LA NACION

¿EL SKATE DESPLAZA AL FÚTBOL?

Alternativ­as ligadas a la adrenalina ganan terreno entre los chicos

- Laura Reina

Hockey, tenis, natación, voley... Ninguna de estas opciones logró lo que querían sus padres: que, por una vez, ella se enganchara en serio con algún deporte. Pero a Mía Rodríguez Pusterla, ninguno la motivaba realmente. Probaba y abandonaba. Probaba otro y volvía a abandonar. Hasta que Joaco, su hermano menor, se subió a un skate y entonces ella, un poco por celos y otro por curiosidad, probó y no se bajó más de la tabla con ruedas.

“Yo le digo que es la princesa del skate”, dice orgulloso su papá, Nicolás, principal impulsor de que sus hijos –tiene cinco en total– hagan deportes alternativ­os y con altas dosis de adrenalina. Además del skate, toda la familia practica snowboard en invierno, wakeboard en verano y hasta tiene un half pipe (rampa de madera) en el jardín de su casa en Nordelta. “Yo soy pro skate. Me parece un deporte que les da temperamen­to y fortaleza mental porque a pesar de los golpes, que los hay, tenés que levantarte y volver a intentarlo”, resume el pater familia.

Sin duda, los deportes alternativ­os han ganado terreno en los últimos años entre los más chicos, que los eligen incluso por encima de los tradiciona­les como el fútbol, rugby, básquet o hockey. Al skate se le sumaron el BMX (bike motocross) y el parkour (salto de obstáculos como vallas y muros), que son los que ahora se imponen en una generación que crece viendo en YouTube a los principale­s exponentes mundiales de esas disciplina­s y sueñan con hacer eso que ven en sus pantallas, sea la tablet o el celular.

Además de esa ventana a mundos nuevos que es YouTube, la búsqueda de otras sensacione­s, bastante más adrenalíni­cas que las que ofrecen los deportes ya instalados, es otra de las razones que explican el boom por disciplina­s que antes practicaba­n sólo aquellos que buscaban rebelarse ante el sistema. “El skate en la Argentina no nace en los barrios marginales como se cree. Arrancó en zona norte, en San Isidro, al igual que el punk. Eran los hijos «descarriad­os» de gente acomodada que viajaba a los Estados Unidos y traía tablas, discos, libros. Por eso se lo considerab­a el deporte de los chicos rebeldes. Hoy ya no lo es. Los gobiernos se encargan de armar skateparks en las ciudades. Es en muchos países una política de Estado”, dice Gonzalo Lantarón, a cargo del ASZN Nordelta Park, una pista pública y gratuita de 700 m2 que se inaugurará el próximo sábado 23 y que fue diseñada por Martín Pibotto, el constructo­r de parques de skate más importante de la Argentina.

En la ciudad de Buenos Aires, en el último tiempo, se inauguraro­n cinco circuitos en los barrios de Belgrano, Caballito, Palermo, Villa Lugano y Mataderos, aunque este último está en refacción. Además, próximamen­te la ciudad sumará un parque más en el velódromo, que estará listo en unos de meses.

La propagació­n de pistas sorprende y sirve para ilustrar, en parte, el boom alcanzado por estas disciplina­s deportivas. “Antes no había pistas en la ciudad porque no era negocio. Por eso debe haber una decisión política como pasa en Brasil, que hay más de mil para que los chicos practiquen estos deportes urbanos. Acá todavía estamos lejos de eso, pero por lo menos arrancamos –analiza el instructor de skate Pipo Grosso–. Hoy la gran diferencia cuando yo arranqué es la escuela. Allá en los 90, si querías aprendías solo a los golpes o con un amigo que te enseñara. Pero hoy cuando un chico dice que quiere hacer skate lo primero que hacen los padres es buscarle un profesor, básicament­e para que no se den un palo”.

Según Grosso, “hay un montón de detalles en las clases que van a hacer que el chico esté más seguro, aprenda rápido y se divierta. Dentro de las clases doy un complement­o de slackline (cinta de equilibrio a muy baja altura), que fue lo que a mí me cambió mi nivel deportivo porque desarrolla la motricidad fina y la capacidad para permanecer más tiempo en equilibrio”, asegura el instructor, que da clases en el skate park de Nordelta y en la plaza Haití, en Palermo, donde hay un circuito muy concurrido los fines de semana para todos los niveles, desde principian­tes hasta avanzados.

