La gravedad de las inundaciones
Se necesita más que la ley de emergencia; hay que recomponer caminos, generar la infraestructura y crear una logística adecuada a los mercados modernos
Las inundaciones están provocando otro año de pavorosas consecuencias para el campo. Un dato estadístico comparado revela la magnitud del fenómeno: en Bolívar, partido del centro-oeste de la provincia de Buenos Aires, sobre una media de precipitaciones hasta este mes de 596 milímetros en los últimos 65 años, en lo que va de 2017 han caído a la fecha 1100 milímetros.
Para peor, los meteorólogos han comenzado a prever una primavera lluviosa en la zona núcleo, a raíz de lo cual se estima que las pérdidas para el agro podrían arruinar, entre la cosecha fina y la gruesa, al fin de la campaña 2017/18, alrededor del 20 por ciento de su potencial. A eso se suma la complicación de que muchas zonas rurales se hallan con napas altas, casi al ras del suelo.
Según acaba de informar la entidad representativa de las sociedades rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap), las graves inundaciones que afectan a buena parte de la pampa húmeda perjudican gravemente al 25% de la agricultura nacional y al 26% de la producción ganadera vacuna del país.
Algunos partidos de la provincia de Buenos Aires han sufrido 16 inundaciones en las últimas cuatro décadas. Eso atestigua no sólo la continuidad de un ciclo largo de precipitaciones de elevada intensidad, sino también la ausencia de políticas sostenidas en el tiempo respecto de una debida canalización de las aguas.
Ya no se puede hablar en Buenos Aires sólo de las consecuencias de la imprevisión, desidia y mala praxis estatal en la cuenca del Salado por insuficiencia en infraestructuras. Los viejos problemas en la provincia se han potenciado, además, con las aguas que corren desde serranías puntanas, atraviesan Córdoba y agravan aún más la situación cuando atraviesan Santa Fe y desbordan la laguna La Picasa. Lo hacen en dirección de partidos del noroeste bonaerense, como General Villegas, uno de los más afectados este año. También han sufrido por estos corrimientos de aguas y por lluvias excesivas algunos departamentos de La Pampa.
Hoy, hay 5,5 millones de hectáreas inundadas o anegadas en la pampa húmeda, a las que deben agregarse otros 2,5 millones de hectáreas en las que las altas napas freáticas dificultan seriamente los trabajos y el laboreo de la tierra. Las imágenes satelitales no dejan lugar a dudas de tan delicada situación.
Es hora de tomar el tema de las inundaciones en serio. No basta con hacer un inventario de los daños que en definitiva afectarán la economía nacional. Implica revisar los estudios ya realizados sobre el tema y consultar a expertos de países con gran experiencia en el manejo de aguas, como de los Estados Unidos, Holanda y Vietnam.
Es hora de diseñar soluciones y ponerlas en marcha. En algunos casos, eso exigirá un entendimiento entre la Nación y los gobiernos de las provincias involucradas. Nuestro obsoleto sistema de canales debe ser remozado, teniendo en cuenta los últimos adelantos tecnológicos. Es plausible el resultado de la reunión realizada por el ministro del Interior, Obras Públicas y Vivienda, Rogelio Frigerio, con intendentes de la segunda y cuarta secciones electorales de la provincia, a cuyo término se anunció que habrá 44 millones de pesos de Aportes del Tesoro Nacional a fin de paliar los efectos del desastre. Pero si se compara esa suma –esfuerzo, al fin, del Estado nacional– con las pérdidas totales estimadas hasta hoy, se advierte que las soluciones de fondo pasan en verdad por otras políticas. Para decirlo en palabras de la Confederación Nacional de Cooperativas Agropecuarias (Coninagro): se necesita algo más que la ley actual de emergencia. Hay que recomponer caminos, generar la infraestructura hídrica suficiente y crear una logística adecuada a los mercados modernos para todas las producciones.
Cualquier programa que se ponga en marcha tendrá que sostenerse hasta la concreción de las obras indispensables Los viejos problemas en la provincia se han potenciado con las aguas provenientes de otros distritos
Una vez definidas y diseñadas las obras necesarias para remediar del modo más amplio posible los dramas derivados de las inundaciones, aquéllas deberán trascender del ámbito de las promesas del político de turno que pueda convertirlas en palabras vacías. Cualquier programa que se ponga en marcha tendrá que sostenerse en el tiempo hasta la concreción de las obras de realización indispensable. Experiencias tan tristes como la del llamado Canal del Norte, proyectado en tiempos del gobernador Marcelino Ugarte, en 1906, y nunca completado, no deben repetirse. Aun cuando resta muchísimo por hacer, el actual gobierno ha activado obras que llevaban tiempo de parálisis y es justo reconocerlo.
La hostilidad del intenso cambio climático comienza a tener efectos evidentes tanto en nuestro país como en el sur de los Estados Unidos, Nepal, la India, Bangladesh y Sierra Leona, por sólo mencionar algunos lugares del planeta. De modo que es momento de cambiar y corresponde que la Argentina persevere en ese sentido con su voz y opinión en cuantos foros internacionales se aborden, con preocupación acorde con la magnitud histórica del tema, las cuestiones ambientales.