Palermo, con más conductores alcoholizados
El porcentaje duplica el promedio registrado en la Capital mediante tests en la vía pública; inciden la oferta gastronómica y la actividad nocturna; la Ciudad reforzó los controles
Juan José Méndez secretario de transporte “Reforzamos los controles en Palermo porque vimos la necesidad de tener mayor presencia. Estamos en el lugar correcto en el momento indicado” Diego Aizenberg conductor “Debe ser la vez número 20 que me paran, estoy abonado a estos controles. Está bueno que los hagan, pero ojalá frenaran a los que toman. Yo soy abstemio”
“Debe ser la vez número 20, estoy abonado a estos controles”, dice Diego Aizenberg cuando lo paran en un puesto de medición de alcoholemia en Soler y Juan B. Justo, en el barrio de Palermo. No está preocupado, es médico y abstemio. “Está bueno que los hagan, pero ojalá frenaran a los que toman”, agrega.
Enseguida se cumplen sus deseos. Los agentes frenan a una joven al volante de un Renault Clio blanco, quien, sólo tras varios intentos, logra soplar la pipeta. El resultado es de 1,44 gramos de alcohol por litro de sangre, muy por encima del valor permitido. Entrega su registro de conducir, le falta la cédula verde. Se muestraconfundida,preguntacómo sigue el procedimiento. Pero mientras la agente de tránsito comienza a explicar, pone primera y arranca a toda velocidad. Primera fuga.
A los agentes les espera una noche activa. Palermo duplica la proporción de casos positivos de alcoholemia que se registra en promedio en toda la ciudad. Con la lupa en este barrio, debido a la amplia oferta gastronómica y su importante movimiento nocturno, la Secretaría de Transporte decidió incrementar los controles. Y los resultados positivos alcanzaron durante el primer semestre del año un 5,2%, mientras que en toda la Capital sumaron 2,4%.
“Realizamos operativos en Palermo para reforzar los controles en un distrito donde vimos la necesidad de tener mayor presencia; los resultados demuestran que estamos actuando en el lugar correcto en el momento indicado”, explica Juan José Méndez, secretario de Transporte y Tránsito porteño.
Treinta agentes de tránsito y cuatro motos por día están asignados específicamente al barrio en el que se constata la mayor proporción de conductores con alcohol en sangre. Palermo y los corredores del Metrobus son las únicas zonas que tienen designados agentes de tránsito fijos. Durante este año se realizaron en el barrio 22.065 controles de alcoholemia, de los cuales 1145 dieron un resultado positivo.
“Los controles de alcoholemia en la ciudad se realizan de manera dispersa y discontinua los 365 días del año”, informan fuentes de la Secretaría de Transporte. En 2016 se realizaron 117.063 controles en la Capital, de los cuales 3122 tuvieron un resultado positivo, un 2,7%. El dosaje promedio en estos casos fue de 0,84 gramo por litro.
En lo que va de este año, con cifras que llegan a fines de julio, el porcentaje de resultados positivos descendió apenas. De los 79.494 controles realizados, los positivos fueron 1918, un 2,4%. El dosaje promedio muestra un aumento mínimo con respecto al año pasado, ya que es de 0,85 gramo por litro.
El límite máximo tolerado en sangre difiere según el tipo de vehículo y las características del conductor. El Código de Tránsito y Transporte de la ciudad establece que para los vehículos particulares el máximo permitido es de 0,5 g/l, al igual que lo fijado por la legislación nacional (ley 24.449 y sus modificatorias). En el mundo, también es el límite tolerado más habitual.
Para conductores profesionales de taxis, colectivos o camiones, no se permite ningún grado de alcohol en sangre. Lo mismo sucede con aquellos conductores principiantes. En el caso de quienes manejan motovehículos, el límite permitido es de 0,2 gramo por litro. Existe la particularidad para quienes se trasladan en motos de que también rige un límite para los acompañantes, que es de 0,5 gramo por litro.
Multas y sanciones
Quienes se nieguen a realizarse el test deberán pagar una multa de $ 3120. Para los conductores de transporte público, la multa por evitar el control alcanza los $ 6240.
Cuando la prueba de alcoholemia arroja un resultado mayor que el permitido, los agentes le retienen la licencia al conductor y se le informa que el vehículo será remitido a la playa de acarreo correspondiente. Los agentes labran las actas e informan al contraventor que debe presentarse en la fiscalía dentro de los siguientes cinco días hábiles.
El procedimiento requiere de un “testigo de actuación”, para el que se frena a un segundo auto y se le solicita al conductor que firme las dos copias del acta contravencional. Una copia se le entrega al infractor y la otra se envía a la fiscalía. El monto a pagar será fijado por el fiscal que intervenga en dicha contravención.
En el control de Soler y Av. Juan B. Justo, los automóviles secuestrados son retirados por grúas y se trasladan a la playa de acarreo situada en las avenidas Sarmiento y Rafael Obligado. Antes de la confiscación, los agentes deben realizar una revisión sobre el estado del vehículo, que quedará registrada en un formulario llamado constancia de remisión, que se entrega a las grúas junto con los automóviles.
El trámite continúa en el Ministerio Público Fiscal de la ciudad. El organismo informó que posee un protocolo con reglas de conducta para fijar las sanciones de acuerdo con la gradación de alcohol registrada en el conductor. Dependiendo del resultado obtenido en el test, se retendrán tanto el vehículo como la licencia de conducir entre 7 y 40 días. Además, los infractores deberán pagar entre $ 400 y $ 1800 y cumplir con una rutina de trabajo comunitario, que varía entre uno y 20 días. Todos deberán aprobar un curso de conducción vial.
Para los conductores profesionales, el tratamiento es diferente. “Según la gravedad del hecho se los penará con una multa –económica– o con pena de arresto”, aclaran voceros de la Fiscalía General de la Ciudad.
Los agentes que trabajan en la madrugada en Soler y Juan B. Justo afirman que las noches de jueves a sábado suelen ser más activas que el resto de la semana. Pero que nunca se sabe. Mientras un agente labra un acta contravencional, otra controla el estado de un vehículo secuestrado. El resto del equipo continúa con los tests. De pronto, se escucha una voz que insiste: “No se puede retirar, no puede llevarse el vehículo”. Pero, con resignación, esa misma agente se corre mientras el auto abandona el lugar.