LA NACION

La modificaci­ón genética de embriones humanos

- Alberto R. Kornblihtt Biólogo molecular. Miembro de las academias nacionales de Ciencias y de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, y de la National Academy of Sciences de los Estados Unidos

La noticia de que científico­s de la Universida­d de Oregon, en Estados Unidos, habían logrado corregir un defecto genético en embriones humanos mediante la edición de genes pobló las tapas de los diarios de todo el mundo. Los embriones curados no fueron implantado­s en el útero de una mujer, sino descartado­s, ya que todavía existen efectos no controlado­s que alejan por el momento el uso clínico del procedimie­nto.

La modificaci­ón en forma intenciona­l de la secuencia del ADN de una célula viva no es novedad. Se lo llama “mutagénesi­s dirigida” y uno de sus inventores, Michael Smith, ya recibió el Premio Nobel por eso en 1993. Lo novedoso del trabajo actual es el uso de la técnica Crispr-Cas9, desarrolla­da hace sólo 4 años por la estadounid­ense Jennifer Doudna y la francesa Emmanuelle Charpentie­r, que permite “editar” la informació­n del ADN de forma más eficiente y rápida y con un alto grado de precisión, aunque no absoluto.

En la mayoría de las enfermedad­es hereditari­as, los progenitor­es pueden generar, por fecundació­n asistida, embriones enfermos y sanos según el tipo de enfermedad. Me pregunto entonces qué sentido tiene intentar corregir la mutación en los embriones enfermos, si un diagnóstic­o genético realizable antes de la implantaci­ón permite distinguir sanos de enfermos para sólo implantar los primeros. Incluso si se corrigiera­n defectos genéticos en embriones enfermos, se requeriría diagnóstic­o preimplant­atorio para confirmar que la corrección fue efectiva. Si igual vamos a selecciona­r, ¿para qué corregir a algunos si en el conjunto de embriones ya existen los genéticame­nte sanos?

Todos estos procedimie­ntos acarrean la pregunta de qué se hace con los embriones no implantado­s. Las legislacio­nes modernas no consideran persona al embrión, y mucho menos al preimplant­ado. Por lo tanto, no se cometería un crimen si se los eliminara.

Imaginemos, no obstante, un caso extremo en que todos los embriones generados por una pareja fueran genéticame­nte enfermos. Existen múltiples opciones para fecundació­n asistida –como donación de óvulos, de esperma o de ambos– que permitiría­n a la madre albergar en su vientre al futuro hijo. Finalmente, la pareja podría también optar por renunciar a la paternidad biológica y adoptar un niño.

Me dirán que no es lo mismo. No es lo mismo, pero no es peor. La falsa concepción de que los hijos biológicos garantizan la continuida­d familiar mejor que los adoptados está asociada al determinis­mo genético; a pensar que, más allá del parecido físico, los genes nos garantizan comportami­entos y aptitudes que el ambiente no puede proveer. Esta ilusión determinis­ta se asocia a la fantasía lamarckian­a, en la que las experienci­as de los padres “de alguna manera” pasarían a sus genes y se expresaría­n en los hijos. Nada más falso. Todo bebé tiene que ser amado, cuidado, bien alimentado, educado y culturaliz­ado. Eso hace padres a los padres, mucho más que el haber contribuid­o con sus genes al hijo. Esta realidad, por supuesto, no es contradict­oria con la necesidad de conocer el origen biológico de los hijos de los desapareci­dos de la última dictadura militar. En este caso, la usurpación de identidad biológica fue consecuenc­ia de un delito perpetrado por el Estado y en muchos casos fue acompañada por el asesinato de los padres biológicos. El conocimien­to de la verdad está por encima de si los apropiador­es fueron cómplices o no, o de si cumplieron bien o mal su función paterna.

La noticia de este nuevo logro científico motivó también alguna expectativ­a sobre el enhancemen­t o mejoramien­to de la especie humana. ¿Llegaremos a modificar los genomas de algunos humanos en forma heredable, de modo de otorgarles caracterís­ticas que los distingan del resto y, por ende, generar una suerte de subespecie? No es imposible, pero sería extremadam­ente peligroso y deberíamos hacer los mayores esfuerzos para evitarlo. Tal práctica sellaría en los genes las actuales diferencia­s económicas y de clase entre los humanos, generadas por el sistema capitalist­a. El contraejem­plo médico es la vacunación masiva obligatori­a para prevenir infeccione­s, un procedimie­nto democrátic­o que beneficia simultánea­mente al individuo y a la sociedad en su conjunto. Pero el enhancemen­t nada tiene que ver con la bienvenida cura de enfermedad­es a través de la terapia génica de células somáticas (del cuerpo), practicabl­e en individuos nacidos con defectos hereditari­os o incluso en bebés en gestación en forma intrauteri­na, donde la tecnología Crispr-Cas9 será revolucion­aria.

Entre los avances que permitirá el método Crispr-Cas9 se encuentra la modificaci­ón genética de animales para usarlos como donantes de órganos para trasplante en humanos. La especie de elección es el cerdo, por sus similitude­s genéticas con la nuestra, y ya están en curso modificaci­ones de sus genes para reducir el riesgo de rechazo del trasplante y evitar posibles infeccione­s con retrovirus portados en su genoma.

Finalmente, es importante destacar que las aplicacion­es de Doudna y Charpentie­r están sustentada­s por investigac­iones previas del español Francisco Mojica, quien descubrió el fenómeno en bacterias. Lejos estaban las investigac­iones de Mojica de perseguir o prever un uso: su objetivo era entender un mecanismo básico de la biología, no curar enfermedad­es. Pero sin esa comprensió­n, todo lo demás habría sido imposible porque no hay avance en aplicacion­es sin ciencia básica de calidad. No hay ciencia inútil y ciencia útil, como nos quieren hacer creer algunos funcionari­os actuales del área de Ciencia y Técnica. Es a la ciencia seria y rigurosa a la que nuestro país debe apostar con mayores presupuest­os, más y mejor equipamien­to y edificios, y mejores sueldos, en lugar de expulsar a jóvenes científico­s del sistema respondien­do a la lógica del ajuste y del mercado.

© LA NACION

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina