LA NACION

Las inundacion­es, sólo una parte de los dramas en Bombay

En la megalópoli­s india, los daños que provocan cada año los monzones golpean a las clases más pobres, que enfrentan también otros problemas

- Jeffrey Gettleman

BOMBAY.– Para la familia Dhurve, que vive en una casilla con techo de plástico y encerrada entre los pilares de una autopista y las vías del tren, el año tiene sólo dos estaciones: la temporada de demolición y la temporada de lluvias.

Efectivame­nte, todos los inviernos, cuando el tiempo en Bombay es más seco, llega la policía con una cuadrilla y tira abajo la casa de la familia. Y cada verano, cuando golpean los monzones, los cuatro miembros de la familia quedan bajo el agua. Remolinos de agua sucia con manchas de aceite inundan su vivienda y barren con lo poco que tienen, y dejan a su paso botellas de plástico, cáscaras de cocos, piedras y pedazos de tela.

El martes pasado, por la noche, Bombay sufrió una tormenta particular­mente grave. Los Dhurve corrieron con sus dos hijos hasta un terraplén de la autopista, donde pasaron la noche mientras veían cómo su casa se inundaba por enésima vez.

“Mi vida está perdida, OK. Pero, ¿la de mis hijos?”, se preguntaba Babli Dhurve a la mañana siguiente, sentada en el piso sobre un colchón viejo, mientras sus vecinas paleaban la mugre dejada por la tormenta.

En Bombay, la capital financiera de la India, las inundacion­es de dimensione­s épicas son parte del paisaje. Esta megalópoli­s de 18 millones de habitantes está sentada sobre una península rodeada por el mar. Muchos de los drenajes y las alcantaril­las de la ciudad fueron construido­s hace más de 80 años, cuando Bombay era apenas una fracción de su tamaño actual. Durante la temporada de monzones de 2005, en esta zona murieron más de 1000 personas.

Las precipitac­iones del martes fueron serias –unos 25 milímetros en 12 horas–, pero nada comparadas con el diluvio de 2005. Las autoridade­s dicen que murieron por lo menos cinco personas, incluido un médico que fue tragado por una alcantaril­la cuando volvía a su casa del trabajo.

Anteayer, la ciudad había vuelto a la normalidad. El tráfico avanzaba por los bulevares cubiertos de barro y las cuadrillas de limpieza cortaban en pedazos los árboles caídos. En algunas partes de la ciudad aún había olor a podrido, tal vez porque la marea se sumó al agua de lluvia y dejó sumergidas calles enteras.

Contrastes

Como suele ocurrir cuando golpea el desastre, la gente se ayuda entre ella. En el barrio de la familia Dhurve, muchas mujeres salieron de sus casas para ayudar a limpiar, con sus atuendos anaranjado­s, turquesas y rosados, colores brillantes que contrastan cruelmente con el sombrío entorno donde viven. Sus casas, en realidad, son aleros, decenas de aleros, construido­s sobre una pared ya existente, al costado de la calle.

“Ni en sueños tengo otro lugar adonde irme”, dice Suraj Shurve, el padre de familia.

Suraj es lavaplatos, como la mayoría de sus vecinos. De hecho, el barrio es esencialme­nte una colonia de bacheros y lavaplatos, aunque la gente de allí prefiere decir que trabaja en el negocio del catering.

Sobre sus cabezas corre un nuevo monorriel y por la calle circulan autos de lujo, pero para este grupo de unas 50 familias interconec­tadas, la opulencia y las oportunida­des que Bombay ofrece están fuera de su alcance.

La mayoría de los adultos son iletrados. Hay familias de seis integrante­s que sobreviven con 10 dólares por semana. Sus hogares son considerad­os ilegales, y cuando el tiempo mejora aparece la policía con la cuadrilla de desalojo.

En esta colonia, anteayer nadie hablaba de las inundacion­es de Houston, a medio mundo de distancia. Ni siquiera parecían enterados. Pero las comparacio­nes no se les escaparon a los intelectua­les indios, incluidos los de la industria informativ­a.

“La Houston de la India”, tituló un sitio web de noticias su cobertura de las inundacion­es en Bombay. Y un diario puso lado a lado fotos de las inundacion­es en ambas ciudades.

Cuando las agencias de noticias informaron que Houston había impuesto un toque de queda para evitar los saqueos, muchos indios postearon orgullosam­ente en Twitter que nada de eso pasaba en Bombay, ni siquiera en las zonas más pobres.

“Aquí en Bombay, un amigo que se quedó varado cinco horas en el auto camino al aeropuerto me dijo que los habitantes de las casillas salieron a ofrecerles té y galletitas”, escribió Anand Mahindra, un conocido ejecutivo.

En el barrio de la familia Dhurve nadie anduvo ofreciendo té ni galletitas, pero mientras barren la calle y tienden ropa mojada, tampoco se escuchan muchas quejas.

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