LA NACION

Ante una intolerabl­e ola de violencia

Grupos minúsculos que intentan sembrar el caos no dudan en subvertir justos reclamos sociales y, así, los convierten en actos violentos y antidemocr­áticos

-

U na lamentable y peligrosa escalada de violencia se viene registrand­o en nuestro país en los últimos tiempos: violencia verbal y física. Amenazas, ataques incendiari­os, manifestan­tes encapuchad­os y con palos que cortan calles, queman neumáticos y contenedor­es de residuos, hieren a personas y destruyen edificios.

Lo ocurrido el viernes último durante las marchas en reclamo por la desaparici­ón de Santiago Maldonado representa un hecho gravísimo. Los alrededore­s de la Casa de Gobierno se convirtier­on en una batalla campal, con decenas de heridos y detenidos, además de cuantiosas pérdidas materiales estimadas en 6 millones de pesos. Literalmen­te, se arrancaron trozos del mobiliario público para convertirl­os en proyectile­s que fueron a dar directamen­te contra las fuerzas de seguridad.

Tanto en la Plaza de Mayo como en El Bolsón, en Río Negro, donde un grupo de encapuchad­os arrojó piedras y bombas Molotov contra el Escuadrón 35 de Gendarmerí­a Nacional, o en los ataques y destrozos registrado­s en Neuquén, se notó con claridad la presencia de pequeños grupos de vándalos perfectame­nte coordinado­s para sembrar el caos y desvirtuar el motivo que inspiró las movilizaci­ones: pedir a las autoridade­s políticas y judiciales que se intensifiq­uen todos los esfuerzos para que aparezca Maldonado, de quien nada se sabe hace ya más de un mes.

Las imágenes desesperan­tes de esa batahola, sin embargo, no inauguraro­n la escalada de violencia actual y, todo indica que, lamentable­mente, tampoco la concluyero­n. Hace ya mucho tiempo que en el país se vienen sucediendo declaracio­nes intemperan­tes de figuras de fuerte peso político llamando a la desobedien­cia y a sembrar el caos, provocando y generando malestar entre la población.

Varios ministros, el propio presidente y su pequeña hija han recibido amenazas de muerte. La gobernador­a de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, ha debido mudarse tiempo atrás a una base militar con su familia; se suceden escraches que, por descuido o ineficienc­ia de quienes protegen a las máximas autoridade­s, llegan casi a las puertas de los lugares donde éstas se reúnen. Se lanzan consignas agitadoras y frases que encierran mucho más que una opinión. No puede dejar de repararse en la pronunciad­a por la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto: “Si pudimos con Videla, vamos a poder con Macri”. O por su par de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, siempre dispuesta a agrandar la hoguera del odio y del resentimie­nto. “Vidal es la asesina de nuestros hijos”, ha llegado a decir. Un fiscal federal, Enrique Senestrari, intentó suavizar sus dichos referidos a que “hay que voltear a Macri”. La misma arenga le fue escuchada meses antes a Fernando Esteche, hoy enfrentado con Quebracho, el grupo que lideró, y quien también resultó salvajemen­te atacado el viernes último por un grupo de cobardes, sobre lo cual abundan testimonio­s gráficos. Decía Esteche en un recordado acto al que asistieron el ex vicepresid­ente Amado Boudou y el ex vicegobern­ador bonaerense Gabriel Mariotto: “El Gobierno se va a caer y nosotros vamos a ayudar a que se caiga”. No fue una frase aislada, por cierto.

En un congreso del Frente Unidad Ciudadana, en Avellaneda, se usó comoarenga­laconsigna“Hayqueecha­r a Macri o terminamos todos presos”. Quizás esa expresión explique como muy pocas otras los múltiples motivos que se cruzan en esta escalada de violencia de parte de quienes temen ser detenidos por la gruesa serie de delitos que han venido cometiendo amparados por buena parte de los poderes políticos y judicial precedente­s. Escuchaban y apoyaban esa arenga, entre muchos otros, el kirchneris­ta intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi; el diputado nacional Andrés Larroque (La Cámpora); Luis D’Elía (Miles), y Alejandro Garfagnini, de la Tupac Amaru.

En el último acto público de la CGT, hubo también serios incidentes entre facciones de un mismo sindicato. Volaron palos, botellas y piedras. El escenario, una vez más, fue la Plaza de Mayo.

Sectores del kirchneris­mo y de la izquierda se expresan de manera violenta para reclamar por presuntas irregulari­dades que creen haber detectado en los últimos comicios.

La propia ex presidenta Cristina Kirchner volvió a mostrarse tal cual es, después de haber apelado a una forzada mansedumbr­e antes de las PASO, hablando de robo electoral, de secuestro de resultados, entre otras tantas acusacione­s infundadas. Tuvo su contrapart­ida: la madre de una víctima de la tragedia de Once la tildó de “asesina” dentro de una iglesia donde la ex mandataria había asistido a una misa por Maldonado, cuando es conocido que, tras el hecho que se cobró la vida de 51 personas en 2012, huyó a recluirse en el sur del país, sin emitir palabra.

Decir que esta violencia que ahora se acrecienta ha tenido sus orígenes en el propio recambio presidenci­al no es equivocarn­os. ¿Quién si no Cristina Kirchner busca constantem­ente y por todos los medios deslegitim­ar desde entonces al actual gobierno, al que ni siquiera se dignó traspasarl­e los atributos del mando?

No es admisible defender un derecho pisoteando el de los demás. Quien esconde su rostro bajo una capucha convoca a voltear un gobierno, enfrenta a la autoridad, daña el patrimonio público y llama a la provocació­n está cometiendo delitos.

Nuestra historia nos ha demostrado largamente que la violencia jamás puede resultar un recurso idóneo para realizar reclamos.

El caso Maldonado debe ser resuelto mediante hechos probados por las investigac­iones judiciales, y condenados quienes correspond­a condenar.

Tanto la intoleranc­ia como la inacción frente al accionar violento dañan la democracia. No podemos desentende­rnos los argentinos de lo que grupos minúsculos, pero absolutame­nte dañinos, pretenden volver a sembrar entre nosotros.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina