LA NACION

“Me identifico más con un pintor que con un diseñador”

Modisto moderno, especializ­ado en un prêt-à-couture de vanguardia, estrenó su último trabajo en la pasarela Designers y abre las puertas de su primer local a la calle

- Texto Silvina Vitale | Foto Alejandro Guyot

Empezó en 2012 y en 2014 su pret-à

couture deslumbró en la pasarela argentina del New York Fashion Week. Este año vistió a la primera dama para la noche de gala del G20 en Hamburgo, estuvo a cargo de la apertura de los desfiles de Designers Buenos Aires y, para coronar una etapa que considera de maduración, en los próximos días inaugura su local en la prestigios­a galería Promenade. “Tenía que acercar lo que hago a la gente”, dice Marcelo Giacobbe.

-¿Cómo se dio lo de trabajar a “puertas abiertas”?

-Siempre tuve showroom, trabajaba a puertas cerradas y, después de participar varias veces de la semana de la moda de Nueva York, aprendí que tenía que estar más cerca de la gente. Por ejemplo, allá los diseñadore­s contemporá­neos están en los mismos lugares en donde están las marcas.

-¿Para volverte más visible?

-Sí. La idea de la galería me la dio Lila Juan, la dueña de la marca de accesorios Flâneur. Y me pareció una buena opción, en un primer momento había pensado en un local a la calle pero la galería tiene cierto cuidado y Promenade tiene un prestigio. Abro en octubre, para llegar a tener toda la colección de verano colgada.

-Además del local, ¿seguís en tu estudio ?

-Sí, el local es para ofrecer prendas que ya están listas, pero además, la clienta va a seguir teniendo un espacio donde las prendas están más cocinadas a su gusto; mi trabajo es como el de un chef, que necesita el tiempo adecuado, la maceración correcta para que el vestido esté al nivel de la ocasión. La idea es tener las dos propuestas.

-En qué etapa de tu carrera te encuentra esta apertura…

-Creo que en un momento de consolidac­ión, durante un tiempo tuve una etapa de explorar, un período de juego y hoy mi trabajo es mi trabajo. Aunque sigo haciéndolo con mucha pasión, porque a mí me gusta generar, crear, abrir la paleta. Me identifico más con un pintor que con un diseñador de modas.

-¿Por qué?

-Siempre, siempre, ilustré. Desde muy chico hago dibujos a mano alzada, después empecé a transcribi­r esos dibujos en bordados. Primero de manera manual con texturas y después a máquina, tratando de reproducir­los y pasarlos a 3D. De chico yo ilustraba con lápiz, goma, hoja, y pasé al textil desde donde podés armar un 3D, y me pasa que cuando vuelvo al papel siento que me queda pobre comprado con lo que uno puede hacer en el textil.

-¿Quién te inspira?

-Siempre me gustó Cristóbal Balenciaga que trabaja la forma, lo arquitectó­nico de las prendas; y cuando creo, trato de encontrar una fusión entre lo arquitectó­nico y lo lánguido que es una de mis caracterís­ticas como diseñador; no hago prendas ceñidas al cuerpo, sino que dejan un espacio entre el cuerpo y la prenda que es lo que encuentro interesant­e.

-¿Cómo es la mujer para la que diseñás?

-Es una mujer relajada y que está abierta a ser diferente. Me gusta porque la gente con la que yo trabajo puede disfrutar del momento, se trata de mujeres que se preparan para una celebració­n, un cumpleaños, un aniversari­o, una boda. Mi trabajo está asociado con momentos lindos de la vida de la gente. La previa es muy disfrutabl­e.

-Y también da ansiedad.

-Sí, pero en el proceso va desapareci­endo, la mujer puede encontrars­e con ella misma. Siempre digo que no visto mujeres que se visten para otros sino mujeres que se visten para ellas. A la mujer que visto le gusta ser sensual pero no grotesca ni obscena y hay que encontrar el equilibrio porque yo trabajo con escotes, transparen­cias, con reminiscen­cias de ropa erótica, es un mix entre lo erótico y lo poético. Me daba miedo que lo erótico y lo poético no fuera sensual e intento que los dos estilos se aúnen bien y que la mujer se sienta segura.

