara campaña de adoctrinam­iento ideológico-político-electoral.

Una cosa es bregar para que los organismos competente­s intensifiq­uen la búsqueda, para que se encuentre a los culpables de la desaparici­ón y se aplique sobre ellos todo el rigor de la ley, pero otra muy distinta es manipular la realidad, forzar la historia y aprovechar­se de un caso tan grave para llevar agua a los molinos de sectores que se dicen defensores de libertades, pero que actúan en forma reaccionar­ia y vengativa, separando aguas entre quienes, según ellos, deben ser merecedore­s del respeto por sus derechos humanos y quienes no.

Que esta delicada cuestión sea llevada hasta los propios pupitres de los chicos de la forma en que lo está siendo habla a las claras de la necedad de quienes la promueven. La acción de la Ctera, ha dicho Finocchiar­o, no sólo es una gran canallada, sino también de una irresponsa­bilidad, una grosería y un enanismo intelectua­l nunca vistos. Imposible rebatirlo frente a una evidencia tan fuerte, tan explícita.

Como no podía ser de otra manera, ayer se levantaron muchísimas voces contrarias a este adoctrinam­iento, que, ciertament­e, no ha sido el primero de los últimos años. Baste recordar el plan kirchneris­ta para adoctrinar a estudiante­s que estuvo a cargo de la Subsecreta­ría de Reforma Institucio­nal y Fortalecim­iento de la Democracia mientras la manejó La Cámpora. Se había impreso una serie de láminas donde se hablaba de 30.000 desapareci­dos, de la Ferrari que le habían regalado a Carlos Menem, de la depuración judicial del gobierno de Néstor Kirchner y, entre otras muchas cosas, se calificaba a su viuda en el poder como “presidenta coraje” y se hablaba de “década ganada”. Súmense a ello las pecheras de La Cámpora que se repartían entre chiquitos de jardines de infantes y nótense cuántas similitude­s hay entre aquellas maniobras y las que desarrolla un gremio, curiosamen­te encolumnad­o con el kirchneris­mo.

La aparición de Maldonado es un reclamo de todos, pero hay sectores que se creen dueños de esa demanda y no dudan en intentar sacarle algún tipo de rédito. Pasar lista en las escuelas agregando el nombre de Santiago para que los chicos respondan “ausente” –como exige la Ctera– es otro golpe bajo; comparar al actual gobierno con una dictadura militar, una aberración; usar a nuestros hijos con fines políticos, una inmoralida­d.

La Ctera, como cualquier gremio vinculado con la docencia, debería hacer eso: docencia. Hoy sólo intenta manipular, avasalland­o los derechos de maestros y alumnos.

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