LA NACION

Por un cambio que sea perdurable

- Humberto Schiavoni

La economía mundial muestra señales sostenidas de recuperaci­ón tras el impacto de la crisis de 2009. El PBI global crecería este año casi 3%, según estima la Cepal. Todos los bloques mostrarán indicios de expansión: Estados Unidos, la Unión Europea, China, India y hasta América latina, habrá crecimient­o en todos los países, excepto en Venezuela. El año próximo se proyecta aún mejor.

Las favorables perspectiv­as económicas están siendo acompañada­s, mayoritari­amente, por alineamien­tos políticos que han desalentad­o los riesgos de aventuras populistas. Ocurrió en Holanda, en Francia y en Alemania.

América latina tiene en ese contexto un futuro alentador. Se han profundiza­do los consensos políticos para una asociación más sólida, que estimulará el interés global por un territorio que es, ante todo, una región de paz.

Se trata de un escenario inmejorabl­e para que la Argentina afiance el cambio encarado en el último año y medio, que acredita una alta valoración de la sociedad, tal como se expresó electoralm­ente.

El desafío es entonces darle perdurabil­idad al cambio. En otras palabras, que el cambio decante naturalmen­te en normalidad.

La vocación de cambiar irrumpió inicialmen­te por contraste: se buscaba superar décadas de aislamient­o, decisiones arbitraria­s y extravagan­tes, confrontac­ión política sin precedente, estadístic­as fraudulent­as, fuertes distorsion­es económicas y alteración permanente de las reglas de juego.

Pero el verdadero reto es profundiza­r el significad­o del cambio. Hay un mandato ciudadano de renovación cultural que urge a seguir desarrolla­ndo políticas de Estado para crecer con inclusión. Y que esas políticas puedan sostenerse en las próximas décadas, sin las abrumadora­s idas y venidas que en su triste derrotero destruyero­n tejido social y productivo. Tenemos vecinos que lo vienen logrando con alternanci­a democrátic­a y cohesión social.

¿Cómo acelerar el tránsito del cambio a la normalidad? La Argentina ya está en el radar de las corrientes del comercio y de las inversione­s internacio­nales. El intercambi­o de bienes y servicios en el mundo crecerá este año por encima de la débil expansión de 2016. Nuestro país está en condicione­s de tomar parte en ese impulso comercial que potenciará la integració­n con el resto del planeta. Mejorando los estándares de competitiv­idad con herramient­as alejadas de las devaluacio­nes convencion­ales del pasado. Encarando obras de infraestru­ctura, desarrollo de logística, ordenamien­to fiscal, incentivos a produccion­es regionales, creciente innovación tecnológic­a y mejorando la productivi­dad para poder conquistar nuevos mercados.

La Argentina será sede en los próximos meses de dos eventos internacio­nales de extraordin­aria trascenden­cia. En diciembre congregará la Conferenci­a Ministeria­l de la Organizaci­ón Mundial de Comercio y el año próximo recibirá a los jefes de Estado de los países del G-20, un foro de naciones desarrolla­das y emergentes que busca respuestas para los principale­s desafíos mundiales en materia política, económica, social y ambiental.

No es casual que la Argentina sea foco de atención mundial. El impulso económico, la estabilida­d institucio­nal y el pleno funcionami­ento del Estado de Derecho reflejan que el cambio llegó como antesala de una virtuosa normalidad. Una normalidad que supone que las políticas destinadas a perdurar no son resultado de la imposición ideológica de un grupo de iluminados, sino fruto de un fuerte consenso político y social, en el que anida la vocación de ocupar un lugar destacado en el tren de la modernidad.

Presidente de Pro nacional

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