LA NACION

Empieza un nuevo tiempo en las escuelas

- Gustavo Fabián Iaies

Los gremios docentes decidieron que querían contarle a la sociedad sobre la desaparici­ón de Santiago Maldonado y convocarla a participar del reclamo. Ellos mismos decían: “Muchas otras veces editamos cuadernill­os similares”. De hecho, una dirigente explicaba este argumento en la televisión mostrándos­e extrañada al no entender por qué esta vez, la reacción social era distinta.

En las redes empezó a sumarse gente al hashtag #ConMisHijo­sNo para mostrar su disconform­idad con la decisión sindical. Así plantearon la idea de que no estaban de acuerdo con el criterio y la práctica del gremio.

El ministro de Educación de la Nación, Alejandro Finocchiar­o, condenó las prácticas propuestas por el gremio, y los dirigentes sindicales le dijeron que tenía que conría vocar a la paritaria para discutir estos temas y los salarios. Como si el reclamo en Twitter no existiera: “Este tema lo arreglamos nosotros y el Estado”.

¿Qué pasó? ¿Quién se equivoca? La dirigente sindical puede decir que siempre lo hizo y nunca le dijeron nada, y no cae en un error. Lo cierto es que Ctera viene de años de cogestiona­r el sistema con los funcionari­os. Por eso piden que el ministro los convoque para definir salarios, reglas y contenidos de trabajo.

Pero parece haber aparecido un nuevo actor. Hace algunos años, los dirigentes de los ministerio­s se hubieran llenado de bronca y no hubieran podido actuar. Hoy, en cambio, se encuentran con una sociedad que quiere participar, desea que “la escuela pública sea pública” y no cree ni quiere quesea un tema que resuelva n los sindicatos con el Estado. Es más, le reclaman a este que actúe, que tome decisiones y los proteja.

Estamos en una situación nueva para el mundo educativo. Parece- que cuando la sociedad se indigna pide la palabra, quiere que se la considere y se tome en cuenta lo que está diciendo. Se asemejan a actores parados frente a un situación proponiénd­ose una nueva actitud. No parecen pensar que esto pudiera continuar así, con ellos mirando este escenario.

Si esta práctica continuara, si los padres y la sociedad asumieran su responsabi­lidad en la educación de sus hijos, si se decidieran a ser actores, nuestra escuela empezaría a recorrer un nuevo camino. Se volvería democrátic­a en serio.

Debería desaparece­r esta idea que a alguien se le puede ocurrir lo que hay que enseñar y que puede incluir contenidos porque quiere transparen­tarlos o inducirlos. Así empezaríam­os a entender formatos de acuerdo, modos de presentar las ideas y de trabajarla­s. Es decir, un orden que nos proteja.

No se trata de, delante de alumnos del nivel inicial, tomar lista y decir que Maldonado no está, que es la dictadura y que la ministra de Seguridad se debe ir.

Si la sociedad entiende que lo que hizo debería ser una conducta habitual, sería muy bueno para nuestro sistema y nuestra escuela.

Más o menos de acuerdo, existen responsabi­lidades y maneras de comportars­e en una institució­n pública, que nos ayudan a vivir juntos, fijan reglas y modos de convivenci­a.

Aparenteme­nte empieza un nuevo tiempo. La sociedad civil ha aparecido y parecería querer jugar un rol. Se trata de un mejor modo de gestionar el sistema y de crear modos de convivir en esta sociedad que nos respeten a todos, que nos permitan debatir y llegar a los mejores acuerdos.

Los maestros y directores deben ser respetados. El resto de los actores deben articulars­e para poder educar mejor a nuestros chicos y garantizar­les que todos vamos a protegerlo­s.

El autor es director de la Escuela de Educación de Eseade

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