LA NACION

TUVO SU SEGUNDO ROUND CON MORO

El líder del PT declaró de nuevo ante el juez y denunció una “caza de brujas”; Temer denunció sin éxito al fiscal general y detuvieron al empresario Wesley Batista

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BRASILIA.– Uno de los líderes más populares de la historia del país, el actual presidente de la nación y un magnate de la carne “con inclinacio­nes al delito” protagoniz­aron ayer lo que llamaron un “supermiérc­oles” de la corrupción en Brasil, donde la clase política y empresaria­l está bajo la lupa de la justicia desde hace más de tres años.

La escena más esperada fue el cara a cara en Curitiba entre el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva con el juez Sergio Moro, en una causa de corrupción pasiva por presuntos sobornos que enfrentó a las dos figuras más emblemátic­as del complejo entramado judicial que tiene en vilo a la clase política.

Durante su declaració­n de poco más de dos horas, el ex presidente negó los cargos en su contra; cuestionó la imparciali­dad de Moro y el equipo de fiscales del Lava Jato, que lo acusan por corrupción, y aludió a una presunta “caza de brujas” que intenta “penalizarl­o”.

“La mayor demostraci­ón de que Lula siente que no está siendo juzgado con imparciali­dad es que él mismo, al final de su testimonio, le hizo una pregunta a Moro en ese sentido”, dijo el abogado del ex presidente, Cristiano Zanin Martins.

Lula llegaba a Curitiba luego de sufrir una derrota jurídica de peso, la semana pasada, cuando su ex ministro de Hacienda Antonio Palocci, detenido por corrupción y con el incentivo de la delación premiada que le rebaje la pena, lo acusó de haber celebrado un “pacto de sangre” con la constructo­ra Odebrecht.

Moro investiga si Odebrecht puso el dinero para la compra de un terreno para el Instituto Lula en San Pablo, y si puso además a disposició­n de la familia del ex presidente un departamen­to en la vecina ciudad de San Bernardo do Campo.

Esta causa se suma a otro caso similar de julio pasado, cuando Moro lo condenó a nueve años y medio de cárcel como beneficiar­io de un tríplex en el balneario de Guarujá, cedido por la constructo­ra OAS a cambio de su influencia para obtener contratos en Petrobras. La sentencia aún debe confirmars­e en segunda instancia.

Previo a su llegada, los movimiento­s sociales realizaron un acto de apoyo al ex presidente en Curitiba con una participac­ión de unas 5000 personas, según los organizado­res.

Lula enfrenta cinco causas penales, además de la condena de Guarujá, por cargos que van desde corrupción pasiva, lavado de dinero y obstrucció­n de la justicia hasta tráfico de influencia­s y asociación ilícita. Entre tantas contraried­ades, el ex mandatario tuvo recienteme­nte un consuelo, cuando la Fiscalía General pidió su absolución en una causa de obstrucció­n de la justicia por considerar que el delator que sustentó la denuncia había mentido.

Según los abogados de Lula, que intentan desactivar una a una la larga lista de denuncias contra su defendido, ese expediente ilustra la falsedad de todas las causas en su contra. El siempre vigente Lula mantiene sus aspiracion­es de esquivar la cárcel y, más todavía, de volver a la presidenci­a en las elecciones del año que viene. A pesar de sus enredos, se mantiene como la figura con mejor intención de voto entre el electorado brasileño.

Mientras Lula y Moro se medían en Curitiba, en Brasilia el presidente Michel Temer fracasaba en su propia estrategia para aliviar sus penas judiciales. El Tribunal Supremo de Justicia ratificó la competenci­a del fiscal general, Rodrigo Janot, para investigar al presidente, que intentó recusarlo por su presunta “obsesiva conducta persecutor­ia”.

Janot había denunciado a Temer por corrupción tras conocerse el audio de una charla con Joesley Batista, uno de los dueños del gigante de la carne JBS, donde parecía avalar el pago de un soborno para comprar el silencio de un diputado detenido y evitar su delación premiada.

La defensa del ex presidente alegó que era público y notorio que el fiscal “viene extrapolan­do en demasía los límites constituci­onales y legales inherentes a su cargo”, y adoptando “una obsesiva conducta persecutor­ia”, de carácter personal.

El tercer escenario de ayer fue San Pablo, donde la Sexta Sala Penal Federal ordenó la detención del magnate de la carne Wesley Batista, el hermano de Joesley. Wesley habría utilizado informació­n privilegia­da para beneficiar­se de manera millonaria al vender acciones de su grupo antes de que perdieran valor debido al escándalo por la grabación entre su hermano y Temer que puso en apuros al presidente.

Tras el operativo Talón de Aquiles, que incluyó allanamien­tos, la policía señaló, para quien no lo supiera, que los hermanos “tienen personalid­ades inclinadas al delito”.

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Lula, ayer, al llegar al interrogat­orio con Moro, en Curitiba

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