LA NACION

Schwartzma­n ya está en octavos del US Open

Bajó al croata Cilic; por segunda vez derrota a un top ten

- Germán Leza

NUEVA YORK.– Diego Schwartzma­n tenía pasajes de vuelta para hoy. Tendrá que cambiarlos. Ayer, en el estadio Grandstand del Abierto de Estados Unidos volvió a hacer historia. En 3 horas y 23 minutos, venció por segunda vez en el año a un Top Ten (en la segunda rueda de Montreal, le había ganado a Dominiq Thiem 6-4, 6-7 y 7-5). Derrotó a Marin Cilic, (7° del mundo y 5to preclasifi­cado del certamen) por 4-6, 7-5, 7-5 y 6-4, y por primera vez alcanzó los octavos de final de un Grand Slam. La historia del Peque Schwartzma­n está repleta de esfuerzo y de tozudez, con el apoyo fundamenta­l de su familia que hasta vendió pulseras para que pueda viajar el más pequeño de los cuatro hermanos. Y con una rigurosa preparació­n física, a cargo de Martiniano Orazi, y la calma que le transmite su entrenador Juan Ignacio Chela, consiguió su mejor temporada de su carrera.

Ayer, dejó en el camino ni más ni menos que al mejor jugador del cuadro inferior del torneo, y su próximo rival será el francés Lucas Pouille, 16º cabeza de serie y 20º del ranking. Schwartzma­n, que había perdido con el mismo rival en semifinale­s de Estambul (cayó 6-1 y 7-6), capitalizó los 80 errores no forzados y las 17 dobles del croata. Con muchísimo coraje ganó el duelo y se dejó caer en el piso. Muy cerca estaban su hermana Natalí y su madre Silvana, pero lejos del asiento de Chela, porque el Peque quiere sólo ver a su coach y concentrar­se al máximo. “¿Sabés lo que pensé? –le dice Silvana a la

–cuando éste se tiró así en el nacion piso…amor de mi vida, así tendría que haber festejado cuando ganó su primer título en Estambul, pero Dimitrov no se lo permitió: rompió las raquetas y Diego ganó con el punto del warning. Yo decía, el mío algún día va a ser eso. Siempre supe que iba a llegar”, cuenta al borde de la emoción. Y añade: “Todos hicimos el esfuerzo, por eso somos una familia tan conocida y unida en el tenis”.

El Peque subraya el papel que tuvo la familia en su carrera: “El mejor momento en el que te tiene que apoyar la familia es cuando lo económico no está a favor, cuando cada tenista arranca, si es que no tiene el apoyo de la Federación y de mucha gente que te haga fácil empezar”. Silvana comenzó saltar después de que Diego definió el encuentro con una derecha fulminante, con unos anteojos negros que hace poco le habían prestado y que de repente se convirtier­on en una cábala. “Si fuera por mí iría con pancartas a todos lados pero mi hijo me mata”, confiesa con una sonrisa. “No lo puedo creer. Hablo y se me hace un nudo. Honestamen­te, no puedo creer que esté donde esté. Que estemos nosotros acá. Nosotros sólo queríamos que pasara la primera rueda”, dice Silvana, que ahora, junto a su hija deberán cumplir con todas las promesas que hicieron antes del partido. Entre ellas, correr alrededor del Central Park, comprarse unas zapatillas “carísimas” y la hermana juró hacerse un nuevo tatuaje.

Mientras tanto, en el Grand Slam donde cayeron los gigantes, el Peque desplomó a otro, que mide 28 centímetro­s más que él y que asomaba como el más peligroso en la llave. Sin Cilic, el joven Denis Shapovalov, el español Pablo Carreño Busto, el estadounid­ense John Isner (10º cabeza de serie) y Sam Querrey aparecen como los rivales más exigentes. Roger Federer, Rafael Nadal y Juan Martín del Potro están por el otro lado del diagrama. “Estoy un poco sorprendid­o [de estar en octavos], pero en las últimas semanas estuve jugando muy bien, hice la tercera ronda en París y cuartos en Montreal. Creo que mi confianza está subiendo y que en cada partido puedo ganar”, dijo Schwartzma­n después del triunfo. ¿Y por qué no? Le sobran los motivos.

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Jerry lay / ap la celebració­n, después de trabajar más de 3 horas para dejar en el camino al gigante Cilic

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