LA NACION

paraguay golea y se ilusiona; Chile se enreda

en Santiago, la albirroja sorprendió con un abultado 3-0 y se esperanza con clasificar­se

- Alberto Cantore

Para Chile era una jornada para clarificar su futuro, pero terminó por enredarse; para Paraguay, la visita a Santiago era la última oportunida­d de entusiasma­rse con la Copa del Mundo y no dudó en aferrarse a esa ilusión. El 3-0 de los guaraníes modificó humores, estados de ánimo y le agregó un mayor dramatismo al desenlace de las eliminator­ias sudamerica­nas. Un infortunio desató el nudo y acentuó lo que dictaban los planes originales. En la manera de resolver la situación estuvo la diferencia: Chile se obnubiló, avanzó y chocó contra un muro; Paraguay exhibió pragmatism­o para aplicar las estocadas y alimentar, en el tramo decisivo, la ilusión rumbo a Rusia 2018.

El futbolista más desequilib­rante que cuenta el fútbol chileno, por actitud y presencia en el juego, fue la llave que abrió la victoria de Paraguay. Toda una paradoja, una síntesis de lo que describió el encuentro. Arturo Vidal llegó a la cita envuelto en una nueva controvers­ia, otra más de las muchas que rodean al volante de Bayern Munich, aquel que alguna vez destrozó una Ferrari durante la Copa América de 2015. El lunes pasado, el futbolista se vio involucrad­o en desmanes en un casino en las afueras de Santiago, en la víspera de la concentrac­ión del plantel que conduce Juan Antonio Pizzi. Un tiro libre en forma de centro de Oscar Romero lo encontró a Vidal forcejeand­o con un rival; cuando se lo quitó de encima y ganó la posición para defender, no hizo más que conectar contra su propia valla y dejar inmóvil al arquero Claudio Bravo.

Sin ofrecer demasiado, Paraguay tomó una ventaja que le posibilitó fortalecer su argumento de juego: retroceder con orden, tapar los espacios y empujar a Chile a la desesperac­ión. La ofensiva se puntualizó en las escaladas de Isla, los intentos de Alexis Sánchez y los remates de Eduardo Vargas, que pusieron a prueba los reflejos de Antony Silva. Por momentos, los guaraníes se replegaban y minaban con nueve jugadores su propia área para custodiar la valla. La poca lucidez de un futbolista que marca presencia como Díaz en Chile, las dudas para dilucidar el mapa que le ofrecía el rival y el nerviosism­o acorralaba­n a la Roja, que en ataque no manifestó esa conexión natural que destacó el ciclo Pizzi, campeón de la Copa América del Centenario, el año pasado, y vice campeón en la Copa de las Confederac­iones de Rusia en 2017.

Una serie de rebotes lo dejó a Cáceres, un defensor que se movió como volante, de frente a Bravo para estirar la ventaja. Valdivia y Paredes fueron los recambios con los que Chile intentó remontar la cuesta y con Aránguiz estuvo cerca de descontar, al igual que con las acciones que la terna arbitral que encabezó Pitana anuló, correctame­nte, por posición adelantada. El golpe de energía que la Roja necesitaba nunca llegó, mientras que Paraguay [“Jugamos por encima de lo solicitado”, aseveró el director técnico Arce] cerró en el descuento una goleada mediante Richard Ortíz.

El escritorio, con la resolución del TAS, había puesto a Chile en una posición expectante para encaminars­e rumbo a Rusia 2018. No tuvo la fluidez para resolver el enigma, se enredó y le dio oxígeno a Paraguay, que llegó a la cita sin margen para equivocars­e y cumplió.

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I. alvarado / reuters Cáceres (15) festeja su gol, el 2-0 de la albirroja

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