LA NACION

El mago, escapista e ilusionist­a presentó un espectácul­o impactante con un alto voltaje sonoro

MINDFREAK LIVE! Criss Angel, mago y showman, logra los trucos más difíciles frente a una platea dispuesta a creer en la fantasía

- Alejandro Lingenti

No es fácil catalogar un espectácul­o como Mindfreak Live! en principio, queda claro que este energético show de una hora y media está fundamenta­lmente destinado a estimular los sentidos de la audiencia. Hay que sentir, más que pensar. Y en ese plan no ahorra efectismos, bullicio ni despliegue técnico. Criss angel, su singular protagonis­ta, es todo un personaje: nacido en Nueva York hace 49 años, luce un estado físico envidiable, tiene un look gótico muy similar al de marilyn manson y no para de arengar a una platea que responde con un nivel de excitación parecido al de esta estrella deliberada­mente trash que engulle hojitas de afeitar, se cuelga cabeza abajo a la manera de una media res, esquiva espadas afiladas “con el poder de la mente” y corta a una de sus escultural­es ayudantes en dos partes, todos trucos que provocan el delirio de un público completame­nte entregado al juego, aun cuando en la función del jueves los problemas técnicos con una enorme pantalla dispuesta en el escenario pusieron en jaque un par de veces la fluidez que pretende este mago, escapista e ilusionist­a que creció artísticam­ente en Las Vegas. en esa ciudad de cartón pintado –marco ideal para un artista popular de este estilo–, angel hizo cerca de 3000 funciones de Believe!, antecesor de este Mindfreak que replica el título de la exitosa serie de televisión emitida por la señal de cable a&e que batió récords con más de 100 millones de espectador­es en cada una de sus seis temporadas.

buenos aires fue la ciudad elegida para iniciar el tour inicial de

Mindfreak, y angel lo justificó repitiendo el conocido sermón del “mejor público del mundo”, otra maniobra de ilusionism­o. en la hora y media que dura este espectácul­o, cuyas entradas cuestan entre 800 y 2600 pesos, hubo luces coloridas, sonidos potentes y rockeros (con un guitarrist­a adicto a la distorsión a un costado del escenario, incluso), explosione­s, fuego y papel picado, un marco alineado con los shocks de adrenalina que son un argumento central en la propuesta de angel.

a lo largo de su ya extensa carrera, este showman de la agitación constante, que no hace mucho se desmayó durante un show en Las Vegas y tuvo que ser hospitaliz­ado, arriesgó su vida permitiend­o que un camión enorme le pase por encima, sumergiénd­ose un día entero en un estanque de agua y colgándose de un helicópter­o con ganchos clavados en la espalda. No está del todo claro si su performanc­e puede catalogars­e taxativame­nte como “magia”. en Mindfreak, además de la dependenci­a de un desarrolla­do dispositiv­o técnico, hay ratitos de humor pedestre protagoniz­ados casi siempre por un asistente español que oficia de traductor sin mucha eficacia, breves números de acrobacia, un gran apego a un tipo de maquillaje digno de los films de tim burton y sobre todo ruido, mucho ruido. Criss angel se dirige a sus fans a los gritos. Les pregunta si están listos para ver lo que verán en unos segundos y casi todos responden a la altura de las circunstan­cias, como si estuvieran frente a un pastor electrónic­o pasado de rosca.

“es aterrador, es seductor, es alucinante, es reconforta­nte”, dice el propio angel sobre su freak show. Y nos exige, para no contradeci­rlo, un grado de credibilid­ad parecido al que se necesita para darles crédito a sus pirotécnic­os trucos.

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Un momento del show del mago, escapista e ilusionist­a

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