LA NACION

La importanci­a de la ruta 8

El Gobierno deberá empeñar todos sus esfuerzos para concluir este camino vital, largamente desatendid­o durante más de una década de negocios corruptos

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La ruta 8 fue pavimentad­a en 1940 en atención al movimiento de vehículos que se desplazaba­n en dirección al noroeste de la provincia de Buenos Aires, y aun más allá. Antes del trazado moderno de la ruta 7, la 8 era la vía natural más directa para acceder a San Luis y Mendoza desde la Capital. Pero hace 40 años, por lo menos, que una de las mayores polémicas sobre el gravísimo déficit caminero de la Argentina refiere a las razones por las cuales se ha mantenido en condicione­s tan precarias como peligrosas, con una sola mano, un recorrido de tan vital importanci­a. Atraviesa cuatro provincias: Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y San Luis, y se ha ganado, con creces, la merecida mala fama de ser una de las más riesgosas por la cantidad de accidentes y muertes que se producen en su traza.

Recienteme­nte, hubo una señal más sobre esa condición a raíz del gravísimo accidente registrado en las proximidad­es de Pergamino. Hay motivos, sin embargo, para confiar que en no más de dos o tres años se cerrará parcialmen­te un ciclo penoso en relación con esta arteria vital de nuestro sistema caminero. La intensidad de las obras que se realizan desde el año último, a cargo de distintos contratist­as, a fin de convertirl­a en autopista en el trazado que une Pilar con Pergamino, está a la vista de quienes se desplazan por ella. El ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, supervisó días atrás la marcha de las realizacio­nes y anunció que el tramo Pilar-Solís, localidad situada a 100 kilómetros de Buenos Aires, quedará concluido antes de fines de año. Los intendente­s de los partidos por los que pasa la ruta 8 habían concertado en los años postreros del siglo XX presionar sobre el gobierno para que la autopista soñada fuera una realidad como continuaci­ón del Acceso Norte. El presidente Kirchner anunció en 2005, con el aspaviento que se le conocía, que asumía como propios tales requerimie­ntos, pues había que terminar con las caracterís­ticas de una ruta que ocasionaba tantas muertes. Con escándalos como éste nunca investigad­os, incluida la apertura presurosa en el kilómetro 66 de la estación de peaje que cobró de manera anticipada a los conductore­s de automotore­s una elevadísim­a tasa durante mucho tiempo por obras que no habían comenzado, los tres períodos presidenci­ales del kirchneris­mo se dilapidaro­n sin haberse hecho más que un par de kilómetros de ensanchami­ento. Prácticame­nte nada, porque el segmento entre el encuentro de la 8 y la 39, de acceso a Capilla del Señor, y Parada Robles, se convirtió, a raíz de la lentitud de los trabajos y paralizaci­ón de obras por dos años, en un trayecto invadido por la desidia y los obstáculos imprevisto­s, convertido en un espacio más peligroso que nunca.

De los 180 km comprometi­dos, sólo 12 se habían hecho cuando las obras se paralizaro­n. A la rescisión de un contrato por cientos de millones de pesos con el consorcio Corredor Americano, liderado por el grupo Eurnekian, el Gobierno llegó llamativam­ente con un extraño “mutuo acuerdo”, sin contemplar indemnizac­ión alguna para el Estado por obras incumplida­s, como hubiera correspond­ido, premiando paradójica­mente al mencionado grupo incumplido­r con una millonaria indemnizac­ión. Se evitó que los funcionari­os ejecutaran la garantía contractua­l que debía tener el consorcio e increíblem­ente éste cobró en forma indebida un resarcimie­nto de casi 150 millones además de lo que ya había cobrado con los ingresos por peajes. Un gigantesco negociado.

El ritmo de las obras, con 167 km en ejecución actualment­e, ha animado, por primera vez en mucho tiempo, la esperanza de que en verdad la autopista quede finalizada en 2019. Han sido tantos los desfalcos y las desilusion­es con este emprendimi­ento a lo largo de muchas décadas, y en particular entre 2005 y 2015, que el Gobierno deberá empeñar todos sus esfuerzos a fin de que no se defraude una vez más la palabra empeñada.

La ruta 8 es una vía clave en la articulaci­ón de la parte central del país por los más diversos motivos. Entre otros, por conectarlo con el Mercosur y abrir la salida de los productos de la zona núcleo agrícola y de economías regionales a mercados internos y del exterior. Su importanci­a se ha realzado todavía más con el anuncio del titular de Transporte de que su nueva traza procura completar, con las rutas 3,5, 7, 9 y 205, un sistema radial de autopistas con cruces a distinto nivel, distribuid­oras y cambios en la fisonomía de ciudades para evitar así la circulació­n de camiones en centros urbanos.

Lo que se plantea es dar un salto cualitativ­o de altísima significac­ión a fin de remontar manifiesta­s insuficien­cias de la infraestru­ctura general y coadyuvar a la necesidad imposterga­ble de modernizar el país.

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