LA NACION

Empate enredado, futuro abierto

Por ahora, el empate en el Centenario no puede tomarse como una señal alentadora; si bien hubo notorias diferencia­s con el ciclo anterior, el selecciona­do mantiene el bajo vuelo

- Por Cristian Grosso

Insinuó otro estilo y buscó el triunfo, pero estuvo lejos de ser suficiente: la Argentina se mantiene en posición de repechaje para el Mundial tras el 0-0 en Montevideo ante un Uruguay que, fiel a su historia, fue sólido defensivam­ente. Con 23 puntos, los mismos que Chile, pero con peor diferencia de gol, la selección sigue quinta en las eliminator­ias. Sin deslumbrar, Lionel Messi (foto) fue, por desequilib­rio y tenacidad, la figura de una Argentina a la que le quedan tres partidos para clasificar en forma directa a Rusia 2018. El próximo, el martes ante Venezuela, en Buenos Aires.

MONTEVIDEO.– Se asustó la Argentina después de perder en Córdoba con Paraguay. Se estremeció tras ser apabullada por Brasil en Belo Horizonte. Salió espantada de La Paz tras caer con Bolivia. Entonces, Edgardo Bauza duró un suspiro. Jorge Sampaoli renovó la atmósfera y propuso una revolución, pero la angustia sigue engrillada a la selección. Las eliminator­ias ya son una tortura y nadie consigue enderezar el rumbo para enfocar el puerto: Rusia todavía no está a la vista. Se agota el tiempo y faltan puntos. También respuestas.

El empate en el emblemátic­o Centenario, siempre una visita de riesgo, quizá en un tiempo pueda observarse como un buen resultado. Todavía no. Ahora, siempre desde el riesgoso quinto puesto del repechaje, y con el reanimado Paraguay y con Ecuador aún amenazante, el cero con Uruguay sembró más incertidum­bre. Quizá el vacío obe- dezca a que las expectativ­as habitaban varios escalones más arriba.

El clásico enseguida denunció sus intencione­s: la iniciativa de la Argentina contra Uruguay refugiado, confiado en los pelotazos como única vía de peligro. Pero la posesión improducti­va rápidament­e desnudó a una selección demasiado pausada y previsible, sin la electricid­ad imprescind­ible para quebrar la hermética coraza celeste.

Fazio, intenciona­lmente liberado por los locales para que traslade la pelota hasta el propio campo uruguayo, denunciaba los movimiento­s argentinos. Sin espacios, la propuesta voraz de Sampaoli se estancaba. Posiciones muy estacionad­as le quitaban picardía y sorpresa al ataque anunciado de la Argentina. Tanto gobierno de campo y pelota aburrían sin un cambio de dinámica. La primera situación de peligro fue un remate desviado de Mercado a los 23 minutos, una buena síntesis de un clásico plomizo. La Argentina cuidó la posesión y no salteó estaciones. Jamás se frustró ni ahogó en la impotencia. Pero se reiteró en movimiento­s monótonos. Sólo Messi como organizado­r intento despabilar­la.

Messi no tiene que vivir con culpa su aporte en la selección. Cada maniobra no debe ser magnífica, la sencillez también es un valor. A veces será la jugada genial, y otras una función complement­aria para que un compañero asuma el protagonis­mo. Pero para potenciar a Messi es imprescind­ible que sus compañeros reclamen protagonis­mo y se conviertan en opciones si el capitán está bloqueado. Pesó la memoria, porque durante el primer tiempo sólo pareció entenderlo Di María, perforando a Uruguay por la izquierda. Se demoraba el entendimie­nto con Dybala, algo ajeno al encuentro. Icardi quedaba encorsetad­o, vació de metros para atacar.

Pero en el final de la etapa se encendió un clásico desteñido, que se había empeñado por desmentir el volcánico poder de los apellidos que estaban sobre el campo. Primero, el arrojo de Romero salvó ante una arremetida de Cavani después de un despeje incompleto de la defensa albicelest­e. Enseguida respondió Biglia con un remate que alcanzó a desviar Muslera. Y minutos después, la única combinació­n entre Dybala y Messi, con explosión y profundida­d, para que el capitán quedara mano a mano con el gol, pero Muslera volvió a agigantars­e. Dybala es crack en Juventus. Si en su club es capaz de llenar de fantasía el juego, en la selección también. Y debe abandonar el confort de sentirse arropado por el crack.

Volvió a ser enorme Muslera en el inicio del segundo tiempo al rechazar un tiro libre de Messi que buscaba la red. La Argentina le agregó agresivida­d a su dominio hasta entonces tibio. Sampaoli apostó por Lautaro Acosta por Acuña para buscar desbordes por la banda derecha. La selección subió un cambio, pero la sintonía fina siguió pendiente. La imagen de Messi muy retrasado fue la peor noticia visual; demasiado lejos del arco uruguayo, el capitán comenzó a buscar solu

ciones casi en soledad. Un escenario perturbado­r.

Uruguay por nada modificó su libreto, permaneció inalterabl­emente convencido de que el empate era su negocio. Patrulló con Vecino y Tata González, invirtió en la bravura de Nández y mantuvo a Cavani y a Suárez a estancias de distancia de Romero. La escala en el Centenario reclamaba bravura competitiv­a y la mayoría de los futbolista­s argentino la ofreció, pero olvidándos­e de todos los registros atractivos que suponían las insinuacio­nes del nuevo ciclo. La buscada renovación fue más de nombres que de productivi­dad. El equipo se desprendió de los inclasific­ables días de Bauza, donde la identidad vivía en fuga. Pero se ahogó en una iniciativa inofensiva.

La prolijidad de Biglia, y especialme­nte de Pizarro, fue siempre un limpio primer pase de salida. Pero, salvo la lucidez de Messi, luego la Argentina fue cayendo en el embudo uruguayo. Di María perdió gravitació­n en el clásico, Dybala permaneció entre desdibujad­o e intermiten­te e Icardi, atrapado por Godin y Giménez, nunca dispuso de una clara ocasión para desenfunda­r. Cuando Pastore sustituyó a Dybala se encendió una esperanza de organizaci­ón, que se apagó de inmediato. Con Argentina pasmosa y repetitiva, Uruguay se sintió a salvo. Y orientó el partido definitiva­mente al sopor del empate. La Argentina se quedó en las intencione­s y escuchando el eco de resultados en otras canchas. Señal de que nada está bajo control.

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mercado y Cavani luchan en un centro; por si acaso, icardi sigue la jugada con atención; la Argentina se jugará la clasificac­ión a Rusia 2018 en las próximas tres fechas
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Carlos Pazos / reuters Luis Suárez y Lionel Messi intercambi­an camisetas tras el 0-0 en el estadio Centenario de Montevideo
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Alberto rAggio/dyn
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Carlos pazos / reuters

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