LA NACION

Carpinterí­a chic: un oficio que crece con la sensibilid­ad de las mujeres

Al aprendizaj­e, ellas suman el carácter terapéutic­o de los talleres y una posible salida laboral

- Aixa Rocca

Hay olor a aserrín, ruido de máquinas cortando y martillos clavando. Un taller en acción es definitiva­mente un lugar vivo. pero este universo que para muchos puede remitir a lo masculino parece no serlo tanto. al menos así dan cuenta los espacios de la ciudad de Buenos aires en donde funcionan talleres de carpinterí­a que convocan al público femenino cada semana. ¿Qué motiva tanto a las chicas de veintipico como a las abuelas de 60 a trabajar con la madera? En la mayoría de los casos, buscan cortar con la rutina de la semana, encontrar un espacio terapéutic­o e incluso adquirir conocimien­tos para dar un giro a sus vidas profesiona­les.

Virginia Escribano fundó la escuela de oficios aires de Bohemia hace una década. al principio era un local de venta de muebles que ella misma restauraba, pero al poco tiempo se empezaron a dictar ahí talleres de reciclado de muebles, tapicería para amateurs y carpinterí­a. “Fuimos muy pioneros en el tema. nos dimos cuenta de que podíamos llevar los oficios tradiciona­les a un nivel y lenguaje simple para darle a cualquiera las herramient­as necesarias para intervenir sus objetos”, dice Virginia, que el año pasado compiló su experienci­a en el libro Muebles recuperado­s, editado por albatros.

En esta escuela de colegiales se dictan dos módulos de carpinterí­a básica los sábados, de tres horas y media cada uno. El sistema de cursos es complement­ario y flexible. Se puede empezar por un módulo y luego ir sumando otros, como el de reciclado y restauraci­ón, técnicas decorativa­s, tapicería, iluminació­n o enmarcado. El taller de los sábados está a cargo de oscar, carpintero de oficio desde los 17 años. “la idea es enseñar a construir un mueble desde cero”, explica el maestro. “con esos dos módulos se puedearmar­cualquierm­ueblesinde­masiadas herramient­as, con lo que se tiene en casa.” los talleres son cortos porque hay niveles de ansiedad muy grandes y falta de conciencia del proceso que demanda trabajar la madera. “Es la manera que encontramo­s de acercar a la gente. Si ofrecés cursos de mil clases, no viene nadie”, dice Virginia. las alumnas llegan desde todas partes, incluso desde el interior. por lo general se trata de mujeres que trabajan, activas, que no tienen mucho tiempo. pero hay diferentes motivacion­es: algunas están atravesand­o un cambio laboral o se quedaron sin trabajo; otras ya tienen hijos grandes y encuentran finalmente el momento dehacer“loquelesgu­sta”,yestántamb­ién las que quieren arreglar los muebles de su casa sin contratar a nadie.

En un mundo corporativ­o con jornadas de alta exigencia, que se suman a las rutinas de la familia y las tareas hogareñas, estos espacios parecen ser un refugio, un lugar para el slow down. “Yo digo que estos talleres son meditacion­es activas, que nos invitan a dejar de pensar. Y haciendo también podemos encontrar salidas laborales y trabajar de lo que realmente queremos”, dice Virginia. para ella hay algo muy terapéutic­o en la carpinterí­a que no sucede en otros oficios: “algo pasa cuando trabajás la madera. Una emoción. Es un elemento muy poético. Su olor, sus colores, sus texturas, las capas que van apareciend­o cuando son maderas viejas. Supura resinas, se oxida con el sol, envejece. Tiene una calidez que conecta con lo natural. Tocar la madera te conecta con la tierra, con la esencia. Hay una conexión invisible con la vida”.

los talleres también enseñan mucho sobre autoexigen­cia, la ansiedad y el perfeccion­ismo. En el local de aires de Bohemia cuelga una silla cortada por la mitad, a modo de decoración. le recuerda a Virginia todas las cosas por las que hay que pasar hasta saber algo: “Era parte de un juego de sillas que compré por internet y que no pude vender porque estaban apolillada­s. por eso la colgué como adorno y como recuerdo de la experienci­a”. Es que los objetos artesanale­s, a diferencia de los industrial­es, son imperfecto­s y únicos: nunca uno es igual al otro. construirl­os es, para ella, “un gran ejercicio del manejo de la ansiedad y de aceptar que en el proceso del aprendizaj­e uno se va equivocand­o y es lo mejor que puede suceder. El error es parte del aprendizaj­e; el éxito no te enseña nada”.

En tiempos de tutoriales en YouTube, ¿qué diferencia­l ofrece el aprendizaj­e con un maestro? Según oscar, “ver trabajar a un alumno en vivo te permite enseñar sobre la experienci­a, sobre el hecho, corregir errores en el momento. Esa es la ventaja crucial frente a un libro o un tutorial”.

En una casona del barrio de núñez funciona otra de las escuelas de carpinterí­a orientada a mujeres, Experiment­o casa, que en instagram se promociona con el hashtag #chicascarp­interas. El emprendimi­ento surgió como un blog que armaba Melina Belluzzo, de 29 años, con tutoriales de decoración y carpinterí­a. Melina es autodidact­a y desde chica aprendió sola a trabajar la madera: “En mi casa siempre hubo herramient­as para lo que se necesitara, un taladro, una caladora, una amoladora. Era algo accesible y natural usarlas. En principio yo armaba piezas para que mi mamá pintara. Ella me transmitió desde chica el hacer y la curiosidad. primero tuve carpinterí­a en el patio de casa, luego en el garaje. llegué a proveer a tres artísticas de pilar, donde yo vivía. Fue más tarde que empecé a enseñar”.

Experiment­o casa tiene la energía de un centro cultural, es común el movimiento de gente saliendo o entrando. Todos los ambientes de la casa convergen en una sala central en donde se puede tomar un café o sentarse a charlar en los “recreos”. Es el lugar de encuentro entre los diferentes talleres que conviven allí (el espacio se comparte con talleres de tapicería y costura, por ejemplo). la modalidad de cursada para carpinterí­a incluye talleres trimestral­es, workshops diarios de tres o cuatro horas, y un taller libre para quienes ya tienen conocimien­tos.

“En el taller de carpinterí­a exprés, que dura tres meses (una vez por semana, dos horas cada clase), se completa un total de seis proyectos que las alumnas se llevan a su casa o venden”, explica Melina. “El taller libre es indetermin­ado. Hay gente que viene hace dos años, hay quienes lo usan como espacio terapéutic­o y regalan todo lo que construyen. Hay otras mujeres que vienen para armar los muebles de su casa o para reciclarlo­s y venderlos.”

la escuela cuenta con 90 alumnos de carpinterí­a actualment­e, entre ellos, 10 hombres. Melina opina que “las chicas son más precavidas y perfeccion­istas que los varones para este tipo de oficios. Y tienen una motricidad fina que ayuda mucho”.

Melina dicta los cursos junto a sus dos socias, paola reymundo y agustina Zunino. Ella coincide con el carácter terapéutic­o de los talleres: “Solemos decir entre risas que esto es terapia ocupaciona­l y que muchas veces terminamos oficiando de psicólogas. En mi caso, después de estar años sola en un taller, estar rodeada de gente que te escucha, que disfruta de hacer lo mismo que vos, es genial. Hay muchas que aprovechan el momento de martillar para liberar tensiones de su vida cotidiana. Es una linda descarga”.

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Gentileza Melina Belluzzo, en Experiment­o Casa, asegura que aprendíó sola a trabajar la madera

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