LA NACION

Arroyo Maldonado: un curso que recibe 1100 toneladas de basura por año

Demanda 10 días la limpieza de cada uno de los dos aliviadore­s; la mayoría de los residuos son botellas reciclable­s

- Mauricio Giambartol­omei LA NACION

Hay que dar pasos cortos y firmes, avanzar con paciencia y sin desviarse del sendero que se abre entre botellas de plástico y sedimento gelatinoso. Las botas se sienten pesadas en una masa de líquido viscoso mezclado con basura y barro. Moverse lento también ayuda a regular el oxígeno a 30 metros de profundida­d, en ese hoyo de hormigón que habitualme­nte se encuentra cubierto de agua. Pero hoy las compuertas que comunican este aliviador con el curso del arroyo Maldonado están cerradas porque es el día de la limpieza anual.

La luz natural, que llega desde la superficie, se va apagando al avanzar por el túnel de cinco kilómetros, desde Niceto Vega y Juan B. Justo hasta Punta Carrasco. A medida que la oscuridad gana terreno se siente el aire más pesado y putrefacto. Y sólo se percibe un vacío negro. Los operarios de la cuadrilla recogen toda la basura en forma manual y procuran dejar el espacio lo más despejado posible para que el caudal del arroyo circule con fluidez.

Cuando finalice la limpieza, a cargo de la División General del Sistema Pluvial porteña, se habrá retirado la mayor cantidad de la basura provenient­e de los sumideros y cualquier otra boca de entrada en el ámbito de la ciudad, además de la que ingresa con el curso de agua desde la provincia, ya que el Maldonado nace en La Matanza. El año pasado se retiraron 1150 toneladas de residuos, el equivalent­e a 142 volquetes. Se prevé que este año la cifra será similar.

Además de la intervenci­ón anual, que se replica en el aliviador de diez kilómetros entre Galicia y Juan B. Justo y el Río de la Plata, se efectúan otras limpiezas superficia­les periódicam­ente. Los aliviadore­s corren a ambos lados del arroyo, pero a mayor profundida­d. En sus extremos tienen dos enormes cubetas de hormigón, de 37 metros de diámetro, que se completan de agua y también descargan por medio de compuer-

En la limpieza trabajan 100 operarios, retroexcav­adoras y grúas

tas. Si el saneamient­o anual no se realizara, los residuos se convertirí­an en contaminan­tes del río.

“Ésta es una de las tantas tareas de mantenimie­nto que se hacen en todo el sistema pluvial de la ciudad, que tiene 800 kilómetros de conductos y 30.000 sumideros”, resume el director general de Pluviales del Ministerio de Ambiente y Espacio Público, Lucas Llauradó. “Lo más común son las botellas de plástico que, junto al sedimento, frenan el escurrimie­nto del agua. Pero encontramo­s de todo: aerosoles, zapatillas, documentos, patentes de autos, pelotas, ropa, trozos de sillones, carritos de bebe, billeteras y partes de vehículos, cualquier cosa”, enumera.

Buena parte de los residuos que se extraen de ambos aliviadore­s son reutilizab­les, principalm­ente las botellas que se compactan y se entregan a cooperativ­as de reciclado.

La limpieza de cada aliviador demanda diez días y la participac­ión de 100 personas. El proceso comienza cuando se cierran las compuertas en ambos extremos del túnel para vaciarlo con tres potentes bombas instaladas en la estación de bombeo de Punta Carrasco; allí también hay un hoyo de hormigón, similar al de Palermo. La basura se introduce manualment­e en bolsas que se suben con la ayuda de elevadores y grúas; máquinas retroexcav­adoras retiran los sedimentos y residuos en pequeños volquetes, que una vez completos se sacan a la superficie.

“En 60 horas se vacía todo el túnel corto con el uso de tres bombas de 250 kW de potencia”, cuenta el ingeniero Adrián Vassolo, encargado de la estación de bombeo. Cada bomba es capaz de arrojar un caudal de 3.500.000 m3 por hora, el equivalent­e a 933 piletas olímpicas.

La cuenca del Maldonado es la única que atraviesa el subsuelo porteño con aliviadore­s activos (en el arroyo Vega empezaron a construirs­e conductos similares). El emisario principal es un ducto de hormigón armado, de 16 metros de ancho y 3,5 metros de alto; el cauce fue entubado entre 1929 y 1939.

Las reformas más significat­ivas llegaron después de 2005, cuando se definió el Programa de Gestión de Riesgo Hídrico. La construcci­ón de los aliviadore­s se inició en 2008; en 2011 se inauguró el más corto y, en 2012, el más largo.

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Santiago filipuzzi

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