El Ecoparque, por dentro
cómo es el proyecto que se realiza en el predio donde funcionaba el zoológico.
El arte urbano gana protagonismo. Lucas Kokogian, dueño de la Galería Azur, en Buenos Aires –que en los últimos años se ha caracterizado por darle espacio y propiciar a artistas provenientes del street art desde Ruza, su anexo dedicado a esta rama del arte– aporta un poco de contexto. Cuenta que en los Estados Unidos el fenómeno del street art nació a mediados de la década del sesenta como una contracultura influenciada por la cultura rap y del hip hop, y luego se extendió a Europa comenzando por Madrid y Amsterdam, para luego propagarse por todos los países.
En nuestras tierras, en cambio, el movimiento tal como lo conocemos es bastante más nuevo. En la Argentina, así como en otros países de Centroamérica, los primeros graffitis fueron por 1920 y eran utilizados con fines políticos. Recién a partir de 1990 comienzan a ser influenciados por la cultura del hip hop. Hoy el fenómeno crece y gana otros terrenos. Para el dueño de Azur, se trata de las nuevas formas de arte, que van cobrando valor también dentro del mercado de subastas y galerías. “En Barcelona, Amsterdam y Londres, por ejemplo, hay un movimiento gigante de turismo del graffiti, que es fomentado también por los ayuntamientos y municipios que apoyan a estos artistas” señala, a la vez que sostiene que, símbolo de los tiempos, las redes sociales ayudan a diseminar las imágenes y multiplicarlas. En el ámbito local, hoy las expresiones de arte urbano cobran relevancia en diversos barrios y espacios públicos con exponentes como Jaz (Franco Fasoli), Mariela Ajras, El Marian, Ever o Gualicho, entre otros.
Más allá de lo público
“Yo pienso al arte urbano como un arte público. No se trata simplemente del paisaje de la ciudad, sino del espacio común, y eso genera un efecto de contagio y de propagación espectacular. El mural es la coronación de una experiencia de compartir con otros, y eso es muy potente” dice la artista plástica y muralista argentina Mariela Ajras, al mismo tiempo que confiesa que el desapego es clave cuando pinta en la calle: la obra que deja ahí ya no es sólo suya. La posibilidad de conectarse con la comunidad y la apertura a la participación son para ella cuestiones claves en este fenómeno. En eso está, quizás, la magia de un arte que modifica el cotidiano de la gente. Ajras comenzó a participando en festivales de arte urbano. A partir de esos encuentros, junto con Mariano Antedoménico (El Marian), Milu Correch y Marcos Bourdetta formaron el colectivo de artistas “Un pueblo, un mural”, con el que en el 2013 salieron a recorrer el interior. Cuenta que en cada lugar la dinámica era diferente: a veces los temas que pintaban tenían que ver con pedidos que les hacían desde los municipios y las ciudades, y en otros casos daban rienda suelta a su creatividad. “El muralismo abre el paisaje a la reflexión, a la imaginación. Las imágenes tienen la particularidad de que son multievocadoras: ayudan a madurar cosas, a reflexionar, o invitan a pensar”, explica. La artista fue convocada para pintar diversos espacios públicos de la ciudad de Buenos Aires, como clubes de barrio o polideportivos. Señala que hoy las manifestaciones de arte urbano gozan de mayor atención y reconocimiento por parte de las instituciones. Confiesa que, como la mayoría de sus colegas, no puede evitar recorrer la ciudad armando una especie de lista mental de paredes sobre las que le gustaría intervenir. “A medida que vas pintando, incorporás cada vez más cosas de la calle: para dónde van los autos o a qué hora hay mejor luz. Las escenas de la cuadra también forman parte de la composición. Se trata de trascender el lienzo de la pared e incorporar las texturas, interactuar con todo lo que está ahí. A mí me gusta jugar con la arquitectura: las diagonales de los edificios, el techo, las paredes, colores y texturas que ya están”.afirma. Un buen modo de concebir la ciudad, del que la disciplina arquitectónica conoce bastante: el paisaje urbano como un entramado que se enriquece y potencia cuando se integra teniendo en cuenta el contexto.
Desde los espacios que promueven el arte la consigna es clara: abrir la puerta a estas nuevas expresiones. En este contexto, la desarrolladora BrodyFriedman y Casa Foa lanzaron el “Concurso Murales”, con el objetivo de dar con un diseño para intervenir la fachada de la sede de la próxima edición de Casa Foa, el Palacio Campos. “Necesitábamos cambiarle la onda a la fachada para adecuarla a la estética de la muestra y nos pareció que un concurso de murales organizado junto a Casa FOA era la mejor opción para resolver la impronta del frente del inmueble y al mismo tiempo involucrarnos directamente en una forma de apoyar el arte urbano”, dice Andrés Brody, director general de BrodyFriedman y agrega que el arte urbano puede enriquecer un proyecto inmobiliario de muchas maneras “Es una forma de llevar el arte a la gente en el lugar donde transita cotidianamente. Al proyecto inmobiliario en sí lo que le otorga sin dudas es identidad, la facultad de trascender en el tiempo ya no como un objeto de uso común sino como una obra de arte. Unir arte y arquitectura en los desarrollos inmobiliarios actuales permite pasar del conocido proyecto catch all a un proyecto único e irrepetible”, afirma. Ana Astudillo, gerente de Arquitectura y Diseño de Casa FOA, plantea que al momento de elegir el proyecto ganador de este concurso el criterio primordial fue seleccionar un mural innovador en su propuesta, no sólo a nivel cromático y de composición. “Se buscó un mural que se destaque por sí mismo, que lograra sorprender al público”, finaliza.
La dirección en la que circulan los autos, cómo refleja la luz y las escenas de la cuadra forman parte de la composición