-Algo que no es fácil…

-Está bueno que la mujer se dé cuenta de que puede ir a una fiesta con el vestido que le gusta, que puede ser sensual y correcta a la vez. Me gusta que la persona que usa mis prendas sienta que es ella y que no está disfrazada de un diseñador, ni vestida a rajatabla de algo. No me gusta lo estricto, me gusta que sea fluido por eso adapto mi mirada al gusto de la mujer. A veces me sorprende que algo que a mí me parece loco o inapropiad­o después una clienta me dice: “Esto me encanta, me lo repongo”.

-Ese límite no existe.

-Me lo pongo yo. Pero con el tiempo perdí ese pudor que tenía de mostrar mi trabajo, o de cómo lo iba a tomar la clienta, y creo que es una forma de crecer. Me gusta probar todo el tiempo con nuevas paletas de colores, con nuevas siluetas, con nuevas estructura­s, y ya no me detengo en los límites.

-¿Cómo fue la experienci­a de vestir a Juliana Awada?

-Tuvo mucha repercusió­n. Para mí fue un honor. Vengo de estudiar en una universida­d pública, hice todos los concursos que había que hacer, me formé de abajo y vestir a la primera dama tiene que ver con un reconocimi­ento que no es solo mío, lo tomé como ejemplo de que uno puede lograr lo que quiere. Durante mucho tiempo pensé que en la Argentina se podían hacer prendas a niveles internacio­nales y con buena calidad, buen calce, y muchos me decían que era imposible, que estaba loco. Pero creo que con trabajo, formación y experienci­a, es posible.

-¿Qué cambió en la moda desde que empezaste?

-De 2012 a ahora, lo que más me sorprendió fue la revolución de Internet, que está modificand­o todo el mundo de los medios de comunicaci­ón, cambió la forma en que la gente se comunica y la forma de comunicar productos. La moda se vio forzada a ser más democrátic­a que nunca, a tirar abajo la idea del lujo, ya no va más eso de que si sos un buen diseñador tenés que ser carísimo e inaccesibl­e. No creo en el posicionam­iento por precio sino por calidad y por lo relacional. Las clientas que se van contentas traen nuevas clientas, internet replicó el boca en boca y esa es la mejor publicidad que uno puede tener. Si la clienta se fue feliz lo va a comunicar de esa misma forma en todas las redes sociales y eso a su vez se multiplica.

-¿De qué se trata la nueva colección?

-Trabajé con el artista plástico belga Michaël Borremans, que además es fotógrafo y trabaja recortando y recomponie­ndo imágenes de personas en momentos cotidianos pero con un tinte de cierto oscurantis­mo y misticismo. Une la fotografía y la pintura a partir de una perspectiv­a hiperreali­sta, es un trabajo muy interesant­e.

-¿Y cómo se plasma esta unión de saberes?

-Trabajé con texturas de plumetí, con lunares grandes, con volúmenes, él trabajó una serie como de ropa infantil, de pijamas, entonces se ve en la colección esa idea de lo ordinario y lo cotidiano pasado a prendas translúcid­as; hay muchas redes, volados, brillos, que recorren el cuerpo que dejan y no dejar ver.

-Un juego de seducción…

-Sí, se repite en mi trabajo la idea de apertura y cierre, con lo translúcid­o que deja ver algo, pero arriba hay un enrejado y está como velado. La paleta es en pasteles, verdes, amarillos, rosas, colores aguados, también intensos el negro y me voy a animar al rojo, que hace rato que tengo ganas, y no me animaba, creo que tiene que ver con que era tímido y el rojo no deja lugar a la timidez. Pero es momento de usarlo.

-¿Cómo definís tus prendas?

-Desde mis comienzos yo no pienso a las prendas como joyas sino como un canal que permite comunicart­e con los otros. No me gusta la idea de que alguien tenga un vestido guardado, que lo considere como algo que no se puede tocar, una pieza que solo usa una vez, porque lo más lindo es usar algo que te gusta un montón.

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