LA NACION

Un drama musical íntimo y profundo

- Leni González

yerma, o la cuadratura del círculo

★★★ buena. libro: Federico García Lorca. idea y dirección general: Julieta Cancelli. intérprete­s: Julieta Cancelli, Fernando Atias,

Carla Liguori, Maxi Trento, Pepa Luna, Ana María Santiago, Mónica Romero, Anabella Ablanedo y Daniel Antonio Corres. músicos: Nicolás Del Cid, Daniel Lifschitz, Sebastián Espeche. vestuario: Jorge López. luces: Carlos Gaber. música: Sebastián Espeche. coreografí­a: Anabella Ablanedo. arreglos vocales: Gerardo Flores. asistente de dirección: E. Ruiz Moreno. producción ejecutiva: J. Cancelli, E. Ruiz Moreno, L. Oviedo. funciones:sábados, a las 19.30. sala: El Cubo, Zelaya 3053. duración: 90 minutos.

Desde los antiguos griegos, la cuadratura del círculo es un problema imposible de resolver. comparació­n que la actriz, bailaora, cantante y directora Julieta cancelli eligió para armar su Yerma sin importar tiempos ni distancias: hay seres que no cuajan, propósitos que no se cumplen, realidades que no cambian aun cuando sean forzadas. No hay regla ni compás que consiga cuadrar al círculo.

sin casi tocar una letra del original de Federico García lorca, la directora pone el énfasis en esta irreconcil­iable diferencia. la Yerma que protagoniz­a es una mujer contenida, desgarrada por no engendrar un hijo, incapaz de negociar otra salida. el marido, Juan, es un hombre tan autoritari­o como impotente ante los reclamos que no quiere oír. tanta negación terminará en un estallido violento al que poco a poco vemos anidar en las entrañas de la joven esposa maniatada en el deber ser heredado.

la otra elección de cancelli es explorar la musicalida­d de la obra. diálogos y canciones flamencas están imbricados perfectame­nte y de manera tan fluida que convierten a esta Yerma en una tragedia musical. Una puesta para la que cuenta con las melodías compuestas y el oficio de tres grandes intérprete­s en escena (guitarras de sebastián espeche, además director musical, y Nicolás del cid, y la flauta de daniel lifschitz) que acompañan sobre todo, junto con los cambios de luces, los momentos

íntimos, cuando algo de la profundida­d del alma intenta aflorar.

clave también el papel del ensamble (la coreógrafa Anabella Ablanedo, Mónica romero y daniel Antonio corres), vestidos en colores brillantes que los recortan del resto, que siguen la acción de los personajes y protagoniz­an, además, uno de los segmentos más bellos de la obra: la escena de las lavanderas en el río es sintetizad­a en un número de danza flamenca muy estilizada donde el trío intercambi­a las habladuría­s de pueblo chico. del desenfado a la angustia, las voces de las protagonis­tas femeninas se apropian de honduras lorquianas: cancelli, una experta (el año pasado estuvo nominada al Hugo por Lorca, poeta de tierra en el rubro Mejor unipersona­l musical), carla liguori (como María, la amiga de Yerma) y la gracia bien plantada de la española pepa luna (la Vieja pagana).

en el centro del escenario se ubica una tarima circular que tiene distintas funciones durante los tres actos: cama mientras se mantiene unida y tres módulos cuando se subdivide. son muy pocos elementos, usados con mucha plasticida­d como el enorme mantón con el que juegan Yerma y los bailarines, convertido poco después en el bebe arropado de María. Algo exagerada la cantidad de humo en penumbras, la naturalida­d con que avanza la narración como una obra de teatro musical es su mejor hallazgo.

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