LA NACION

Todo lo que dicen los gemidos del tenis

- Juana Libedinsky

Cuando pasan a ser más agudos puede haber problemas de confianza

“Doble Damas B veteranas de verano.” No se trata exactament­e de la antesala del US Open. Y es verdad que los partidos de esta categoría en los balnearios neoyorquin­os se suelen jugar en canchas al fondo (bien al fondo) detrás de arbustos.

Lo curioso es que a este nivel, al igual que ocurre en el tenis profesiona­l, hay gente que se vuleve loca cuando la jugadora del otro lado de la red hace algún tipo de sonido gutural al pegarle a la pelota. Esto ocurre también en el tenis de varones (Andy Murray famosament­e se quejó de los gemidos de Carlos Berlocq), pero es particular­mente polémico en el femenino.

Una prueba clara fue en el último Wimbledon. Cuando The New York Times publicó una nota criticando que a las mujeres se les daban canchas menos conspicuas que a varones más bajos en el ranking, una gran cantidad de comentario­s de lectores lo justificó diciendo que con la forma en la que ahora gimen las mujeres, su juego se volvió insoportab­le y por eso nadie lo quiere ver (ni oír).

Sin embargo, para los jugadores, el gemido del contrario puede ser una herramient­a para saber si los rivales están mental y físicament­e listos para ganar o no y –eventualme­nte– una herramient­a para pronostica­r resultados. Esto salió a la luz con un estudio de la Universida­d de Sussex, donde se descubrió que las diferencia­s en tono e intensidad de los gritos o gemidos pueden mostrar quién está a la cabeza en un partido antes de que esto sea reflejado en el marcador.

Grabacione­s de gemidos en 50 partidos en los que participar­on algunos de los mejores 30 jugadores del mundo fueron analizados. El resultado, publicado en el journal Animal Behaviour, encontró que cuando a jugadores de tenis les ponían grabacione­s de los gemidos de otros dos jugadores que estaban enfrentánd­ose,podíaniden­tificarcuá­l era el gemido del que terminaría perdiendo (que en general era más alto que el habitual del jugador).

La idea, me explicó Jordan Raine, uno de los líderes del proyecto, surgió porque esto ya ocurre en el mundo animal. Los ciervos colorados usan los rugidos de los machos que son su competenci­a para estimar quién tiene más posibilida­des de salir victorioso de un encuentro, pero que “la comunidad científica ha tendido a ignorar las vocalizaci­ones no verbales de los humanos, como si no tuvieran calor comunicati­vo”.

La comunidad deportiva también, y los investigad­ores creen que, en vez de quejarse, el público, los contrincan­tes y los comentaris­tas deberían “tomar más en cuenta” esos gritos por toda la data que pueden dar. Incluso en circuito ultraamate­ur la novedad puede ser útil: Raine me confirmó que si se conoce la forma de gemir habitual, cuando los gritos pasan a ser más agudos a lo largo de un partido es que puede haber problemas de confianza y se puede actuar sobre la base de ello. Con mis amigas, cuando alguna compañera se queja de las gemidoras, ahora hay un buen contraargu­mento. Y si no, como dice el mantra del verano: keep calm y a meter el primer saque.

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