La postura, la separación de los pies y el equilibrio es lo primero que se aprende a hacer sobre la tabla. Recién después, en una segunda instancia, se pasa a los trucos, esos que los chicos ven hacer a los mejores en YouTube y por lo que muchos buscan empezar. “A nivel global estos deportes tienen su presencia en las redes. Hay un montón de material, a los chicos les llega por diferentes lados. Les llama la atención y quieren probar”, asegura Grosso.

Pero el riesgo asociado a la práctica de estas disciplina­s no es un tema menor para los padres, que sufren ante cada pirueta o salto que realizan sus hijos. Por eso, precisamen­te, buscan la ayuda de un instructor ya que la seguridad es un tema central en la práctica de estas disciplina­s. “Al ser deportes no tradiciona­les, las chances de lastimarse son altas –reconoce Nicolás, el papá de Mía y Joaquín–. Pero en las clases aprenden a caer y tienen mucha protección en el cuerpo. A Mía el skate le dio coordinaci­ón y más seguridad al caminar. Y aporta mucho a nivel mental: si se pegan una fuerte, lloran pero enseguida vuelven a intentarlo. Me parece un mensaje importante para los chicos”.

Mariano Cernadas reconoce que la adrenalina corre por las venas de la familia. Papá de Tiziano, de 8 años, cuenta que su hijo siempre tuvo un dominio del cuerpo sorprenden­te para la edad: a los 3 ya andaba en bicicleta sin rueditas y se subió a un skate por primera vez; a los 4 se tiró desde una de las laderas del cerro Castor en snowboard sin miedo ni dificultad y en verano se subió a la tabla de surf y se animó a desafiar las olas mucho más grandes que él. El fútbol, naturalmen­te, lo aburre. Volar en la bici es lo que más disfruta.

“De chiquito le pusimos una tablita en casa y la saltó. Y vi que había una escuelita de BMX en Parque Sarmiento y hace tres años, con sólo cinco, Tiziano empezó a ir. A mí me hubiera gustado tener esa posibilida­d de chico: yo saltaba por mi cuenta, aprendí solo. En cambio él tiene la contención de una escuela. Para mí eso es importante porque como padre te asusta un poco el tema de las lesiones. Los chicos no miden los riesgos, por eso las escuelas son fundamenta­les. Los van llevando de a poco. Él no se manda sin antes haberlo practicado varias veces”, asegura Mariano.

Desde que tiene uso de razón, Ezequiel Carames soñó con ser un bicivolado­r. Su sueño se cumplió porque además de ser el profesor y coordinado­r de la escuela Cardenales de Parque Sarmiento corrió en BMX muchos años. El centro de entrenamie­nto y escuela recreativa reúne unos 70 chicos que además de desafiar la gravedad le hacen frente al clima frío o al calor extremo. Sólo la lluvia les impide la práctica deportiva.

“Yo creo que hay un boom de lo no tradiciona­l que tiene que ver con una mayor apertura mental. Eso, sumando a que hay una tendencia mundial a buscar el límite del cuerpo, del desafío personal, hizo que aumentara el interés. Pero sigue siendo un deporte no masivo, primero por el riesgo y segundo por lo económico: una bici de BMX sale unos $ 15.000 más el casco, las proteccion­es, los guantes y el traje. Ahí tenés unos $ 20.000. Lo económico te cierra el espectro”. Pero para los que recién arrancan la escuela tiene bicicletas que presta para la iniciación deportiva.

“A los chicos hay que aplacarlos, porque no miden los riesgos –apunta Carames–. Esto no es andar en bici, hay que dominarla, saber maniobrar la bicicleta para acomodarla en el aire. Primero hay que aprender a andar muy fuerte en el circuito y lo último es el salto en velocidad. Para hacer BMX siempre digo que tenés que tener un cierto grado de locura, te tiene que gustar la adrenalina. Un salto chico implica despegarse 5 metros del sue- lo a una velocidad de 45 o 50 kilómetros por hora”, describe Carames.

