Los límites y la manipulación de la belleza
LA FORMA DE LAS COSAS
★★★ buena. autor: Neil Labute. dirección: Sebastián Bauzá. intérpretes: Gastón Cocchiarale, Victoria Alsua, María de Pablo, Juan Luppi. escenografía y vestuario: Sabrina López Hovhannessian. luces: Jorge Ferro. asistencia de dirección: Gonzalo Cirigliano. sala: El Método Kairós (El Salvador 4530). funciones: viernes, a las 20.30. duración: 90 minutos.
Pigmalión, en la mitología griega, además de ser el rey de Chipre, es un gran escultor. su problema es que nunca pudo encontrar a la mujer perfecta con la cual casarse. decide abandonar la tarea y dedicarse a la creación de esculturas. A su creación más bella le dio el nombre de Galatea y de ella se enamoró tanto que soñó que cobraba vida. Afrodita, conmovida por ese amor, transformó a Galatea en una mujer real. ese mito parece ser el disparador de muchas historias.
La forma de las cosas, aquella obra del conocido escritor norteamericano neil Labute, tan recorrida por el teatro mundial y con una fuerte garantía de eficacia, plantea unos cuantos interrogantes sobre qué es el arte, cuánto podemos intervenir en un material y si acaso, una vez intervenido, ese material es de nuestra propiedad. más aún: ¿todos los materiales son factibles de ser intervenidos? desde el tema, una retrospectiva jugosa parece abrirse como camino a recorrer: desde el mito griego de Pigmalión, la lectura que George bernard shaw realiza en el siglo XX, pasando por la figura de pinocho y aterrizando en nuestros tiempos para interpelar el arte posmoderno y sus cuestionamientos sobre los límites de arte y sus definiciones, que se han derrumbado por completo.
Una chica moderna entra a un museo con la intención de pintar con aerosol una estatua y así modificarla. el guardia de seguridad, con un aspecto descuidado, trata de impedírselo no por convicción, sino porque es su tarea. Así comienza La forma de las cosas y, en pocos minutos, el espectador sabe que ella es una estudiante de arte y que su próxima meta es hacer su tesis, que consiste
en una instalación para graduarse. su intención es hacer suya esa obra ajena interviniéndola a la fuerza, invadiéndola. el gran debate que se instala desde el principio pareciera ser ése: la necesidad de atentar, de romper con lo establecido, de cuestionar todo, de perturbar para lograr conmover. pero ¿qué derecho tiene una persona para manipular y modificar raudamente el material? ¿Cuáles son los límites de invasión?
Lo que las historias desde pigmalión en adelante comparten es el afán de construir a un otro en imagen y semejanza con lo deseado. Los manipuladores le dan vida a “algo”, no importa si es una persona o una cosa. La transformación que los artesanos hicieron en el otro, en su proyecto, ya no les pertenece. de eso que creyeron ser dueños, de eso que creyeron colonizar irremediablemente termina teniendo vida propia.
La obra de Labute –que hace unos años se presentó en la calle Corrientes dirigida por daniel Veronese– llega al teatro independiente. Un teatro que les escapa a las fórmulas consumadas y, en cambio, prefiere la experimentación y desafiar los límites del teatro. esta obra, a pesar de que en su tema conlleva esos interrogantes, no se anima a jugar con los elementos escénicos. Una puesta clásica, con actuaciones correctas (sobre todo en el caso de Gastón Cocchiarale), que debe sortear las dificultades que implica montar una obra tan extensa, con tantos movimientos escenográficos (no del todo justificados) que en este tipo de teatro no es usual. por eso, por momentos se tropieza y pierde un poco el ritmo. de todas formas es una buena oportunidad para acercarse a una pieza tan reconocida.