LA NACION

El accidente tampoco se llama “icardi”

- Andrés Eliceche

F ueron 309 minutos sin hacer un gol, que empezaron a correr cuando Messi cambió por festejo aquel penal contra Chile. Los cortó el rústico Rolf Feltscher, un suizo que juega para Venezuela y anoche tuvo la involuntar­ia delicadeza de embocar en su arco un centro de Acuña. Ese momento, el del impacto del gol cuando los nervios por el 0-1 dominaban el Monumental, podría haber sido una bisagra en la noche. Pero, como tantas veces en este serpentean­te camino hacia Rusia, la oportunida­d pasó de largo.

Lo que hizo Feltscher se ajusta a lo que los entrenador­es pretenden: que el gol sea un accidente. Es decir, que lo haga cualquiera, porque el fútbol tiene mucho de estudio y jugadas ensayadas pero también de improvisac­ión, de repentizac­ión. Claro que este accidente fue más literal que metafórico; él no quiso hacer eso. Encerró una paradoja: su pie zurdo hizo lo que no pudieron los millonario­s cuerpos de los afamados delanteros argentinos.

Que la selección tenga 16 goles en 16 partidos –sólo Bolivia está abajo en esa tabla– es un dato demasiado contundent­e. Tanto como la falta de justeza de semejantes atacantes. Si el que no juega se cotiza, entonces las horas que vienen serán en algún sentido valiosas para Higuaín –no convocado– y Agüero –no tuvo minutos en estos dos partidos–. No tanto para Mauro Icardi, que apenas participó en el juego en Uruguay y anoche falló las cuatro oportunida­des que tuvo en el primer tiempo y se desvaneció en el segundo.

Pero esa triple lectura sería como mentirse al solitario: aunque la desesperac­ión invite a creer que un manotazo puede ser solución, en el fútbol, como en la vida, nadie se salva solo.

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