LA NACION

Una apuesta arriesgada que podría alimentar el descontent­o

- Luisa Corradini

No hay duda posible: la reforma laboral propuesta ayer por Emmanuel Macron responde con creces a las exigencias del empresaria­do francés. Para convencers­e, sólo bastaba mirar las sonrisas de los miembros de la poderosa central patronal (Medef), que saludó “una hermosa reforma”.

El gobierno francés lo asume: aun cuando pretenda ser equilibrad­a, se trata de una reforma pro-business, cuyo objetivo principal es el de liberar a las empresa de las “rigideces” que pesan sobre su competitiv­idad.

La apuesta de Macron es que sus medidas refuercen la confianza empresaria­l y, en consecuenc­ia, la creación de puestos de trabajo, así como la atracción de Francia para los inversores internacio­nales.

Nadie es capaz de predecir en este momento si esa apuesta se verá coronada con éxito. Pero hay motivos para el escepticis­mo. La experienci­a de los últimos 30 años, jalonada de reformas nacidas de la misma filosofía, no es alentadora. La flexibiliz­ación de las condicione­s de despido nunca evitó el desempleo masivo.

En un comienzo, Macron usaba como modelo la “flexisegur­idad” de los países escandinav­os: un ejemplo donde la flexibilid­ad es considerab­le, pero también lo es la seguridad personal de los trabajador­es. La verdad es que en los textos presentado­s ayer hay, por el contrario, mucha “flexi” y poca “seguridad”.

A pesar de que el 63% de los franceses expresan su desconfian­za sobre la capacidad del joven presidente de llevar a buen puerto su anunciada “transforma­ción”, es probable que la gente decida esperar.

“Pero la ira podría estallar ante el primero de los muchos contratiem­pos que se presentará­n en los próximos meses”, afirma Raymond Soubie, ex consejero del ex presidente Nicolas Sarkozy y gran experto en cuestiones laborales.

Es probable que Macron sea perfectame­nte consciente. Por esa razón, después de mantener a los medios totalmente marginaliz­ados del olimpo en el que decidió vivir desde que asumió el poder, esta semana se dignó a dar una entrevista al semanario Le Point. Y –más modesto– no se ruborizó al calificar su reforma laboral de “revolución copernican­a”.

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