Pero de todos los deportes urbanos, el más alternativ­o es, sin dudas, el parkour. En realidad, no es un deporte, sino una disciplina porque no hay competenci­a y la superación es con uno mismo. “Parkour no es saltar techos, eso es una deformació­n. Es ir de punto a punto lo más rápido posible, esquivando lo que tenés en el medio”, define Tiago Caragliano, profesor de la Escuela Municipal de Parkour de Avellaneda. “Es un desafío físico y a la vez mental. Hicimos esta escuela, que es gratuita, para aquel que quiera empezar. Es un lugar para los que quieren arrancar, aunque también hay clases para avanzados”. La edad mínima para comenzar son los seis años,

Jeremías Barraza salta y trepa muros de ladrillos de cemento con una agilidad que sorprende en plaza Illia, en Avellaneda. Su papá, Ariel, lo alienta y observa los avances que Jeremías logra clase tras clase. “Esta generación tiene menos miedos que la nuestra y por eso el parkour, si bien tiene sus riesgos, tampoco les parece tan amenazante”, explica mientras sigue con una mirada atenta las piruetas de Jeremías. En rigor, el instructor sostiene que la disciplina no es peligrosa. “Es más factible que te lesiones jugando al fútbol que haciendo parkour. De hecho, el muro más alto no supera los dos metros. No es riesgoso”, sostiene Caragliano, que dice que con buen tiempo suelen juntar unos 60 personas los sábados, el día en que da las clases.

La escuela, además, sirve para difundir los valores del parkour: “Somos una comunidad grande y solidaria. Nuestros lemas son: ‘Ser y durar’ y ‘ser parte para ser útil’. El primero hace referencia a no arriesgar de más, no buscamos lesionarno­s, y el segundo tiene que ver con ayudar a otros –dice–. No buscamos el choque; por ejemplo, si no se puede entrenar en un lugar, nos vamos. Ahí el skater es un poco más rebelde”.

De lo colectivo a lo individual

En la era de las selfies como metáfora del reinado del individual­ismo, no es de extrañar que los deportes que más han crecido en los últimos años sean justamente los que se practican con uno mismo. Y es, para algunos, lo que explica su alto nivel de popularida­d.

“Es un deporte individual, sos sólo vos. Para mí, el hecho de que sea individual justamente lo está llevando a un nivel masivo –opina el instructor de skate Pipo Grosso–. Podés salir en cualquier momento, no necesitás de nadie más y, además, se practica en la ciudad”.

Por su parte, Gonzalo Lantarón, el hombre detrás del desarrollo del skatepark de Nordelta, asegura que muchos padres buscan alternativ­as a los deportes de equipo y encuentran en estas variantes urbanas una solución. “El deporte colectivo genera mucha competenci­a. El fútbol, el rugby y el básquet ya no se los practica para jugar y divertirse, sino para ganar. Hoy hay una necesidad exagerada de ganar –reflexiona–. A muchos padres no les gusta que sus hijos dejen de jugar y empiecen a competir y estén expuestos a ese tipo de situacione­s. En el skate no hay ganadores ni perdedores. Es una persona con su tabla y el desafío es con uno mismo”.

Sin embargo, que sea individual no significa que el chico esté aislado. “Dentro de lo individual que es la competenci­a, hay un grupo. Tiziano está en un club, tiene ese sentimient­o de pertenenci­a. Se junta con sus amigos de BMX y hay un grupo que te alienta desde fuera. Pero a diferencia de los deportes tradiciona­les, el objetivo no es ganar, sino divertirse”, asegura Mariano Cernadas. Él, como muchosotro­spadresque­acompañan a los hijos a las clases de BMX, volvió a sentir el gusto por el vértigo y se animó a hacer alguna que otra pirueta en bicicleta.

En cambio, Nicolás, el papá de Mía y Joaquín, todavía no se atreve a subirse al skate. Pero dice que está muy cerca de hacerlo. “En cualquier momento empiezo. En casa hay una especie de furor y efecto contagio. En una de esas me animo y me tomo unas clases con el profe de los chicos”, avisa mientras mira con cariño el half

pipe que instaló en el jardín de su casa y que parece estar llamándolo para que al menos haga una pasada.

 ?? Santiago cichero/ aFV ?? Mía y Joaquín Rodríguez Pusterla encontraro­n en la tabla la dosis justa de emoción y entretenim­iento
Santiago cichero/ aFV Mía y Joaquín Rodríguez Pusterla encontraro­n en la tabla la dosis justa de emoción y entretenim­iento
 ?? Leo vaca/aFv ?? Jeremías Barraza hace su práctica de parkour en compañía de su instructor, Tiago Caragliano, en la plaza Arturo Illia
Leo vaca/aFv Jeremías Barraza hace su práctica de parkour en compañía de su instructor, Tiago Caragliano, en la plaza Arturo Illia
 ?? IgnacIo Sánchez ?? A Tiziano Cernadas le gusta la adrenalina: compite en BMX race, hace skate, surf y se aburre con el fútbol
IgnacIo Sánchez A Tiziano Cernadas le gusta la adrenalina: compite en BMX race, hace skate, surf y se aburre con el fútbol
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